Artículo previamente publicado en Actualidad Clínica y cedido para su publicación en Psyciencia por su autor.
La gente dedicada a la charlatanería, como lo hemos mencionado en más de una ocasión, suelen ser personas que ven la salud de las personas como una forma de hacer negocio, y no como una cuestión ética. Esto se debe a que la mayoría de los charlatanes creen que el daño a las personas sólo se provoca cuando se administran fármacos, ¿pero qué daño pueden hacer unas cuantas luces, sonidos extraños, y explicaciones pseudocientíficas del funcionamiento de la mente?
Hay productos “terapéuticos” que pasan de país en país vendiéndose como la panacea en salud mental, siendo que hace años que se ha demostrado su absoluta inutilidad, y en muchos casos los daños latentes que provocan. Productos como…
1. Cursos subliminales
La existencia de mensajes subliminales fue desmentida en la década de los noventa con múltiples experimentos que refutaron la hipótesis de que la mente podía programarse con cierta información en momentos específicos del sueño profundo. Pese a ello, existen todavía cantidad de “tratamientos subliminales” disponibles en internet con indicaciones terapéuticas tan diversas como el control del tabaquismo, incremento de la memoria, incremento de la autoestima, y hasta conversión de la homosexualidad. Sobra mencionar que no hay forma de diseñar experimentos para validar esta técnica ya que su solo mecanismo de acción se basa en supuestos irreales.
2. Biofeedback casero
El biofeedback es quizá la más exitosa encarnación del condicionamiento operante desde la terapia de exposición progresiva para el tratamiento de las fobias. El biofeedback cuenta con prácticamente todas las características de una terapia científica: experimentos de laboratorio que demuestran sus resultados, un fundamento científico sólido, efectos demostrables y medibles, así como un catálogo de indicaciones terapéuticas basados en evidencia. Todo esto ha llevado a un grupo de emprendedores a convencer a la gente que el biofeedback se basa en el uso de un aparato que hace todo el trabajo, mientras el paciente simplemente deja que pase el tiempo.
Aunque usted no lo crea, hay un mercado enorme de productos que prometen controlar el nivel de estrés, disminuir episodios de migraña, acabar con la depresión, y controlar los ataques de ansiedad con sólo una terapia de 5 minutos al día colocando un sensor en las manos que mide la conductividad eléctrica de la piel y/o el volumen sanguíneo periférico. Los más sofisticados ofrecen 4 sensores cerebrales y un DVD con un “terapeuta virtual”. Cables, pantallas de LCD a color, sensores en colores vivos y gráficas en tiempo real dan la ilusión de ser un auténtico tratamiento; nada más lejos de la realidad. Cualquier persona que se dedique al procesamiento de señales (desde radioaficionados hasta el técnico que instala la TV por cable) sabe que un sensor mal colocado, en el lugar equivocado, con la calibración equivocada, mide cualquier otra cosa, menos lo que se desea.
Toda la literatura científica que fundamenta la eficacia terapéutica del biofeedback hace referencia al biofeedback que realiza un terapeuta especializado en esta técnica, no lo que puede hacer una persona en su casa con un sensor que en el mejor de los casos mide la interferencia magnética de la habitación para diagnosticar que la persona “se está relajando”.
3. Sincronizadores cerebrales
Dando un paso más allá de la simple retroalimentación, nos topamos con este tipo de productos que se basan en una de las peores teorías heredadas de la frenología y popularizadas por autores de difusión en la década de los 90 del siglo pasado: el supuesto dominio de un hemisferio cerebral sobre el otro, y los “beneficios” que conlleva equilibrar ambos hemisferios en una armonía similar al Nirvana.
Cualquier persona que se dedica a la ciencia del cerebro sabe perfectamente que no existe tal “dominio” de un hemisferio cerebral sobre el otro, y además, que están perfectamente bien diferenciados los procesos donde la simetría y la asimetría de actividad son significativamente relevantes desde el punto de vista clínico como funcional. Pero cuasi-teorías populares como la “inteligencia emocional” han convencido a la gente de que todos tenemos en el hemisferio derecho de nuestro cráneo a un Da Vinci, y en el hemisferio izquierdo a un Einstein.
