Midnight in París es una comedia romántica ambientada en el París actual que narra las peripecias de una familia de clase alta (un matrimonio millonario, la hija de ambos y su prometido) durante un viaje a la ciudad del Sena en el que vivirán unas experiencias que cambiarán sus vidas.
A partir del idealizado y nostálgico enamoramiento que el protagonista del filme, el joven y bohemio guionista Gil Pender, siente por la ciudad, sobre todo por el París de principios del siglo XX, Woody Allen se recrea en algo tan común como la falaz ilusión que comparten quienes creen que una vida diferente a la suya les sería mas placentera.
Conforme avanza la urdimbre argumental, Gil Pender se enfrenta al dilema de tener que escoger entre dos mundos en una suerte de simbiosis “día-noche” en la que se ve inmerso y en la que alterna entre unos escarceos diurnos con los que intenta descubrir el París de sus sueños, con las experiencias irreales y delirantes de unas noches parisinas en las que, sin saber como, consigue trasladarse a un mundo de fantasías instalado en la época que siempre soñó. Es así como cada noche viajará a través de unas surrealistas y extemporáneas experiencias que, no obstante, terminan ocasionándole mas infelicidad que placer.
En cierto modo, Woody Allen edifica el original y atemporal entramado de este film sobre la cínica y pesimista proclama de que vivir, aun cumpliéndose nuestros sueños y fantasías, siempre supone un esfuerzo que genera mas insatisfacción y trastornos que placer y tranquilidad .
Una lectura gestáltica del filme
Ya desde el principio, la trama de la película muestra al espectador el tránsito entre “lo real” y “lo imaginario” de un individuo que no vive su vida como propia como consecuencia de una dicotomía en la que su deseo es siempre el deseo del “otro”.
Para evadirse de una realidad que no acepta (porque no le gusta y porque no la ha decidido libremente), el protagonista se refugia en la fantasía de un“viaje en el tiempo” a través de un sueño lúcido que le transporta a la época en que le habría gustado vivir: el París de los años veinte (“el mejor momento que existió jamás” para el joven Gil Pender) donde conocerá, en primera persona y en tiempo real, ese mundo que siempre deseó, y en el que coincidirá con afamados escritores, pintores y artistas de la mas genuina bohemia. De ellos aprenderá que actuar al dictado del corazón, con coraje y sin miedo a la pérdida, es el único modo que le permitirá huir de la mediocridad y el tedio, y conseguir una vida digna de ser vivida así como vencer su temor a la muerte.
En su viaje a través del tiempo y a través de si mismo y sus mas íntimas circunstancias y represiones, el protagonista se acabará enfrentando a la disyuntiva de tener que elegir entre un desahogado futuro junto a su adinerada novia (integrada como un elemento perteneciente a “su mundo real”, a “su día”), y la repentina atracción que siente por una mujer completamente distinta, sencilla y desinhibida la que conoce en “su surrealista mundo irreal” (esa vida que experimenta y disfruta en “su noche” ) que, como él, es capaz de disfrutar de un placer tan inocente como pasear mojándose bajo la lluvia, una simple anécdota que para Gil resulta trascendente y decisoria.
Tras múltiples y abrumadoras dudas, Gil consigue por fin discernir entre lo “real” y lo “irreal” y, por primera vez, toma conciencien de qué es lo que tiene que dejar y qué es lo que tiene que tomar y hacer con su vida.
A partir de ese momento surgirán las consecuencias inherentes a la toma de decisiones y nada será tan fácil como quien cree ya resueltos sus problemas ni tan difícil como imposibles de resolver parecían al hacerles frente al principio.
Reflexión
Son muchos a quienes les disgusta su presente en la misma cuantía que les angustia su futuro. Viven añorando el pasado, sin ser conscientes de que también en “su ayer” lucharon por lo mismo, sufrieron las mismas frustraciones y renegaron de su vida tal y como lo hacen en “su ahora”.
En cualquier época de la vida, todo será mas difícil si el individuo no logra adaptarse adecuadamente, si no se atreve a ser “auténtico” y si espera demasiado de “la realidad” sin llegar a comprometerse plenamente con ella.
Consideremos que los problemas humanos son atemporales porque “han ocurrido”, “ocurren” y “seguirán ocurriendo”.
Es cada uno quien construye su entorno propicio en base al uso adecuado que hace de su libertad al elegir o rechazar lo que el entorno nos ofrece. Y esto solo es posible cuando se llega a tomar decisiones por uno mismo.
Clotilde Sarrió es autora del reconocido blog Gestalt-Terapia
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