Este artículo que compartiremos hoy nos pareció muy valioso. Creemos que toda mujer que lo lea puede contar miles de situaciones en las que se le dijo que no llorara, se la llamó histérica, nerviosa, neurótica o débil por expresar sus emociones. Y lo peor es que muchas veces nos convencen de que es cierto, en parte por la incapacidad de otros de tolerar emociones o situaciones “incómodas.” Llegando incluso al punto de tener que contener las lágrimas cuando nos conmueve alguna película o anécdota para que otros no se burlen o hagan comentarios soeces sobre nuestra sensibilidad.
El texto fue escrito por Julie Holland, psiquiatra en New York y autora del libro “Moody Bitches: The Truth About the Drugs You’re Taking, the Sleep You’re Missing, the Sex You’re Not Having, and What’s Really Making You Crazy” (en español: Bendita Histeria), aquel habla sobre la medicación, y cómo su mal uso puede suprimir la naturaleza femenina, que es lo que tanto necesita este mundo para ser un lugar más sano.
Las mujeres estamos programadas para ser sensitivas con nuestro propio ambiente, empáticas con las necesidades de nuestros niños e intuitivas con las intenciones de nuestras parejas. Esto es básico para nuestra supervivencia y la de nuestros hijos. Algunas investigaciones sugieren que las mujeres somos, a menudo, mejores expresando nuestros sentimientos que los hombres porque a medida que el cerebro femenino se desarrolla, más capacidad es reservada para el lenguaje, la memoria, la audición y la observación de emociones en otros.
La emocionalidad de las mujeres es una señal de salud, no de enfermedad; es una fuente de poder
Estas son observaciones arraigadas en la biología, que no tienen la intención de engranarse con ningún tipo de ideología pro o anti feminista. Pero sí tienen implicaciones sociales. La emocionalidad de las mujeres es una señal de salud, no de enfermedad; es una fuente de poder. Pero estamos bajo presión constante para restringir nuestras vidas emocionales. Se nos ha dicho que nos disculpemos por nuestras lágrimas, que suprimamos nuestra ira y que temamos ser llamadas histéricas.
La industria farmacéutica juega con ese miedo, usando a las mujeres como blanco de un bombardeo de publicidades en programas de televisión y revistas. Más americanas que nunca toman medicaciones psiquiátricas, y en mi experiencia continúan con ellas por un tiempo mucho mayor del que fue pensado.
A la Dra. Holland, que tiene 20 años de práctica, esto le parece una locura:
“Al menos una de cada cuatro mujeres en América ahora toma una medicación psiquiátrica, comparado con uno de cada siete hombres. Las mujeres tienen cerca del doble de probabilidades de recibir un diagnóstico de depresión o ansiedad, que los hombres. Para muchas mujeres, estas drogas mejoran mucho sus vidas. Pero para otras no son necesarias. El incremento de las prescripciones para medicamentos psiquiátricos, a menudo expendidas por doctores de otras especialidades, está creando un nuevo estándar de lo normal, alentando a las mujeres a buscar asistencia química. Si una mujer necesita estas drogas debería ser una decisión médica, no una respuesta a las presiones de grupo y el consumismo”.
La Dra.Holland llama a este fenómeno el nuevo “medicado normal” y dice que va en contra de la biología dinámica de las mujeres. Se supone que los químicos del cerebro deben fluir. Ella toma de ejemplo a la serotonina (o el químico cerebral que te hace sentir como que “está todo bien”), si sus niveles estuvieran muy altos no te importaría mucho nada; por otro lado, si estuvieran muy bajos todo te parecería un problema a ser arreglado.
En los días de la menstruación, tal vez muchas pensemos que nuestros sentimientos y emociones son exagerados o engañosos debido a este momento del mes, pero la Dra. Holland tiene una opinión interesante: en los días anteriores a la menstruación se agudiza nuestra sensibilidad emocional y podemos sentirnos más irritables o insatisfechas. Yo les digo a mis pacientes que los pensamientos y sentimientos que surgen durante esta fase son genuinos, y quizás es mejor reevaluar qué es lo que soportan durante el resto del mes, cuando sus niveles de hormonas y neurotransmisores son más propensos a estar programados para impulsarlas a acomodarse a las demandas y necesidades de otros.
