Según un nuevo estudio, los estudiantes más tolerantes a hacer trampa en el aula de clases luego tienen más probabilidades de tolerar el comportamiento poco ético en el lugar de trabajo (Brodowsky, Tarr, Ho, & Sciglimpaglia, 2019).
El estudio abordó dos preguntas: si los estudiantes toleran las trampas en el aula, ¿tolerarán también el comportamiento poco ético en sus carreras? ¿Y qué está formando estas actitudes?
Los investigadores también querían dar a los educadores una idea de lo que está sucediendo en sus aulas para que puedan desafiar, y posiblemente cambiar, las creencias de los estudiantes sobre las trampas.
Para llevar a cabo el estudio, encuestaron a cerca de 250 estudiantes universitarios de marketing de Cal State San Marcos y San Francisco State. Se les pidió que respondieran a declaraciones sobre trampas y ética como “es trampa preguntarle a otro estudiante qué se tomó en el examen” y “dentro de una empresa comercial, los fines justifican los medios.” Se les pidió elegir una respuesta en una escala que iba desde muy de acuerdo a muy en desacuerdo.
La encuesta encontró que los estudiantes que eran más tolerantes a hacer trampa en un salón de clases también demostraron una apertura al comportamiento poco ético en el trabajo.
Un estudio previo sobre la toma de decisiones éticas identificó dos rasgos, el individualismo y el colectivismo, como los factores culturales más importantes para determinar cómo las personas resuelven los conflictos de una manera que sea mutuamente beneficiosa. Eso llevó a los investigadores a medir si ser individualista o colectivista llevó a los estudiantes a ser más o menos tolerantes a las trampas.
Los resultados revelaron que los estudiantes orientados al grupo, o colectivistas, tenían una actitud más laissez-faire (dejar hacer, dejar pasar) hacia las trampas que sus compañeros de clase más individualistas. Según Brodowsky, coautor del estudio, los colectivistas quieren mantener la cohesión grupal, por lo que es más probable que estén de acuerdo con comportamientos poco éticos. Pero Ho y Brodosky también señalan que el simple hecho de ser de una cultura colectivista o individualista no define quién es un estudiante.
Su encuesta midió las actitudes individuales formadas en parte por la cultura, una distinción importante, dicen los autores. Comprender las fuerzas culturales en el trabajo podría ayudar a los profesores a desarrollar formas culturalmente sensibles para minimizar estos comportamientos poco éticos en sus aulas.
“Como profesores, necesitamos establecer el tono y decir: “esto es lo que no se recompensa en el aula” y capacitar a los estudiantes para que seguir un comportamiento ético que conduzca a mejores resultados,” dijo Brodowsky. “Entonces, cuando se gradúen y trabajen para empresas, estarán mejor equipados para evaluar esa situación.”
Referencia bibliográfica:
Brodowsky, G. H., Tarr, E., Ho, F. N., & Sciglimpaglia, D. (2019). Tolerance for Cheating From the Classroom to the Boardroom: A Study of Underlying Personal and Cultural Drivers. Journal of Marketing Education, p. 027347531987881. https://doi.org/10.1177/0273475319878810
Fuente: Psychcentral