Cuando pensamos en la muerte, difícilmente la relacionamos con niños, ellos recién están empezando su camino por la vida. Pero lo cierto es que en cualquier momento, en cualquier lugar, a cualquier persona, de cualquier edad, le puede pasar.
La muerte de un hijo implica un dolor que yo no puedo ni imaginar, se que la muerte de cualquier ser humano es una pérdida irreparable y se que duele mucho, pero no soy madre. Este es un tema muy difícil y delicado que deja una marca permanente en los padres del niño.
El New York Times publicó hace unos días un artículo muy valioso para comprender un poco mejor a las personas que pasan por esto. En el mismo, Jayson Greene se atreve a hablar de la muerte de su hijita Greta y va aún más allá y escribe cómo, luego de esto tan terrible que les pasó, el y su esposa tuvieron otro hijo, su segundo hijo.
Mi esposa y yo somos jóvenes todavía. Con el nacimiento de nuestro hijo, nos hemos comprometido con otro ciclo aquí en la tierra. Mi hijo tendrá siempre una hermana muerta; cuando yo tenga 50 años, mi corazón dolerá igual que ahora. Los niños están muertos de modo distinto a los adultos, y en mañanas difíciles, con la luz incorrecta, todo desde aquí parece cenizas.
Greene escribe sobre cómo se siente ser padre luego de haber perdido un hijo, su relación con su hijo más pequeño, su perspectiva sobre la vida, sus miedos…
No creo que nada malo le pase mientras sea un bebé. Tiene sentido: nada malo le pasó a Greta cuando lo era. No me levanto a media noche para revisarlo. Ni siquiera me inmuto cuando se lo paso a otros y los veo tratar de controlar con torpeza su cuello sin fuerza.
Sin embargo, una parte de mi está segura de que morirá cuando cumpla dos años. La evidencia está toda a mi favor: 100 por ciento de mis hijos han enfrentado este destino. Incluso mientras cargo a mi bebé por el mundo —este atiborrado, clamoroso y sucio mundo— contengo el aliento, y no respiraré hasta que mi hijo cumpla exactamente un día más que Greta.
Por el relato de su experiencia y el valor para escribir sobre ello tan honestamente, lo compartimos con ustedes.
Lee el artículo completo en español en The New York Times.