Un nuevo estudio publicado en Marriage & Family Review ha reavivado el debate sobre los efectos del castigo físico, específicamente el “spanking”, en el desarrollo infantil. La investigación concluye que el castigo físico explica menos del 1% de los cambios en los resultados de los niños, lo que sugiere que sus efectos negativos pueden estar sobrestimados.
Contexto del estudio
- La pregunta de si el castigo físico causa daño a los niños ha sido objeto de un intenso debate durante años. Aunque estudios previos han mostrado correlaciones fuertes entre el castigo físico y resultados negativos en la infancia, muchos no han considerado los problemas de comportamiento preexistentes en los niños, lo que dificulta establecer una relación de causa y efecto.
- “He estado investigando durante 40 años para responder dos preguntas”, explicó el autor del estudio, Robert E. Larzelere, profesor en la Universidad Estatal de Oklahoma. “¿Cuáles son las respuestas disciplinarias más efectivas que el spanking y, aunque está claro que el spanking está correlacionado con resultados adversos, ¿realmente causa esos resultados?”
Metodología
- El equipo de Larzelere realizó un análisis de meta utilizando datos de estudios longitudinales, controlando el comportamiento inicial de los niños. Esto permitió a los investigadores aislar los efectos del castigo físico y evitar atribuir problemas de comportamiento preexistentes al spanking.
- La meta-análisis incluyó datos de 12,727 participantes de 47 estudios, analizando cuatro resultados clave: problemas externalizantes (como agresión), problemas internalizantes (como ansiedad), rendimiento cognitivo y competencia social.
Hallazgos clave
- Después de controlar el comportamiento inicial, el estudio encontró que el spanking explicaba menos del 1% de la variación en los resultados infantiles.
- Aunque se observaron efectos dañinos en el método beta, estos fueron triviales. Por ejemplo, el spanking solo explicó el 0.64% de la varianza en problemas externalizantes.
- Por otro lado, el método de pendiente mostró efectos ligeramente más positivos, sugiriendo que el spanking podría estar asociado con una leve disminución en problemas externalizantes, aunque también con un impacto mínimo.
El impacto del “back-up spanking”
- Se evaluó el “back-up spanking”, que consiste en dos golpes en la parte posterior, como método de disciplina en situaciones de desobediencia. Este enfoque fue más efectivo que permitir que los niños se retiraran del tiempo fuera sin consecuencias.
- Los resultados indicaron que los niños que recibieron este tipo de disciplina eran más propensos a cumplir con las órdenes de sus padres, particularmente en términos de cooperación con el tiempo fuera.
Diferencias por edad
- El estudio también encontró que el efecto del spanking variaba según la edad del niño. Para los niños de 2 a 6 años, el spanking mostró ligeras reducciones en comportamientos externalizantes. Sin embargo, para los niños mayores de 8 años, se asoció con resultados ligeramente peores.
Implicaciones y consideraciones finales
- Larzelere advirtió que, aunque el spanking puede ser efectivo en circunstancias limitadas, su uso inapropiado o excesivo puede causar daños significativos. “El spanking puede tener efectos perjudiciales si se usa con demasiada frecuencia o severidad”, dijo.
- El estudio destaca la necesidad de más investigaciones sobre las circunstancias específicas en las que el spanking puede ser perjudicial o beneficioso, sugiriendo que el contexto familiar y el temperamento del niño juegan un papel importante en cómo se perciben y se utilizan las técnicas disciplinarias.
Conclusión
Los hallazgos del estudio subrayan que el castigo físico, cuando se aplica de manera controlada y limitada, no causa un daño significativo, especialmente en niños más pequeños. Los resultados sugieren que, en ciertas circunstancias, el uso moderado del spanking puede ayudar a reforzar la disciplina y fomentar el cumplimiento en los niños, particularmente aquellos en la etapa temprana del desarrollo. Este enfoque puede ser visto como una herramienta útil dentro de un conjunto más amplio de estrategias de disciplina que los padres pueden emplear.
Sin embargo, es crucial destacar que esta conclusión no debe interpretarse como una aprobación general del spanking. El uso inadecuado o excesivo de castigos físicos puede tener efectos adversos profundos en el desarrollo emocional y psicológico de un niño. Cuando el spanking se aplica de manera inconsistente, excesiva o motivada por la frustración, puede convertirse en una forma de maltrato, creando un ambiente familiar caótico que afecta negativamente la relación entre padres e hijos. Por lo tanto, es fundamental que los padres sean conscientes de las diferencias individuales entre los niños y adapten su enfoque disciplinario a las necesidades específicas de cada uno.
Además, la investigación futura deberá centrarse en identificar situaciones específicas que afecten la efectividad del castigo físico. Esto incluye explorar factores como la edad del niño, el contexto emocional y la relación entre padres e hijos, así como las posibles consecuencias a largo plazo de las diversas formas de disciplina. Al hacerlo, se podrá establecer un marco más claro sobre cómo y cuándo el castigo físico puede ser efectivo, y cuáles son las alternativas más saludables.
La exploración de métodos disciplinarios alternativos es igualmente vital. Los padres pueden beneficiarse de estrategias que fomenten la comunicación abierta, el refuerzo positivo y la enseñanza de habilidades sociales como métodos más efectivos y menos controvertidos. La implementación de tácticas como el establecimiento de límites claros, la negociación y la resolución de conflictos puede resultar en un entorno familiar más armonioso y cooperativo.
En resumen, aunque el estudio proporciona evidencia que sugiere que el spanking puede no ser tan perjudicial en ciertas circunstancias, el contexto y la forma en que se aplica son críticos. La educación y la formación en técnicas de disciplina positiva son esenciales para guiar a los padres hacia prácticas que promuevan un desarrollo saludable y una relación constructiva con sus hijos. La comunidad científica y los educadores deben trabajar juntos para ofrecer recursos y apoyo a las familias, garantizando que se priorice el bienestar de los niños en todas las decisiones de crianza.
Referencia: Larzelere, R. E., Gunnoe, M. L., Pritsker, J., & Ferguson, C. J. (2024). Resolving the Contradictory Conclusions from Three Reviews of Controlled Longitudinal Studies of Physical Punishment: A Meta-Analysis. Marriage & Family Review, 60(7), 395–433. https://doi.org/10.1080/01494929.2024.2392672