Internet es una plataforma de intercambio de información poderosísima. Nadie pone en duda los grandes logros que la interconexión entre usuarios ha permitido en los últimos veinte años. Esta es sin duda una de las grandes bondades de la tecnología. Sin embargo para todo beneficio existe un costo y un riesgo, en este caso, la banalización de la metodología de investigación para dar cuenta de un fenómeno digno de investigar.
El experimento:
Tal es el caso del aclamado proyecto Before & After de Esther Honig, una autoproclamada periodista de Kansas, quien decidió hacer una investigación en torno al ideal de belleza alrededor del mundo. Para este proyecto envió la misma foto de ella misma a diseñadores de todo el mundo con una única instrucción: “hazme hermosa”. Tras recibir su foto modificada en PhotoShop por artistas de diferentes países, decidió publicar los resultados a modo de reportaje, llegando a la conclusión que “La herramienta de PhotoShop permite alcanzar un ideal de belleza que al ser sometido a un contraste global, dicho ideal aparece como ilusorio.” o dicho de otra manera, el ideal de la belleza depende de la cultura.
Pero, ¿este estudio realmente lo demuestra?
Las consecuencias:
Esther Honig recibió promoción de su proyecto en diversas fuentes y no fue sino hasta que el portal de contenido BuzzFeed publicó una narración del mismo que el fenómeno se viralizó. El artículo de dicho portal recibió más de 2.5 millones de visitas en cuestión de días y Honig recibió notas de prensa de más de 30 países reportando el proyecto. Fue entrevistada en CNN Internacional y se publicó el proyecto en los semanarios TIME, The Atlantic, Vice Mag, y The Chicago Tribune.
La duda (el poder del re-test):
¿Nunca nadie se preguntó de la fuerza estadística del experimento de Honig? Como caso único resulta interesante, pero en metodología de investigación cualitativa una de las reglas fundamentales es replicar en la medida de lo posible las intervenciones para asegurarnos de que los hallazgos no sean circunstanciales. Aquí entra en escena otra periodista, en este caso Priscilla Yuki Willson, quien realizó lo que todos los medios que golosamente reprodujeron el reporte de Honig tuvieron que haber hecho desde un principio: replicarlo.
Los resultados podrán ser contrastantes e incluso hasta contradictorios para el lector lego. Pero para los que hacemos investigación es más que obvio. ¿Qué tanto un experimento de caso único puede considerarse un retrato fidedigno de la realidad? A diferencia de Honig, Willson no obtuvo los “espectaculares contrastes” en el ideal de belleza. Tampoco encontró las notorias “pautas culturales” que de acuerdo a Honig se ponían en evidencia con su experimento. Por el contrario, Willson se topó con ediciones de PhotoShop con muchos más elementos constantes que con variaciones, incluso en regiones del mundo donde Honig había reportado que conservaban estándares de belleza basados en aspectos raciales y religiosos.
Aprendizajes:
Ninguna de nuestras dos periodistas contradice a la otra con sus hallazgos. Un resultado muy profundo y valioso se puede abstraer y es la importancia de la consideración estadística a la hora de establecer conclusiones con ejercicios cualitativos como este. Si el proyecto Before & After hubiese sido diseñado bajo un estándar metodológico, hubiéramos hecho por lo menos seis replicaciones del experimento con seis tipos de etnicidad distinta en cada modelo. Del mismo modo las fotos finales las habríamos sometido a análisis cuantitativo para comparar los rasgos más y menos modificados para cada modelo.
No cabe duda que internet es una gran herramienta para generar contenidos fascinantes como este. Pero sin directrices adecuadas, lo que suena como una gran idea pasa como un fenómeno viral que por días se vuelve nota periodística, pero que a la larga no genera ningún conocimiento pese a la gran oportunidad que su premisa representa.
Referencias
Reporte de Priscilla Yuki Willson.
Artículo publicado previamente en Actualidad Clínica y cedido para su publicación en Psyciencia.