Jessica Mozo para El País:
Imagine un árbol de Navidad. O trate de visualizar en la mente la última comida que tomó ayer. Intente también rememorar la cara de un familiar al que hace tiempo que no ve. Seguramente, la mayoría de ustedes ha podido evocar esas imágenes mentales sin ningún tipo de problema, quizás con más o menos precisión y viveza de detalles, pero con la misma naturalidad con la que reviven visualmente cada día la forma de objetos, personas u experiencias vividas. Sin embargo, hay un porcentaje de personas, en torno al 1% de la población, que es incapaz de hacer este ejercicio: son aquellos individuos que tiene afantasía, una característica neurológica que impide crear imágenes conscientes en la mente. Una revisión científica ha profundizado recientemente en el conocimiento, todavía limitado, de este rasgo y ha concluido que se asocia con una reducción de la memoria autobiográfica y el reconocimiento facial. También es más común en personas con autismo y en individuos con tendencia a ocupaciones científicas.
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La revisión científica de Zeman describe que el 1% la población que experimenta una afantasía profunda, aunque hay todo un espectro muy variable y también destacan que entre el 2% y el 6% de los ciudadanos tiene un imaginario visual “vago y tenue”. Hay también, en la otra cara de la moneda, alrededor de un 3% de la población que muestra justo lo contrario, la hiperfantasía, que es la habilidad de generar imágenes hiperrealistas en la mente. “Hay todo un espectro de la capacidad de evocación, pero no hay una valoración estándar y es muy difícil cualificarlo. Probablemente, sea un patrón de nacimiento”, señala Javier Camiña, vocal de la Sociedad Española de Neurología, que no ha participado en esta investigación.