Una de las cosas que más te sorprenden cuando trabajas en las casas de los pacientes es darte cuenta de la inmensa información que contiene un espacio tan pequeño. No puedes contar con esa información porque ni siquiera la has preguntado. O ni siquiera los pacientes se han atrevido a verbalizarla.
Observas con cautela y esperas al momento en el que decidirán transmitirte que su hijo de 10 años aún duerme con ellos en su cama, cosa que no te sorprende al ver el cuarto del niño inutilizado y reemplazado como trastero. Buscas cuando será el mejor momento para preguntar dónde está el padre que parece no existir. Algo que ya sabías echando un vistazo a las fotos del salón.
Tampoco es raro que te inviten a fumar, a una boda, o a tomar un café. Aprendes a decir que no de forma respetuosa ante cada una de las situaciones que se presenta de forma espontánea: “Gracias, pero no me imagino como estaría mi tensión si me tomara un café en todas las casas a las que voy…”, “Enhorabuena por la boda, pero justo ese fin de semana tengo ya un vuelo reservado a Londres”.
Muchas emociones entre paredes
Todo lo vivido es intenso. Desde los mayores logros, como cuando ves a una persona salir de su cuarto después de 6 meses, una madre se da cuenta de que su hijo autista le ha mirado a los ojos por primera vez o un anciano recupera su sonrisa; hasta las situaciones más dolorosas, como cuando una familia descansa ante el fallecimiento de un enfermo crónico, un adolescente hace volar sillas y libros por encima de tu cabeza o una pareja decide separarse para siempre y transmitirselo a sus hijos.
Y es que no te puedes olvidar que estás en su territorio, en su zona de confort. Estas rodeada de sus paredes donde cuelgan recuerdos y vidas. Estás donde se comportan tal y como son. Donde no pueden esconder nada. Estás en el lugar donde están abiertos a ti para que veas y sientas con ellos sus dificultades.
Las razones son parecidas, pero las personas no
Al principio me hacía siempre las mismas dos preguntas: ¿por qué alguien te invita a pasar por su puerta y que veas lo más íntimo de su familia?, ¿por qué la intervención domiciliaria?
Después lo entendí todo. Lo hacen porque necesitan ayuda. Porque todos tenemos problemas pero no todos luchamos del mismo modo. Porque no todo el mundo tiene la capacidad de expresarse con palabras y describir situaciones humanas que se viven con dolor. Porque muchas veces ni salen las palabras.
La psicología a domicilio es un estilo de vida
Creo que he encontrado el sentido a mi vida. He aportando mi granito de arena y cambiando el concepto de la psicología distante, estigmatizada, por otro más cercano, humano, adaptable a las personas y eficaz.
No he sido la primera en hacer psicología en el domicilio ni seré la última. No he inventado nuevas técnicas de trabajo, ni he falseado las que ya existen y funcionan. Solo he cambiado las reglas del juego, el contexto de la intervención. Se lo he contado a mucha gente y he crecido como profesional y persona. He ayudado de forma distinta tanto a psicólogos que aman su profesión y quieren trabajar de ella, como a pacientes que tienen múltiples y diversas necesidades.
Y tú, ¿qué opinas de la psicología a domicilio?
Natalia Pedrajas Sanz es directora de APEC una organización especializada en la asistencia psicoterapéutica a domicilio.