La evidente crisis de salud mental ha dejado perplejo a todo el mundo, levantando dudas y reclamando acciones para atender los problemas. Ahora, las generaciones más adultas (que antes no prestaban mucha atención a estas cuestiones) se ven obligadas a unirse al movimiento de una u otra forma, ya que la urgencia del asunto perjudica a las poblaciones más vulnerables: los niños y los jóvenes.
A nivel global, el 15% de la población infanto juvenil experimenta problemas de salud mental. Esto quiere decir que, más de 168 millones de niños y adolescentes entre los 10-19 años viven con alguna condición mental. La depresión, ansiedad y trastornos conductuales representan la principal causa de discapacidad para los adolescentes, siendo el suicidio la cuarta causa principal de muerte para aquellos entre los 15-29 años.
Es un asunto extremadamente alarmante que desconcierta no solo a padres de familia, sino a los educadores, profesionales de la salud y políticos, por nombrar algunos. Como terapeuta infantil, soy testigo de la creciente demanda para resolver situaciones psicológicas que permean el bienestar integral de las familias. Nos hemos ocupado de estudiar estadísticas, revisar literatura e investigaciones, y analizar tendencias globales continuamente para estar al tanto de cómo proceder.
A través de toda esta inquietud, las escuelas están bajo la lupa para juzgar cómo “solucionan” estas dificultades. Los sistemas escolares están bajo más presión para cambiar las iniciativas que, con mucha esperanza, transforman el panorama. Se han implementado distintas estrategias novedosas; talleres de mindfulness, asesorías grupales e individuales, conferencias psicoeducativas, etc. En algunos países, hasta se han implementado talleres completos basados en la terapia cognitivo conductual.
¿Han funcionado estas intervenciones? ¿Hasta qué grado han logrado mejorar la situación?
Sorprendentemente, varios estudios han encontrado que estas estrategias pueden ser contraproducentes. Todos los talleres, las clases, la difusión en redes sociales, ¿Realmente ayudan a los estudiantes? ¿Se está cumpliendo el propósito? No cabe duda que generan un impacto, en su mayoría positivo, y que se basan en las mejores intenciones. Sin embargo la Dra. Lucy Foulkes – psicóloga e investigadora de la Universidad de Oxford – se ha encargado de explorar estas preocupaciones.
Como investigadora del Departamento de Psicología Experimental en Oxford, la Dra. Foulkes indaga cómo es que estas medidas están incrementando las posibilidades de que los jóvenes reporten síntomas de malestar psicológico. En algunos casos, ha observado que los síntomas pre existentes pueden empeorar inadvertidamente.
En la entrevista realizada por Irena Barker, Foulkes comparte datos significativos que ha encontrado, y pone sobre la mesa enfoques interesantes para innovar las alternativas.
Para empezar, la doctora describe uno de los estudios más relevantes que arroja luz sobre el problema. El análisis MYRIAD involucró a más de 28,000 niños, 650 maestros y 100 escuelas para estudiar el efecto de las intervenciones mindfulness. Se encontró que los estudiantes que participaron en el grupo experimental reportaron más síntomas de hiperactividad e inatención, tanto al final del estudio como un año después de la práctica. Además, reportaron más síntomas de trastornos de pánico y trastornos obsesivos-compulsivos. Los maestros también reportaron síntomas relacionados con malestar emocional; aunque estos efectos fueron menores. Desafortunadamente también se reveló que los jóvenes con síntomas preexistentes de malestar mental reportaron un pequeño aumento de síntomas depresivos, y su sentido de bienestar disminuyó en comparación con el grupo de control.
El experimento no demostró que las sesiones de mindfulness fueran específicamente mejores para la salud mental en comparación con las medidas existentes para la formación emocional, ni que fueran más accesibles económicamente. De manera similar, otros estudios han comprobado que las intervenciones basadas en la terapia cognitivo-conductual tienen un pequeño pero significativo aumento en el reporte de síntomas depresivos y de ansiedad.
Queda claro que hay varios experimentos que demuestran la ineficacia de ciertas estrategias para resolver la crisis de salud mental. Es por esto que la Dra. Foulkes emplea todo su esfuerzo en entender por qué algunos jóvenes están empeorando después de recibir apoyo académico, el cual suponía un auxilio para su bienestar.
