Los niños tienen mucho que aprender. Podría decirse que este es el propósito de la niñez: ofrecer a los niños un tiempo de protección para que ellos puedan concentrarse en aprender cómo comunicarse, cómo funciona el mundo a su alrededor, lo que su cultura considera importante, etc. Sería prudente, dada la enorme cantidad de información que los niños necesitan absorber, que ellos pasen la mayor cantidad de tiempo protegido en el estudio serio de las cuestiones y problemas del mundo real.
Sin embargo, cualquiera que haya pasado tiempo alrededor de niños pequeños sabe que ellos no se ven como un grupo de estudiosos serios y concentrados. En vez de ello, los niños pasan mucho tiempo cantando canciones, corriendo y haciendo desastres – es decir, jugando. No sólo les da mucha alegría descubrir la estructura de la realidad a través de su juego exploratorio, los niños (como muchos adultos) tienden a sentirse profundamente atraídas a los juegos y las historias poco realistas. Ellos pretenden tener poderes mágicos, ser superhéroes e imaginar interacciones con seres imposibles, como sirenas y dragones.
Durante mucho tiempo, los padres y los investigadores asumieron que estos viajes de fantasía eran, en el mejor de los casos, momentos de diversión inofensiva – quizás algo necesario para relajarse de vez en cuando, pero sin un propósito real. En el peor de los casos, algunos han argumentado que este tipo de juegos eran peligrosos porque los distraían de la importante tarea de comprender el mundo real, o era una manifestación de una confusión poco saludable sobre la barrera entre el mundo real y la ficción. Pero un nuevo trabajo en la ciencia del desarrollo demuestra que los niños no solo son perfectamente capaces de separar la realidad de la ficción, sino que además la atracción hacia los escenarios fantásticos podría ser útil para su aprendizaje.
Yo llegué a esta perspectiva luego de probar diferentes formas de enseñar nuevas palabras del vocabulario a los niños de preescolar en los programas de Head Star, con la esperanza de luchar contra los déficit de lenguaje que existen entre los niños que provienen de niveles socioeconómicos altos y bajos. Para hacer el estudio, mi equipo presentó nuevas palabras del vocabulario durante el curso de una actividad compartida y después se reforzó el significado de estas palabras en las sesiones de juego guiadas por los adultos.
La intervención fue un éxito, la comprensión de nuevas palabras por parte de los niños mejoró, como se pudo observar en las comparaciones de los pre y post tests. Pero lo más interesante para nosotros fue la diferencia entre dos grupos de niños de este estudio: aquellos cuyas historias se describen en temas realistas (tales como cocinar) y aquellos cuyas historias se describen en temas fantásticos (por ejemplo, los dragones). Al inicio del estudio, publicado en el 2015 en la revista Cognitive Development, los niños conocían menos palabras de libros fantásticos, tal vez porque eran un poco más difíciles. Pero encontramos que el léxico de los niños aumentó durante el curso de la intervención y que, en el post test, conocían tanto sobre estas palabras como sobre las palabras de historias realistas. Es decir, los niños obtuvieron más conocimiento de las historias fantásticas que de las realistas.
Este hallazgo es sorprendente, ya que va en contra de todo lo que sabemos sobre el aprendizaje y la transferencia . Una gran cantidad de literatura en psicología ha demostrado que mientras más similar sea el contexto del aprendizajes al contexto en el que la información va a ser finalmente aplicada, mejor será el aprendizaje. Esto sugiere fuertemente que los libros realistas deberían haber ayudado a los niños a aprender las palabras y realizar informes de manera más precisa en el post-test. Sin embargo, nuestro estudio demostró exactamente lo contrario: los libros de fantasía, los que eran menos parecidos a la realidad, permitieron a los niños aprender más.
¿Qué puede estar pasando? Tal vez los niños están más comprometidos y atentos cuando ven los eventos que desafían la comprensión de cómo funciona la realidad. Después de todo, los eventos en estas historias fantásticas no son cosas que los niños pueden ver todos los días. Esto provoca que presten más atención y aprendan más.En un trabajo más reciente, nuestro laboratorio replicó el efecto. Un estudio, todavía en curso, encontró que los niños aprenden mejor datos nuevos sobre animales con los libros de fantasía que con los libros realistas. Otros investigadores que están usando una variedad de métodos y medidas, han demostrado que las representaciones de acontecimientos aparentemente imposibles pueden ayudar al aprendizaje de los niños. Por ejemplo, los bebés están más dispuestos a aceptar información nueva cuando los sorprende, rompiendo así los supuestos sobre el mundo físico.
Una posibilidad diferente y más rica es que hay algo acerca de los contextos fantásticos que es particularmente útil para el aprendizaje. Desde esta perspectiva, la ficción fantástica podría hacer algo más que mantener el interés de los niños mejor que la ficción realista. Por el contrario, la inmersión en un escenario en el que tienen que pensar acerca de los eventos imposibles podría involucrar un procesamiento más profundo de los niños, precisamente porque no pueden tratar a estos escenarios como lo harían con cualquier otro escenario que se enfrentan en la realidad.
Deben considerar cada caso con nuevos ojos, preguntando si se ajusta con el mundo de la historia y si podría encajar dentro de las leyes de la realidad. Esta constante necesidad de evaluar una historia podría hacer a estas situaciones particularmente propicias para el aprendizaje.
El trabajo futuro deberá investigar todas estas posibilidades, pero por ahora es importante que se tome en cuenta que nuestros hallazgos podrían tener implicaciones profundas para la educación. Incluso si se trata “sólo” del caso de que los niños aprendan mejor en contextos de fantasía porque estos contextos les ayudan a prestar más atención, podemos aprovechar este hecho para ayudar a mejorar los materiales de aprendizaje y beneficiar a todos los niños.
Artículo publicado en AEON por Pam Weintraub y cedido para su publicación en Psyciencia. Traducido al español por David Aparicio y Alejandra Alonso.