A los padres les gusta pensar que son muy buenos para detectar las mentiras de sus hijos. Nadie conoce más a los niños que sus propios padres, ¿cierto? Sin embargo, un reciente estudio sugiere que esa misma proximidad y relación con sus hijos los hace, en realidad, malos detectores de las mentiras de sus hijos.
Según un estudio del Journal Of Experimental Child Psychology, los padres no son mejores que otros adultos para detectar las mentiras de sus propios hijos e incluso son más crédulos.
La investigación
La investigación fue diseñada de una manera que permitiera observar y evaluar las respuestas de los niños en un ambiente controlado y el nivel de credulidad de los padres.
En total participaron 108 niños que tenían entre 8 y 16 años de edad. A todos se les pidió que completaran una evaluación en una habitación, sin saber que habían cámaras de vídeo ocultas, y se les dijo dónde estaban las respuestas claves para completar satisfactoriamente las respuestas del test. Al finalizarlo se les preguntó si habían ojeado las respuestas para ayudarse en la prueba.
Cincuenta niños fueron honestos y dijeron que no las habían visto las respuestas del test; la otra mitad de los niños mintió (49) y dijo que no habían usado las respuestas cuando fueron visto infraganti. Solo 9 niños admitió que si había usado las respuestas.
Tres grupos de adultos observaron las respuestas de los niños y evaluó si las respuestas eran honestas: un grupo estuvo conformado por 80 padres de niños participantes en el estudio; 79 padres que no tenían hijos en la investigación; y 79 jóvenes universitarios sin hijos.
Sorprendentemente ninguno de los tres grupos de adultos pudo detectar con precisión si los niños estaban mintiendo o no. Pero el descubrimiento más dramático
fue que el grupo de padres fue el que menos precisión tuvo y le creyeron ciegamente en el 92% de las veces.
¿Por qué los padres son tan malos para detectar las mentiras de sus hijos?
Parece increíble que los padres fueran tan crédulos. Pero hay una explicación bastante lógica: los padres están naturalmente sesgados en favor de los que dicen sus hijos. Los padres no pueden reconocer que sus hijos mienten porque de cierta manera eso los hace pensar que no están haciendo un buen trabajo en su crianza.
Al final los datos demuestran que creemos lo que queremos creer y que las mentiras no son tan fáciles de detectar como nos gusta creer, en especial para los padres.
Fuente: Psypost