Nuestra preocupación por cómo seamos evaluados por otros se manifiesta en muchos aspectos, el miedo a hablar en público o la adaptación a los estándares sociales, por ejemplo. Y un estudio publicado este año en Developmental Psychology sugiere que ya desde los 24 meses los infantes son conscientes de que otros los juzgan.
“Nuestra investigación sugiere que a los 24 meses, los niños entienden que su comportamiento puede ser evaluado positiva o negativamente por otros”, dice la autora principal, Sara Valencia Botto.
Estudios previos han documentado observar claramente dicha conducta en niños de entre 4 y 5 años, pero el estudio de Botto sugiere que puede surgir mucho antes.
Los científicos llevaron a cabo 4 experimentos con un robot de juguete, donde fueron reclutados un total de 144 niños de entre 14 y 24 meses.
Primer experimento
Los investigadores mostraban a los participantes cómo usar un control remoto para manejar un robot y luego observaban al niño con expresión neutral o se daban vuelta y pretendían leer una revista.
Cuando el niño era observado, mostraba más inhibición y vergüenza al tocar los botones del control remoto que cuando el observador no prestaba atención.
Es decir, el niño era más propenso a explorar un juguete atractivo cuando no era observado.
Segundo experimento
En el siguiente experimento, se agregó feedback positivo y negativo para observar si el niño consideraría tanto la atención del experimentador como los valores expresados. Esta vez se utilizaron dos controles remotos. Al usar el primer control el investigador sonreía y decía “¡¿Wow, no es genial?!”; por otro lado, al usar el segundo, fruncía el ceño y decía “¡Oh no! Ups…” Cuando era el turno del niño, el investigador prestaba atención o miraba para otro lado y leía una revista.
Los niños presionaban el control remoto positivo significativamente más veces mientras eran observados y usaban el otro cuando no se los estaba mirando, según Botto.
El equipo concluye entonces que los participantes reproducían resultados valorados positivamente por el experimentador significativamente más veces cuando éste les estaba prestando atención.
Tercer experimento
Este estudio sirvió como control. Los investigadores daban respuestas neutras al demostrar cómo se usaban los controles remotos y, de nuevo, alternaban entre mirar al niño o leer una revista.
Los resultados muestran que los niños ya no elegían un control por sobre el otro cuando eran observados por el científico.
Para Botto y su equipo, esto sugiere que en el experimento número 2 los niños prestaban mucha atención a las reacciones positivas y negativas de los instructores antes de decidir qué control utilizar. Sin embargo, dicho efecto desaparecía en ausencia de diferentes valores.
Cuarto experimento
En éste último experimento, dos instructores se sentaban uno al lado del otro, utilizando un control remoto. Uno de ellos presionaba un botón, sonreía y decía: “¡Si! Se movió el robot”; el otro, presionaba el mismo control, fruncía el ceño y decía “¡Ay no! Se movió el robot”. Cuando le tocaba el turno al niño, los científicos nuevamente alternaron entre prestar atención al niño o no.
Los niños eran más propensos a presionar el control remoto cuando el instructor positivo estaba mirando. Es decir que eran capaces de modificar su conducta dependiendo de la evaluación que hacía el instructor del resultado y su atención.
Durante todo el experimento, el equipo no identificó diferencias en las respuestas basadas en el género.
Boto espera que su estudio pueda a ayudar a comprender cuándo y cómo nos empezamos a hacer más sensibles a las evaluaciones de otros.
Referencia del estudio: Botto, S. V., & Rochat, P. (2018). Sensitivity to the evaluation of others emerges by 24 months. Developmental Psychology, 54(9), 1723-1734. doi:10.1037/dev0000548
Fuente: APA