Antonio Diéguez escribió un buen artículo para El Confidencial en el que explica por qué no existe el método científico sino varios métodos científicos y porqué la sistematizad y rigor no hacen que algo sea científico:
Podría replicarse que, aunque se empleen en la vida cotidiana, en la ciencia se usan con mucha mayor sistematicidad y rigor, y ciertamente habría que estar de acuerdo en eso. ¿Diríamos entonces que lo que caracteriza a la ciencia es la sistematicidad y el rigor en el uso de procedimientos que también son empleados fuera de la ciencia? Bueno, podría hacerse, mientras que no se considere como algo definitorio de la ciencia. No hay que olvidar que sistematicidad y rigor también puede haber fuera de ella (por ejemplo, en la filosofía o en la jurisprudencia), ni que la sistematicidad y el rigor por sí solos no hacen que algo sea científico. Mario Bunge lo mostró con un bonito ejemplo: elaboró una pequeña teoría axiomática sobre los fantasmas para hacer ver que, si alguien se empeña, puede darle apariencia de cientificidad a casi cualquier cosa.
Sino existe el método científico, entonces cómo diferenciamos ciencia de las pseudociencias:
En la actualidad, lo que se asume es que en las ciencias se emplean todas estas formas de inferencia, la deducción, la inducción, las inferencias hipotético-deductivas y la abducción, que son empleadas también fuera de la ciencia. Por tanto, ninguna de ellas por sí sola constituye El Método Científico. Pero eso no significa que no haya separación entre las ciencias y las pseudociencias o las no-ciencias. No es necesario tener una serie de reglas fijas y universales exclusivas de la ciencia para formar una idea clara de lo que es la ciencia.
En efecto, el fracaso de los criterios de demarcación entre ciencia y no ciencia propuestos a lo largo del siglo XX no llevó a los filósofos a concluir que no había diferencia alguna entre ambas cosas, sino a comprender que cualquier caracterización de la ciencia tenía que ser plural. Estamos más bien ante una cuestión contextual en la que es imposible trazar una frontera definida, pero en la que pueden determinarse una serie de rasgos o de criterios que, sin ser condiciones imprescindibles, ayudan a cualificar como más o menos científica a una teoría. Entre estos rasgos característicos algunos de los más significativos serían el realizar predicciones arriesgadas, el rigor conceptual, la exactitud, el apoyo en los hechos, la intersubjetividad, la contrastabilidad y revisabilidad, la coherencia con otras teorías científicas aceptadas y la capacidad de progreso.