Basados en esta ficción, gente emprendedora y creativa venden una serie de productos que promueven la “integración” de ambos hemisferios para que nuestro Da Vinci juegue póker con nuestro Einstein y nos convirtamos en una especie de súper-humano capaz de dominar los pensamientos y las emociones. Una dicotomía igual de popular como falaz.
Como en el caso de las grabaciones subliminales, algo que se basa en una teoría ficticia sólo puede provocar resultados ficticios. En este caso, cantidad de gente con puestos directivos en multinacionales rusas o hindúes que ganan millones gracias a que sus hemisferios cerebrales están perfectamente bien sincronizados a través de un programa que incluye todo lo que se necesita para inducir un ataque epiléptico: ondas de audio de frecuencias ultra bajas y ultra altas, flashes estroboscópicos multicolores y música de Mozart en sesiones de 20 minutos tres veces al día.
4. Aromaterapia
Bajo la lógica de que las drogas inhaladas son las más adictivas porque llegan directo al cerebro, los promotores de productos “aromaterapéuticos” alegan actuar por la vía más rápida a las redes nerviosas (sic.) y modificar de forma casi instantánea (sic.) prácticamente cualquier desequilibrio (sic.) del sistema nervioso central.
Ponemos énfasis en nuestra paráfrasis sin intención correctiva, porque el enunciado anterior está tan lleno de imprecisiones terminológicas, conceptuales y básicas que tan sólo leer el mecanismo de acción de la aromaterapia es suficiente para que alguien con mínimos conocimientos de fisiología se dé de topes contra el monitor por ver cómo los promotores de estos productos rediseñan el Sistema Nervioso Central hasta el absurdo. Entre ellas, se alega que los productos terapéuticos poseen disueltos en sus aceites esenciales: hormonas, fitoantibióticos y “arillos energéticos”.
Este mercado es tan vasto que no pudimos revisar toda la línea de productos de una sola página de internet. El catálogo es tan amplio que se ofrecen incluso certificados de “Aromaterapueta”, y especialidades de “Masajes aromaterapéuticos” y “Temazcal aromaterapéutico desintoxicante”. Ni que decir de las velas, jabones, aceites combustibles, aceites ambientales, aceites para masaje, geles para el cabello, “kits de emergencia” (para prevenir ataques de pánico durante momentos de alto estrés durante el día según versa el portal de internet) y joyería de resinas “cargadas” con la energía de ciertas plantas y minerales.
Si bien la comunidad científica, y especialmente los estudios serios en herbolaria tradicional y remedios naturales han encontrado nula eficacia terapéutica de gran cantidad de estos remedios, un par de estudios que demuestran efectos positivos y reales de tres o cuatro aceites esenciales de plantas medicinales son utilizadas para justificar toda clase de disparates fisiológicos.
5. Hologramas energéticos
Si hay un producto que carezca de toda posible eficacia terapéutica, incluso inferior al placebo, e incluso inferior al azar, es el famoso holograma energético. Si partimos de la noción de que un holograma es una simple fotografía desde cualquier plano físico (e incluso desde una cuarta dimensión) entonces, creer que un holograma encierra energía es equiparable a la creencia de los indios que impedían se les tomasen fotografías porque éstas atraparían su alma.
Pero sabemos que para la gente emprendedora, un argumento más allá de la lógica debe ser llevado más allá de la comprensión, fundamentado por teorías que sólo dos o tres personas en el mundo podrían explicar cabalmente, y además, convirtiéndolo en una moda de la socialité. El resultado es un producto tan absurdo como peligroso. Autoridades sanitarias de distintos países, uno a uno, han ido prohibiendo la comercialización de las múltiples y diversas encarnaciones de los hologramas energéticos y sus atrevidas atribuciones terapéuticas: incrementar la memoria, mejorar el desempeño físico, balancear los hemisferios cerebrales, reducir el estrés, demorar la progresión de enfermedades crónicas y (en Sudáfrica) prevenir el contagio del SIDA.
A pesar de ello, los hologramas energéticos se venden el millones, y no en vano hay cantidad de versiones: en pulsera, pendiente, espejo para las puertas, amuleto, y libretas para el cole con un holograma que “agiliza la claridad y velocidad de la toma de los apuntes”.
Referencias:
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