Muchas personas están medicando una reacción natural a un conjunto de estresores que no son naturales
Los antidrepresivos más comunes, que también son usados para tratar la ansiedad, son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (I.S.R.S.) que aumentan la transmisión de serotonina. Los I.S.R.S., como dice la Dra. Holland, hacen que “todo esté bien.” Pero, al menos en este tema, lo que es demasiado bueno no es bueno. Más serotonina podría calmar tus miedos, pero también ayuda a adormecerte, física y emocionalmente. Estas medicinas frecuentemente dejan a las mujeres menos interesadas en el sexo. Los I.S.R.S. tienden a despuntar más sentimientos negativos que positivos. Al consumir I.S.R.S., probablemente no andarás saltando por ahí con una sonrisa; simplemente serás más racional y menos emocional. Algunas personas que consumen I.S.R.S. también han reportado menos de muchos otros rasgos humanos: empatía, irritación, tristeza, sueños eróticos, creatividad, ira, expresión de sus sentimientos, duelo y preocupación.
Esto no quiere decir, por supuesto, que no hayan situaciones en las que es necesaria la medicina psiquiátrica. Sin embargo, muchas personas que realmente están enfermas no reciben los tratamientos (principalmente por factores socioeconómicos). Y por otro lado tenemos a personas que no necesitan realmente las drogas y que están medicando una reacción natural a un conjunto de estresores que no son naturales: vivir casi sin suficiente sueño, luz solar, nutrientes, movimientos y contacto visual.
El peligro de que los niveles de serotonina de las mujeres estén artificialmente altos, de manera constante, es que pueden perder su sensibilidad emocional con sus fluctuaciones naturales, y están modelando un balance hormonal más masculino y estático. Éste despunte emocional mueve a las mujeres a tomar comportamientos que son típicamente aprobados por los hombres: aparentar invulnerabilidad, por ejemplo, una postura que podría ayudar a las mujeres a avanzar en negocios dominados por los hombres. Estudios en primates muestran que los I.S.R.S. pueden incrementar los comportamientos de dominancia social, elevando el estatus de un animal en la jerarquía.
¿Pero a qué costo? La Dra. Holland nos cuenta sobre una paciente que la llamó desde su oficina llorando, diciendo que necesitaba incrementar su dosis de antidepresivos porque no podía ser vista llorando en el trabajo. Luego de diseccionar por qué estaba alterada – su jefe la había traicionado y humillado frente a sus empleados – decidieron que lo necesario era una confrontación calmada, no más medicación.
Los doctores son más propensos a dar medicaciones psiquiátricas a las mujeres que a los hombres
Las revisiones de historias clínicas muestran consistentemente que los doctores son más propensos a dar medicaciones psiquiátricas a las mujeres que a los hombres, especialmente a las mujeres de entre 35 y 64 años. Para algunas mujeres en ese grupo etario los síntomas de la perimenopausia pueden sonar muy parecidos a la depresión, y las lágrimas son comunes. Uno no llora solamente cuando está triste. Cuando estamos asustados, o frustrados, cuando vemos injusticias, cuando nos toca profundamente el patetismo de la humanidad, lloramos. Y algunas mujeres lloran más fácilmente que otras. No significa que seamos débiles o que estemos fuera de control. En dosis más altas, los I.S.R.S. hacen que sea difícil llorar. También pueden promover la apatía e indiferencia. El cambio viene de la disconformidad y la conciencia de que algo está mal; sabemos lo que está bien únicamente cuando lo sentimos. Si estar medicadas significa ser complacientes, eso no ayuda a nadie.
Ella concluye que la sobremedicación genera emociones sintéticas. Para el crecimiento personal, para un matrimonio satisfactorio y para un mundo más pacífico, lo que necesitamos es más empatía, compasión, receptividad, emocionalidad y vulnerabilidad, no menos.
Julie Holland escribe: “Necesitamos dejar de etiquetar a nuestra tristeza y ansiedad como síntomas incómodos, y apreciarlas como saludables, parte adaptativa de nuestra biología.”
Este artículo fue traducido y adaptado por Alejandra Alonso y María Fernanda Alonso.
Fuente: The New York Times
Imagen: Adrien Leguay