En terapia los pacientes abren sus vidas, exponen sus alegrías, tristezas, miedos y preocupaciones más profundas. Para que esto suceda, el terapeuta debe proveer un ambiente auténtico, empático y de aceptación incondicional que posibilite una interacción espontánea, el diálogo y la comprensión capaces de movilizar profundos sentimientos que se manifiestan en las lágrimas de los pacientes. Un estudio estimó que el 21% de los pacientes llora en la consulta (Trezza 1988).
¿Y qué sucede con los terapeutas?
Sorprendentemente es un tema que ha sido prácticamente ignorado y sólo hay un par de investigaciones disponibles que exploran superficialmente el llanto del terapeuta en la consulta.
Una de ellas, y la más reciente por cierto, es la investigación de Amy Blume-Marcovici y su equipo, publicada en la revista Psychoterapy en el 2013, la cual encontró que el 75% de los terapeutas entrevistados dijo haber llorado alguna vez en terapia y de ellos, el 30% lo hizo durante la última semana.
Fueron 684 terapeutas los que participaron en la investigación. Todos tenían entre 22 y 85 años. El 75% eran mujeres y su formación estuvo compuesta de la siguiente manera: 35% eran TCC, 23% eclécticos con énfasis psicodinámico y 19% eclécticos sin énfasis psicodinámico.
Para comprender estos datos, los investigadores hicieron análisis correlacionales y encontraron que los terapeutas de mayor edad, con más experiencia y de las corrientes psicodinámicas, eran los que más lloraban en terapia.
Algunos podrían pensar que las mujeres terapeutas lloraban más que los varones, pero este no fue el caso, a pesar del hecho de que ellas reportaron llorar más en su vida personal que los hombres.
También investigaron si habían diferencias entre el llanto del terapeuta en su vida personal y en la clínica. Los terapeutas de mayor edad lloraron menos en su vida privada en comparación con los terapeutas más jóvenes, pero lloraron más con sus pacientes.
Los terapeutas también dijeron que el llanto por sus problemas personales estaba más relacionado con las emociones de tristeza, pero en la terapia, también lloraban cuando se sentían conmovidos (63%), cuando había una conexión cálida (33%), cuando sentían gratitud (15%) y alegría (12%).
Esto sugiere que las lágrimas de los terapeutas en el consultorio son de diferente naturaleza a las lágrimas que derraman en su vida diaria.
Personalidad
Los factores de personalidad de los terapeutas (como agradabilidad, apertura y extraversión) se relacionaron positivamente, es decir, los terapeutas más agradables y extrovertidos también mostraron una tendencia más marcada a llorar en la terapia. Si bien esos factores se asociaron solo levemente con la frecuencia del llanto, los investigadores creen que la debilidad de esta correlación se debe a las limitaciones de evaluación del estudio.
Empatía
La empatía es otro factor que podría afectar la propensión y frecuencia del llanto de los terapeutas en la terapia. La investigación encontró una conexión entre la empatía y la tendencia a llorar en la terapia, sin embargo, no fue así con la frecuencia. En cambio la empatía sí se relacionó con la tendencia al llanto de los terapeutas en su vida diaria.
Orientación teórica
Esta es la parte más llamativa del estudio. Los análisis encontraron que la tendencia de los TCC a llorar dentro del consultorio fue significativamente baja. Por otro lado los terapeutas psicodinámicos (agrupados: psicodinámicos, eclécticos/integrativos con énfasis dinámico y psicoanalítico) fueron los que mostraron una tendencia más alta a llorar. Y al comparar por separado la frecuencia del llanto, se encontró que los terapeutas psicoanalistas eran los que más frecuentemente lloraban dentro del consultorio, y los TCC los que menos lloraban.
¿Cómo perciben los pacientes el llanto del terapeuta?
La investigación no exploró la personalidad de los pacientes. Pero si preparó un apartado en la investigación que preguntaba si el terapeuta pensaba que haber llorado en la sesión había cambiado la relación con el paciente. El 53.5 % de ellos dijo que su llanto era intrascendente o que había mejorado su relación con sus pacientes (45.7%), y menos del 1% dijo que creía que había afectado negativamente la relación terapéutica.
Con la ayuda de la literatura clínica los autores especulan que el llanto de los terapeutas pudo haber tenido un efecto positivo si ya la relación terapéutica era auténtica y fuerte, pero también podría debilitarla si la misma era débil o negativa.
Resumiendo
Cómo pudimos aprender, la investigación en cuestión nos ofrece un pantallazo sobre el llanto del terapeuta dentro de la sesión y sus datos indican que el acto de llorar en terapia no se explicó ni por la personalidad ni las características demográficas de los terapeutas, sino por los aspectos únicos de la terapia en sí y la identificación del terapeuta en el contexto clínico, como por ejemplo la orientación teórica, la experiencia clínica y el tono afectivo de la sesión. Pero estos datos no son definitivos. Los mismos autores reconocen las limitaciones de su estudio y recomiendan que los futuros estudios analicen con mayor detalle la personalidad del terapeuta, empatía, intensidad y duración del llanto.
Al final de cuentas, esto no quiere decir que los terapeutas tengan que llorar en la terapia para ayudar a los pacientes. No hay que olvidar que el paciente es el que viene por ayuda y el terapeuta no debe usar la sesión para reconfortar sus emociones, pero entendemos que hay ocasiones en que las emociones son muy fuertes y un llanto empático podría afianzar la relación.
Bonus: Investigación completa de Blume-Marcovici: Do Therapists Cry in Therapy? The Role of Experience and Other Factors in Therapists’ Tears
Fuente: BPS