En esas tardes de ocio cuando estamos frente a una película o detrás de una serie, por lo general y de absoluta normalidad, iniciamos un proceso de elaboración inconsciente de emociones y sentimientos con la trama. Se movilizan aspectos internos de nuestra psiquis, fibras íntimas que emergen con cada puesta en escena, según sea la experiencia e historial de vida de cada uno.
Nos sumergimos tanto en las historias que nos angustiamos, por ejemplo, por cada circunstancia adversa como ocurre en En busca de la felicidad al personaje de Chris Gardner, protagonizado por Will Smith; nos enojamos por las injusticias que los nazis cometieron en contra de los judíos en El pianista; y nos alegramos por un padre que, después de varias luchas por su discapacidad, logra tener la tuición de su hija en Mi nombre es Sam. Somos cada vez más partícipes de lo que los guionistas y directores nos quieren transmitir a través de sus escenas. Y más de alguno se deja arrastrar por sus efectos.
Por lo que no cabe duda: las historias mueven emociones. Y si no están de suerte: uno que otro psicópata. Y eso, es precisamente lo que le pasó a Otilio Castro, un lamentable incidente que nadie y ninguno de sus colegas quisiera pasar.
El agente encubierto
“¿Quién es Otilio Castro?”, se preguntará usted. Para los que no lo conocen, es un actor chileno que interpretó el año pasado a un agente de la CNI en la serie Los 80 de Canal 13 en Chile, que no se supo de su verdadera identidad hasta que la serie llegaba a su fin. En su papel terminó secuestrando a una mujer y asesinando a un hombre, ganándose el odio de algunos televidentes.
Disociación Instrumental
Ahora bien, lo que pudo habernos generado Otilio con su —elogiada— interpretación desapareció, en consecuencia, cuando apagamos el televisor. Pues supimos en ese preciso momento que se trataba de ficción: una actuación realizada por un profesional, que intentaba en lo posible proyectar un mayor realismo en su trabajo, para conmover al perceptor. Y creo que así sucedió.
Cuando una persona logra entender esta clara y necesaria diferencia entre la persona y su creación, entre el actor y su personaje, por más que a veces nuestra cabeza de momentos los confunda, significa que poseemos una buena y eficiente disociación instrumental. “¿Una qué?” Leyó bien: disociación instrumental. Que si bien en psicología operacionalmente tiene diferentes usos, tanto en la clínica como en otras áreas, la entendemos también como una cualidad cognitiva que todos poseemos y que nos permite separar la línea divisoria que existe entre la fantasía y la realidad. Salvo algunos con padecimientos confusos de conciencia que le erran.
Las amenazas
Eso es justamente lo que les ocurrió al los que decidieron llamar al actor y amenazarlo de muerte en tres oportunidades, por el odio que le generó su papel en Los 80. Otilio, asustado, como era de esperarse, entabló una denuncia en la policía.
Estos individuos, los emisores de las amenazas, con capacidades concretas de pensamiento y rasgos de desorden antisocial, presentaron un rotundo fallo en esta facultad. Es decir, no pudieron distinguir lo real de su entorno de los aspectos ficticios en la historia, de modo que fue tan grande su desprecio que quisieron darle un escarmiento telefónico al más puro estilo Scream al intérprete.
Quizás mucho de nosotros, en nuestras fantasías, queremos cometer los mismos delirios con algún actor que presenta sádicas y retorcidas acciones en una determinada cinematografía en el instante justo en que está ocurriendo. Otras veces, cuando nos falla esta disociación de forma más prolongada, salimos (digamos que del cine) con una amarga sensación con respecto al personaje que, por extensión, la transferimos al rostro del actor, quien no tuvo más culpa que interpretar el papel de manera excelente. Pero de ahí, nada pasa. Porque más allá de aquel sentimiento, nuestra psiquis de forma instantánea y subyacente ya entabló la separación.
Casos similares de corte internacional han ocurrido de en la farándula hollywoodense. Personajes de alto reconocimiento mediático a los cuales han amenazado de muerte: en ellos están Tom Cruise, Angelina Jolie y Uma Thurman, entre otros.
Incuestionablemente, sabemos que existe un margen de peligro en todas aquellas figuras que están en la palestra, más si las amenazas provienen de algún fanático con trastornos mentales. De ese grupo, en mi opinión, lo que padecen mayor grado de vulnerabilidad son aquellos que visten de máscaras y libretos, cuyo fin es hacernos vibrar con sus interpretaciones a los que estamos al otro lado de la pantalla.
Es así como funciona el mundo de las imágenes, lo bidimensional, lo ficticio y lo llevado a escena; todo un mundo de situaciones pensadas y elaboradas para que tú y yo seamos parte, simulando un montaje emocional que nos toma, con peligros de quedar atrapados si no logramos hacer a tiempo esta disociación.
Sin embargo, creo que tenemos la suficiente madurez intelectual para saber que después que las luces se apagan y bajan el telón, los personajes “duermen”, guardados en aquel singular “baúl de los recuerdos”, motivo suficiente para desligarnos y continuar con nuestras vidas. Vidas propias, con historias reales y concretas del cual preocuparnos en verdad.
Esperemos que Otilio haya olvidado aquel amargo rato y continúe arriba de las tablas. Después de todo, héroes y villanos en nuestro zapping time queremos para rato. A menos que un sociópata sin identidad y con un teléfono en la mano diga lo contrario.
Fuente: Amenazan de muerte al actor que interpretó a agente de la CNI en Los 80, El actor de “Los 80” es amenzado de muerte.
1 comentario
muy bueno..me ha ayudado a comprender una experiencia propia…
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