“¿Es posible que el extremo pensamiento y el sufrimiento extremo abran el mismo horizonte? ¿Es posible que sufrir sea, en definitiva, pensar?”
Maurice Blanchot, escritor francés
El concepto “Altas Capacidades Intelectuales” hace referencia a un conjunto de competencias de carácter innato especialmente desarrolladas en un individuo, lo cual le habilita para situarse, a partir de la medición de su cociente intelectual (CI), por encima del rango de puntuación normal. La Escala de Inteligencia de Stanford-Binet sitúa dicho rango entre 90 y 109, y la Escala de Wechsler, entre 91 y 110. Se distinguen, además, grados de superdotación: un CI mayor a 110 es indicativo de “inteligencia superior”; a partir de 120, se considera que el individuo posee una “inteligencia muy superior”, mientras que igualar o rebasar una puntuación de 140 es sinónimo de “genialidad”.
Una alta capacidad intelectual a menudo se relaciona con una vida de éxito en el ámbito profesional, una agilidad mental privilegiada que facilita la resolución de problemas o una plasticidad cerebral excepcional, cualidades que contribuyen a que un CI elevado sea generalmente visto como un atributo ventajoso; sin embargo, para quienes experimentan en carne propia la condición de ser intelectualmente superiores, la realidad pinta distinto e, incluso, es válido preguntarse si el poseer altas capacidades no es más bien una maldición.
“Un vocabulario sofisticado y un sentido del humor avanzado pueden ser la causa de que un niño superdotado sea malentendido, lo cual llega a generar en ellos un sentimiento de inferioridad y rechazo”
Carol Bainbridge, psicóloga experta en niños superdotados
Existe una amplia lista de paradigmas asociados con la alta capacidad intelectual que comprenden desde la etapa del desarrollo infantil hasta la adultez. Se espera, por ejemplo, que el niño superdotado sea un alumno brillante, despierto, participativo, y que de adulto ocupe una posición de trascendencia social, donde realice aportes significativos en algún campo de las ciencias. No obstante, y he aquí la gran paradoja, suele darse todo lo contrario. El niño con altas capacidades puede llegar a ser un pésimo estudiante bajo la lupa de sus profesores, un “rarito” a los ojos de sus compañeros y un dolor de cabeza para el entorno familiar, que al ignorar la causa de su particular comportamiento tiende a etiquetarle de “problemático” y tomar medidas poco convenientes en su trato. Este drama al que se ven sujetos los niños intelectualmente superiores emana de la premisa básica de que, a nivel cognitivo, poseen una estructura mental que difiere significativamente de la media, lo cual confluye en dificultades o limitaciones en su adaptación social.
El superdotado está, a menudo, solo contra el mundo
Acoso escolar, problemas de integración, carencia de habilidades sociales, fracaso escolar, estigmatización, depresión, ansiedad… el superdotado está, a menudo, solo contra el mundo, víctima de un sistema que no le comprende y del cual está condenado a sentirse excluido. Muchos desconocen su condición hasta la etapa adulta, y en un análisis retrospectivo hallan, por fin, explicación a la problemática llevada a rastras toda una vida. La causa de su infelicidad: altas capacidades.
“Tener 8 años y un cociente intelectual de 130 es lo mismo que tener una edad mental de 10 años. Esto supone que no encajas, ni con tus compañeros de clase de 8 años ni con los planes de estudios para niños de 8 años, porque tú tienes 10”.
Carmen Sanz Chacón, psicóloga clínica especialista en superdotación
La psicóloga española Carmen Sanz Chacón, autora del libro La Maldición de la Inteligencia y directora de la fundación “El Mundo del Superdotado”, enfatiza tanto en la importancia de la detección temprana de las altas capacidades intelectuales como en la necesidad de que existan vías de educación especial para quienes la metodología tradicional de enseñanza no basta. Las deficiencias de un sistema educativo que trata al superdotado como a un niño ordinario convergen en un penoso desaprovechamiento de potencial humano impulsado por la falta de motivación que supone, para el niño con CI elevado, la ausencia de estímulos adecuados y consecuente tendencia al aburrimiento. La situación empeora cuando no se cuenta con el apoyo de la familia o cuando, erróneamente, se diagnostica al superdotado con TDAH (Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad) y se da por solución medicarle para evitar que siga causando problemas. Pueden llegar a desarrollarse, además, psicopatologías, comúnmente trastornos del estado de ánimo o trastornos de ansiedad enraizados en un sentimiento de frustración debido a la incomprensión del entorno.