Su trabajo en Oxford se enfoca en analizar cuáles grupos son más vulnerables para desarrollar síntomas, cuáles reportan un incremento de salud, quiénes permanecen “igual” o quiénes señalan un claro deterioro. A pesar de que no han delimitado los factores que predicen estas tendencias, hay un punto prometedor en su investigación: están priorizando la voz de los adolescentes.
Se han realizado entrevistas para comprender la perspectiva de los jóvenes, hacia las mencionadas estrategias de intervención, y esto arroja luz sobre las cosas que tal vez sí podríamos cambiar.
Algunos estudiantes piensan que las campañas de salud mental son interesantes, otros las consideran aburridas o hasta irrelevantes. Uno de los elementos más interesantes es que perciben una gran hipocresía por parte de las instituciones, ya que a los alumnos les resulta incoherente que les inviten a “cuidar de su salud mental” cuando son las mismas asignaturas académicas que aumentan los síntomas de estrés.
Sumado a ello , la influencia de la tecnología es indiscutiblemente un factor a considerar. El bombardeo de información, la presión social y la comparación inmediata a otras realidades, han fomentado muchas controversias sanitarias. Existe mucho contenido en redes sociales que contribuye al autodiagnóstico, incitando en los jóvenes un sentido de pertenencia colectivo a través de “síntomas compartidos”. La modernización de los servicios de salud ha puesto en riesgo el diagnóstico apropiado y el cuidado de los términos. Estudios han demostrado que el exponer directamente los diagnósticos – por ejemplo, “explicar” en videos de 15 segundos los indicadores de ansiedad – simplemente aumenta la vulnerabilidad para desarrollarla.
Tomando todo esto en cuenta, ¿Qué medidas pueden tomar las escuelas para transformar las intervenciones? En resumidas cuentas, es crucial mantenerse informados sobre la evidencia científica que hay detrás de las campañas que contratan. Revisar las teorías de las estrategias que implementan en los institutos, y evitar basarse en meras opiniones personales. “Las escuelas deben resistirse a la idea de que hacer algo siempre es mejor que no hacer nada” explica la Dra. Cuando las medidas no se fundamentan en evidencia asertiva, los efectos son notablemente peores, por lo que no solo es un desperdicio de recursos y tiempo si no una inmediata exposición a los alumnos.
Adicionalmente, es sumamente importante que el sistema educativo sea receptivo a la experiencia de los jóvenes. En cuanto a la percibida hipocresía, del estrés y los intentos por ayudarlos, hay una enorme área de oportunidad para mejorar. Las escuelas deberían considerar observar su sistema en lugar de procurar estas intervenciones hasta el final, cuando la crisis ya está sucediendo. Valdría la pena revisar el diseño curricular que gira en torno a la “obsesión” con las calificaciones, exámenes y pruebas de satisfacción.
Me parece que la información existente y los estudios en curso son extremadamente novedosos y prometedores, pues están creando premisas de trabajo totalmente diferentes a lo que estuvimos contemplando, tan solo 5 años atrás. Cambiar la forma de comunicación, la inmediatez de temas delicados en redes sociales, y la escucha activa son pequeños elementos que sin duda podemos implementar.
Referencias:
- Irena Barker. (2024). Pupil mental health: what works in schools – and what doesn’t. https://www.tes.com/magazine/teaching-learning/general/pupil-mental-health-what-works-in-schools
- Kuyken, W., Ball, S., Crane, C., Ganguli, P., Jones, B., Montero-Marin, J., Nuthall, E., Raja, A., Taylor, L., Tudor, K., Viner, R. M., Allwood, M., Auckland, L., Dunning, D., Casey, T., Dalrymple, N., De Wilde, K., Farley, E., Harper, J. Williams, J. M. G. (2022). Effectiveness and cost-effectiveness of universal school-based mindfulness training compared with normal school provision in reducing risk of mental health problems and promoting well-being in adolescence: the MYRIAD cluster randomized controlled trial. Evidence-Based Mental Health, 25(3), 99-109. 10.1136/ebmental-2021-300396
- Mental health of adolescents. (2021, World Health Organization. https://www.who.int//news-room/fact-sheets/detail/adolescent-mental-health/?gad_source=1&gclid=CjwKCAjwps-zBhAiEiwALwsVYc2yHs2hcZmIeP6-VnFt71V7TuRrLYWLCH51GEusvYTEGF6OwzzrDBoChd0QAvD_BwE
- Rockville, (. (2022, National Healthcare Quality and Disparities Report. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK587174/#:~:text=Prevalence,disease%20in%20this%20age%20group.