Estupendo artículo de Maia Szalavitz para The New York Times:
El vínculo entre los opioides y los sentimientos de amor y conexión también ofrece claves sobre quiénes son más vulnerables. Las personas que experimentaron trauma infantil y abandono son quienes tienen mayor riesgo de desarrollar una adicción a los opiáceos. Las personas con enfermedades mentales o trastornos de desarrollo, que a menudo generan aislamiento, también son muy susceptibles. Un estatus socioeconómico bajo o en descenso eleva los riesgos de consumo en parte porque este puede socavar los vínculos sociales.
Los estudios también han revelado que el capital social bajo —una medida que indica qué tanto las personas se sienten conectadas, confían entre sí y son parte de sus comunidades— está relacionado de manera sólida con las muertes por sobredosis. Un estudio que analizó cuidadosamente cada condado, descubrió que aquellos con más organizaciones de la sociedad civil, organizaciones sin fines de lucro y una mayor participación en las elecciones presidenciales y en el censo (todos los cuales están vinculados a la confianza y las redes sociales) tendían a tener muchas menos muertes por sobredosis. En cambio, los barrios atravesados por la pobreza tienden a tener menos conexiones sociales y más casos de sobredosis.