Carly Lewis para The New York Times:
Se ha convertido en una escena habitual. Tu teléfono suena, pero en lugar de un mensaje de texto, es un aviso de que alguien ha grabado un pódcast privado solo para ti, de cualquier extensión imaginable y de tema desconocido hasta que pulses play. Puede ser un chisme jugoso, una anécdota repleta de giros y sorpresas, o un relato totalmente rutinario de alguien que simplemente no tenía las manos libres para escribirlo.
Es un mensaje de audio, una de las formas más controvertidas de comunicación moderna.
Más íntimos que un mensaje de texto y menos urgentes que una llamada, los mensajes de audio no tienen un límite máximo de tiempo, a diferencia de otros servicios de mensajería de voz, que acaban cortando la comunicación al remitente. Eso significa que los remitentes pueden pulsar grabar y embarcarse en un viaje verbal desinhibido, que deja a los destinatarios a su merced.
No me gustan en absoluto los mensajes de audio. Es tanto así que me resulta difícil responder a los mensajes de voz en WhatsApp, y en muchas ocasiones quedan sin respuesta. Exigen demasiada atención, suelen ser muy extensos y me quitan mucho tiempo. Por eso, con mis pacientes, aclaro que ante una emergencia deben llamarme, y para consultas administrativas, pueden escribirme, pero eviten enviar mensajes de voz.