“Una nena de 11 años debió ser operada por lesiones y heridas cortantes. Sus compañeras de colegio la agredieron porque ‘se hace la inteligente’.”
“Un alumno de 10 años recibió un violento ataque por parte de sus compañeros. El ataque dejó como saldo una fractura de pelvis y varios hematomas en el cuerpo.”
“Un nene de 11 años perdió un testículo tras ser golpeado por compañeros de colegio.”
“Naira Ayelén Cofreces tenía 17 años. Murió en Junín, en el desenlace de lo que parece ser un caso extremo de bullying. Había sido atacada a la salida de la Escuela Secundaria Nº 5 Fuerte Federación, de esa ciudad bonaerense, y según la autopsia, su muerte se produjo por las graves lesiones que le causaron los golpes de puño y patadas que le propinaron tres mujeres, hermanas de acuerdo a varias versiones, una de ellas su compañera de estudio, y otra menor de edad, de 16 años.”
Estos son solo unos pocos casos de bullying ocurridos en los últimos años en Argentina. Según un informe de Bullying Sin Fronteras, durante el año 2015 en este país los casos de bullying aumentaron en un 25% respecto del año anterior.
El acoso escolar es un gran problema sufrido por muchos niños y adolescentes en todo el mundo por una amplia variedad de razones, pero la raza, los antecedentes étnicos, la apariencia u orientación sexual parecen ser los motivos más comunes. Sean amenazas verbales, intimidación física, presión emocional, o ciberbullying, los problemas de salud mental derivados de ser víctima pueden proyectarse a lo largo de la vida. El bullying ha sido vinculado al abuso de sustancias, la depresión, el suicidio adolescente y problemas con la ley en los intentos de las víctimas de contraatacar a sus agresores.
En los últimos años, muchos países han sancionado leyes conocidas como “antibullying” con el claro propósito de erradicar el acoso del ambiente escolar. Como consecuencia de ellas, se han diseñado programas y protocolos para abordar estas situaciones.
¿Cuán efectivos son estos programas?
Un meta-análisis sugiere que los programas antibullying funcionan mejor para los estudiantes más jóvenes pero, para los estudiantes de 13 años en adelante pueden ser contraproducentes. La mayoría de los estudios indican que los beneficios reales de estos programas pueden ser mínimos y que su impacto general puede no ser tan bueno como las escuelas esperan.
Un nuevo estudio publicado en la revista Psychology of Violence, examina la eficacia de los programas antibullying desde la perspectiva de los mismos estudiantes. Un equipo de investigadores, liderado por Charles E. Cunningham de la Universidad de McMaster en Hamilton, Ontario (Canadá), condujo grupos de discusión de estudiantes que tenían entre 10 y 13 años de edad. Los 38 niños y 59 niñas del estudio fueron ubicados en pequeños grupos de discusión para examinar sus propias impresiones de los programas antibullying y cuán eficaces son en transmitir su mensaje. Todos los estudiantes provenían de escuelas de Ontario y estaban familiarizados con PREVnet (Red de Promoción de Relaciones y Eliminación de la Violencia) y las directrices antibullying de sus propias escuelas. Para alentar a todos los estudiantes a participar, los grupos fueron divididos por edades y género.
los estudios indican que los beneficios reales de estos programas pueden ser mínimos y que su impacto general puede no ser tan bueno como las escuelas esperan
En estos grupos de discusión, los estudiantes reportaron con frecuencia que los pósters y presentaciones usadas por los docentes para educar a los alumnos sobre el bullying no tendían a ser útiles para involucrar a los estudiantes, especialmente si éstos los encontraban aburridos (como cuando una persona simplemente les habla desde el frente del salón). Otro asunto que surgió con frecuencia fue que los presentadores decían la misma cosa una y otra vez, llevando a que los alumnos se desconecten del mensaje con el tiempo.
Los estudiantes también reportaron problemas con mensajes antibullying que categóricamente les decían lo que no debían hacer. Mensajes como “no seas un bully” y “el bullying es malo” a menudo son ignorados por los alumnos que de manera regular enfrentan los desafíos de sus vidas cotidianas. En cuanto a la credibilidad de las personas encargadas de presentar el mensaje antibullying surgieron otros problemas: si el encargado es un profesor o director visto como alguien a quien “no le importa” o que no está dispuesto a ser firme con las sanciones a los bullies, estos no tienen mucha motivación para detenerse. Quienes tienen más probabilidades de ser ignorados son los presentadores que no pertenecen a las escuelas y van específicamente a llevar el mensaje antibullying, ya que los estudiantes no tienen una relación previa con ellos y no tienen modo alguno de juzgar si pueden creerles o no.
