Se estima que más de 300 millones de personas sufren depresión en el mundo, lo que la convierte en una de las principales causas de discapacidad y una fuerte carga para los sistemas de salud. Paradójicamente durante las últimas tres décadas el consumo de antidepresivos también se ha disparado, sin que esto se traduzca en beneficios mesurables para los sistemas de salud pública. Ante esta falta de respuesta se ha levantado un robusto cuerpo de evidencia que cuestiona la efectividad de los antidepresivos y sesgos metodológicos de las investigaciones que los sustentan y que aun, lamentablemente, muchos psicólogos, psiquiatras y profesionales de la salud mental desconocen.
Acceder a toda esa información puede ser una tarea abrumadora, especialmente cuando no se sabe por donde iniciar. Pero a finales del año pasado Michael Hengartner, investigador del departamento de psicología aplicada en la Universidad de Zurich (reconocido por sus revisiones críticas de la efectividad de los tratamientos en salud mental) publicó una revisión de la literatura científica en la revista académica Frontiers in Psychiatry. En ella concluye que se ha exagerado la efectividad de los antidepresivos y se ha subestimado los efectos perjudiciales que podrían provocar.
En este artículo compartiré los hallazgos más importantes, con los respectivos enlaces de las investigaciones que apoyan tales explicaciones. Aun así les recomiendo descargar el PDF que está al final del artículo y leerlo completo.
Empecemos.
Revisión de la literatura científica sobre los antidepresivos
A través de una revisión comprensiva de la literatura científica, especialmente enfocado en los estudios aleatorios controlados (gold standard de las investigaciones), Hengartner encontró que la efectividad de los antidepresivos es significativamente más alta cuando las investigaciones son financiadas por la industria farmacéutica, pero no sucede lo mismo con investigaciones independientes. Un buen ejemplo de ello es que el NIMH (National Institute of Mental Health), una de las instituciones científicas más importantes del mundo, no ha podido demostrar claramente la diferencia entre el efecto de los antidepresivos y el placebo — aun cuando sus estudios han utilizado una metodología robusta y tamaños de muestra adecuados. Así también se ha encontrado que las investigaciones financiadas por la industria farmacéutica seleccionan los resultados en favor de los antidepresivos, evitan publicar resultados que cuestionen su efectividad y “maquillan” los hallazgos para que parezcan positivos.
Hengartner también sostiene que muchos estudios han omitido publicar los efectos nocivos o peligrosos de los antidepresivos. Por ejemplo, diversos investigadores han concluido que los estudios financiados por las farmacéuticas evitan reportar el riesgo de suicidio y, en vez de ello, lo reportan como “labilidad emocional”. Otras investigaciones sugieren que los antidepresivos pueden incrementar el riesgo de suicidio en niños y adultos de cualquier edad. Así también, diferentes estudios prospectivos indican que los antidepresivos podrían incrementar todas las causas de mortalidad. Un ejemplo de ello proviene de un estudio realizado con 60,000 pacientes, mayores de 65 años de edad, diagnosticados con trastorno depresivo mayor, que encontró que los antidepresivos tricíclicos se relacionaban con un incremento en el riesgo de mortalidad del 16%; los antidepresivos ISRS se relacionaban con un incremento del 54% y otros antidepresivos (SNRI) del 66%. Por último, Hengartner concluye que los antidepresivos pueden desorganizar procesos funcionales como la digestión y el sistema inmunológico, lo que podría conllevar a la muerte prematura.
En el paper también se argumenta que durante las últimas tres décadas se han inflado los beneficios de los antidepresivos sin que hayan pruebas tangibles que lo apoyen. Para esclarecer este dilema se han utilizado diferentes metaanálisis, un tipo de estudio que permite detectar pequeñas diferencias entre el efecto del placebo y los antidepresivos. Pero aún así, ninguno de los estudios evaluados por Hengartner logra alcanzar los “niveles clínicos significativos” de los 7 puntos de la Escala de Depresión de Hamilton, sino que solo alcanzan una diferencia de 1 o 2 puntos. Muy por debajo de lo requerido.
Otro de los argumentos que se utilizan en favor de los antidepresivos es que funcionan como terapia de mantenimiento para evitar las recaídas de los pacientes con depresión. Sin embargo, los estudios a largo plazo sugieren que las personas que discontinuan los antidepresivos no tienen en mayor riesgo de recaídas en comparación con aquellos que se mantienen con el tratamiento psicofarmácologico. Hengartner también ofrece evidencia de que el riesgo de recaída está más correlacionado con el tratamiento prologado con antidepresivos y que la psicoterapia puede reducir mejor el riesgo de recaída.
Para comprender un poco mejor el significado e implicaciones de este estudio, consultamos al psiquiatra y columnista en Psyciencia, Pablo Malo Ocejo. Él nos explica que, en general, y con algunos matices, la revisión de Hengartner sintetiza bastante bien los agujeros metodológicos que minan la efectividad de los antidepresivos. Pero añade que se debe tomar con mucho cuidado en el apartado donde se liga su uso con el incremento de mortalidad, ya que de por sí la depresión se relaciona con mayor riesgo de muerte y suicidio y es muy difícil determinar (con evidencia observacional) una causalidad directa entre los antidepresivos y el incremento de la mortalidad. Esta limitación se conoce como confusión por indicación y que el propio Hengartner reconoce: “Aunque científicamente menos estricto (debido a la confusión por indicación), necesito considerar estudios observacionales bien controlados realizados por investigadores sin COI”.
Analizar la evidencia de los antidepresivos es una tarea un poco extraña. Tenemos muchos estudios publicados y muchas preguntas por responder. Todavía no sabemos con precisión qué pacientes pueden beneficiarse de este tratamiento (aquellos que no tienen acceso a terapia y que solo tienen a disposición prescripción psiquiátrica, por ejemplo) y cómo podemos adaptarlo a las necesidades especificas de cada paciente.
Con justa razón este tipo de debates y análisis deberían formar parte de las clases de psicología. No podemos seguir solo estudiando lo que dijo alguna “eminencia” hace 100 años cuando hoy tenemos debates urgentes sobre la efectividad de los tratamientos para uno de los trastornos que más afecta a la población mundial.
Nota del editor: si estás tomando antidepresivos, no los dejes ni modifiques sin consultar con tu clínico antes. Aún no hay datos definitivos sobre a qué personas pueden serle útiles o necesarios los antidepresivos, por lo cual toda decisión al respecto debe ser consultada con un psiquiatra. Existen varios tratamientos psicológicos con distintas perspectivas que han demostrado ser tan eficaces para la depresión como los antidepresivos a corto y a largo plazo (hemos mencionado algunos aquí, y en este link hay una lista más detallada), por lo cual quizá también quieras considerar preguntar a tu psicólogo o psiquiatra sobre alguno de ellos, sobre qué tan eficaz sería en tu caso y qué podrías esperar al respecto.
Fuente del estudio original:
Hengartner, M. P. (2017). Methodological flaws, conflicts of interest, and scientific fallacies: Implications for the evaluation of antidepressants’ efficacy and harm. Frontiers in Psychiatry, 8(275). https://doi.org/10.3389/fpsyt.2017.00275
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