El periodista y profesor universitario Roberto Herrscher, escribió un buen análisis en The New York Times sobre lo que se ha ganado y perdido con las clases online. Me ha gustado mucho, porque generalmente se comparte solo una cara de un fenómeno más complejo que si bien no es nuevo, es la primera vez que se ha llevado a gran escala:
Durante más de dos décadas he sido profesor universitario. Empecé con pizarrón y tiza, pasé a las transparencias y a una tele abombada para pasar las películas en VHS, y de ahí al Power Point y a los videos de YouTube en las aulas de la Universidad Alberto Hurtado, en el centro de la capital chilena, donde hoy trabajo. Pero en este semestre desaparecieron las aulas y debimos reinventarnos.
Como casi todos los oficios, el de la educación ha cambiado con la llegada del coronavirus. Ahora, los profesores y los estudiantes llevamos cuatro meses de dar y tomar clases y exámenes a distancia. ¿Qué pasará cuando esto termine?
Hay gerentes de universidades, sobre todo privadas, que preferirían que, tras la pandemia, sigamos así, sin gastar en aulas, lugares comunes, limpieza, seguridad, luz y calefacción. En el otro costado, hay profesores de la vieja guardia que anhelan volver a la clase magistral y el pizarrón de antes, como si nada hubiera pasado.
Yo pienso que ambas opciones son malas. En esta total transformación de la educación superior perdimos y ganamos, y es hora de aprender de esto para educar y aprender mejor.