La eficacia de los programas antibullying también puede ser socavada de otras formas: como el bullying es, a menudo, visto como algo que sólo afecta a los “niños más jóvenes”, los estudiantes más grandes con frecuencia se muestran aburridos durante la presentación antibullying, algo que los estudiantes más jóvenes ven e imitan. Otros estudiantes, incluidos aquellos propensos a realizar comportamientos de bullying, pueden tratar de interrumpir activamente la presentación ya que el mensaje los incomoda. Incluso después, ellos intentan desacreditar al orador o a la presentación catalogando lo que se dijo como “estúpido.” Muchos de los estudiantes de los grupos de discusión mencionaron haber visto actos de bullying como respuesta directa a las actividades antibullying organizadas por las escuelas.
A la larga, lo que realmente determina si los programas antibullying son eficaces es que tan seguidas en las escuelas son las directrices antibullying. Si no hay suficientes docentes para vigilar o si los estudiantes tienen la sensación de que sus denuncias de bullying no serán creídas o no se hará nada al respecto, es probable que nada cambie. A eso se suma el miedo a las represalias que muchas víctimas de bullying deben soportar si su bully es castigado. Típicamente, los únicos castigos reales que reciben los bullies son suspensión o detención, los cuales usualmente no son efectivos a la hora de hacer sentir más seguros a los alumnos. Esto es especialmente cierto en cuanto a los estudiantes que afrontan hostigamientos por motivos homofóbicos, raciales o sexuales. Excepto en casos extremos, estos estudiantes raramente son expulsados de las escuelas, razón por la cual las víctimas continúan enfrentándose a estos bullies regularmente. La prueba decisiva de los programas antibullying es que tan bien se lidia con esta clase de desafíos.
¿Qué pueden hacer las escuelas para transmitir el mensaje antibullying a los estudiantes?
Basados en su investigación de los grupos de discusión, Charles Cunningham y sus coautores, proponen las siguientes recomendaciones:
Con el propósito de diseñar programas antibullying eficaces, las escuelas necesitan evitar la clase de mensajes negativos que los alumnos tienden a ignorar. Esto significa utilizar mensajes motivacionales más enfocados en lo positivo, dirigidos a alentar a los alumnos a defenderse a sí mismos. Todas las presentaciones antibullying necesitan ser probadas cuidadosamente en estudiantes de diferentes edades para ver cómo responden y deben realizarse los cambios necesarios antes de usarlos masivamente.
Las escuelas necesitan ser más cuidadosas al monitorear comportamientos de bullying, antes y especialmente después de actividades antibullying. Los docentes necesitan ser conscientes de que el bullying puede producirse después de una presentación antibullying, razón por la cual es importante que haya mayor vigilancia y deben alentar a los estudiantes a involucrarse tanto como puedan.
Mensajes como “no seas un bully” y “el bullying es malo” a menudo son ignorados
Cualquier reporte de bullying necesita ser tratado tan prontamente como sea posible para alentar a los estudiantes a denunciar cuando son acosados. Además, las escuelas deben responder a las quejas de bullying de manera justa e imparcial. Los estudiantes necesitan ver que cualquier clase de bullying tiene consecuencias reales y que las víctimas de bullying serán protegidas.
Los Ministerios de Educación y directivos de las escuelas deben asegurar que los docentes y personal escolar cuenten con los recursos necesarios para perseguir las denuncias de bullying. Ya que muchos docentes se quejan de que las demandas del trabajo los hacen menos capaces de lidiar con el bullying, las escuelas necesitan reconocer que las actividades anti bullying tomen prioridad frente a otras responsabilidades de los docentes.
Muchos de los acosos sexistas, homofóbicos y racistas que varios de los estudiantes experimentan son con frecuencia ignorados por las escuelas, especialmente si reflejan actitudes encontradas en la comunidad en general. A ello se suman los nuevos medios de acoso como el ciberbullying, que se ha convertido en un gran problema especialmente porque muchas de estas cosas pueden hacerse de manera anónima. Las víctimas del bullying y los mismos bullies necesitan aprender que esta clase de intimidación no será tolerada. Ignorar el problema no lo hará desaparecer.
Fuente: Psychology Today; Infobae; Aire de Santa Fe; Bullying Sin Fronteras; La Capital