Capacitar a padres y maestros en el tema es fundamental para una disminución de las dificultades que afrontan
En los casos más graves, cuando existe depresión clínica, hay un alto riesgo de suicidio.
¿Cómo son los niños con altas capacidades?
“Es importante que la gente sepa que no hay unas características físicas exteriores claras que nos indiquen: este niño es, este niño no es. No es el niño sabelotodo que sale en algunos programas de televisión. Este no necesariamente es el niño superdotado”.
Francisco Gaita, psicólogo especialista en altas capacidades
En el libro A Parent’s Guide to Gifted Children (Webb, Gore, Amend & DeVries, 2007), escrito por un equipo de colaboradores encabezado por James T. Webb, eminencia en el estudio de las altas capacidades intelectuales, se enlistan 23 características comunes en los niños con esta condición, entre las cuales tenemos:
- Estado de alerta inusual desde la infancia.
- Aprendizaje rápido; capacidad para asimilar conceptos velozmente.
- Vocabulario inusualmente amplio y estructuración gramatical compleja para su edad.
- Comprensión avanzada de la composición de las palabras, metáforas e ideas abstractas.
- Disfrutan resolviendo problemas relacionados con números y acertijos.
- Son autodidactas; muestran habilidades tempranas de lectura y escritura.
- Pensamiento abstracto, complejo, lógico y perspicaz.
- Impacientes consigo mismos y con la incapacidad y lentitud de los demás.
- Hacen preguntas inquisitivas; van más allá de lo que se les enseña.
- Amplio rango de intereses (aunque a veces muestran interés extremo en un área concreta).
- Altamente curiosos; hacen preguntas ilimitadas.
- Interés en experimentar y hacer cosas diferentes.
- Tendencia a vincular ideas u objetos de manera inusual (pensamiento divergente).
- Sentido del humor inusual, particularmente con los juegos de palabras.
- Deseo de organizar cosas y personas a través de juegos complejos u otros esquemas.
- Amigos imaginarios (niños en edad pre-escolar); imaginación vívida.
Se enfatiza en la relatividad y flexibilidad de las características mencionadas, debido a la variabilidad que existe entre un caso y otro; son, sin embargo, patrones de conducta que los padres y maestros deben estar capacitados para identificar bajo sospecha de superdotación.
“A mí el colegio siempre me ha gustado por el esfuerzo intelectual. Ahora, por lo que es el contacto con la gente, la mayoría de las veces no me gustaba nada (…) Es no poder entenderte con nadie, sentirte como un marciano”.
Testimonio de Elisa, joven superdotada
Las altas capacidades son, finalmente, un arma de doble filo. La utilidad de poseer un CI elevado es incuestionable, no obstante varía en gran medida de un individuo a otro y está sujeta a la influencia de factores externos que no siempre son favorables. El capacitar a padres y maestros en el tema de la superdotación e instaurar en ellos una noción básica del reconocimiento de niños con altas capacidades es fundamental para una disminución, en lo posible, de las dificultades que afrontan y por las cuales se ve mermado su desarrollo intelectual y social.
Sin duda, cuesta imaginarse un futuro prometedor si hoy, en el presente, no se cultivan las grandes mentes que han de contribuir a la materialización de los logros del mañana. En palabras del psicólogo y psiquiatra suizo Carl G. Jung (1943, p. 141):
“Los niños superdotados son el fruto más hermoso del árbol de la humanidad, pero también son los que corren mayor peligro, pues cuelgan de sus ramas más frágiles y con frecuencia se rompen”.
Atemos bien esas ramas.
Referencias:
Jung, C. (1943), The Gifted Child. Carl Gustav Jung, Collected Works. Volume 17: The Development of Personality. Estados Unidos:Editorial Pantheon.
Sanz Chacón, C. (s.f.), Blog el mundo del superdotado.
Webb, J., Gore, J., Amend E. & DeVries A. (2007), Characteristics of Gifted Children: A Parent’s Guide to Gifted Children. Estados Unidos:Editorial Great Potential Press, Inc.