El uso inapropiado de las nuevas tecnologías podría producir efectos perjudiciales sobre los usuarios. Así, estudios han demostrado, por ejemplo, que comer en frente de la TV (o una distracción similar) puede incrementar tanto el hambre como la cantidad de alimento consumido. Aún más, tal como se desarrollará a continuación, tales distracciones podrían “inhibir la formación de memoria de una comida reciente.”
En los últimos años, un creciente cuerpo de investigación ha demostrado que el apetito y la ingesta de alimentos están influenciados por una serie de factores además de nuestra necesidad biológica de la energía, incluyendo la percepción que tenemos de la comida en frente nuestro. Del mismo modo, la ingesta alimentaria de la población parece ser susceptible a su entorno, como la conducta alimentaria – y el tamaño del cuerpo – de sus compañeros de comedor. Incluso señales visuales simples, como el tamaño del plato y la iluminación, se ha demostrado que influencian en el tamaño de la porción y el consumo (hechos de los cuales podrían sacan ventajas quienes se encuentran en los negocios de la alimentación).
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Un nuevo estudio, publicado en la revista PLoS ONE, añade un nuevo giro al sugerir que nuestra memoria a corto plazo también puede desempeñar un papel en el apetito. Los autores del estudio encontraron que varias horas después de una comida, los niveles de hambre de la gente no se prevén por lo mucho que comieron sino por la cantidad de comida que habían visto frente a ellos. En otras palabras, cuánto recordaban haber comido.
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Así es como el experimento funcionó: Los investigadores del Reino Unido mostraron a 100 adultos un plato que contenía una pequeña (10 oz.) o una gran porción (17 oz.) de sopa de tomate y les pidieron que comieran toda la porción. Sin embargo, la mitad de los participantes comieron más o menos de lo que sus ojos les llevaron a creer, gracias a un tubo oculto que imperceptiblemente llenaba o vaciaba el recipiente.
Inmediatamente después de haber consumido la comida, los niveles de hambre de los participantes dependieron de la cantidad de sopa que había consumido. Los que habían comido la porción grande fueron más propensos a reportar sensación de saciedad – una respuesta predecible a las señales enviadas por el estómago y el intestino después de una comida, dicen los investigadores.
Dos o tres horas después, sin embargo, los sentimientos de saciedad de los participantes estuvieron relacionados únicamente a la cantidad percibida de la sopa consumida. Independientemente de la cantidad de sopa que en realidad habían tomado, aquellos que creían que consumían 17 oz. reportaron tener menos hambre, en promedio, que aquellos que pensaban que consumieron 10 oz. “Esta disparidad basada en el tiempo sugiere que la memoria de nuestra comida anterior puede tener una mayor influencia sobre el apetito que el tamaño real de la comida”, dice Jeffrey M. Brunstrom, autor principal del estudio y profesor de psicología experimental en la Universidad de Bristol.
“El hambre no es controlado exclusivamente por las características físicas de una comida reciente. Hemos identificado un papel independiente de la memoria para esa comida”, dice Brunstrom. “Esto demuestra que la relación entre el hambre y la ingesta de alimentos es más compleja de lo que pensábamos”.
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Estos hallazgos hacen eco de investigaciones anteriores que sugieren que nuestra percepción de la comida a veces puede engañar a la respuesta de nuestro cuerpo ante ella. En un estudio de 2011, por ejemplo, las personas que bebieron un mismo batido de 380 calorías en dos ocasiones separadas, produjeron diferentes niveles de las hormonas relacionadas con el hambre, dependiendo de si la etiqueta del mismo decía que contenía 620 ó 140 calorías. Además, los participantes reportaron sentirse más llenos cuando pensaban que habían consumido un batido más alto en calorías.
“Hemos sabido durante muchos años que nuestros ojos son más grandes que nuestro estómago, pero puede que sea más exacto decir que nuestros ojos cuentan a nuestros estómagos una historia”, dice Susan Albers, psicóloga clínica del Centro de Salud de la Mujer en la Clínica Cleveland en Wooster, Ohio, y autora de Eating Mindfully (Comiendo Conscientemente). “Pensamientos como ‘Esa es una porción pequeña” o “Esa fue una enorme porción” codifican la memoria en nuestras mentes de una manera determinada que tiene un impacto significativo en la forma en que comemos más tarde.”
¿Qué significa esto para nuestros hábitos alimenticios?
Aunque parece poco práctico engañarnos a nosotros mismos comiendo menos de lo que pensamos que estamos comiendo, los nuevos hallazgos destacan las ventajas de centrarse en los alimentos y evitar la televisión y múltiples tareas mientras se come. Tales distracciones, Brunstrom dice, pueden “inhibir la formación de memoria de una comida reciente.”
Las llamadas estrategias del comer conscientemente pueden combatir las distracciones y nos ayudan a controlar el apetito, dice Albers:
“Toma tres segundos para mirar de cerca lo que estás comiendo”. “Piensa por un momento acerca de las palabras que vienen a la mente: pequeño, relleno grande, etc”. “Tomar un momento para codificar consciente y reflexivamente esta comida en tu memoria hará que sea más probable que recuerdes lo que has comido más tarde.”
Muchas de nuestras decisiones sobre los alimentos son hechas “en piloto automático”, añade Albers. “Para tener un mejor control, tenemos que empezar a ser más conscientes de lo que comemos y activamente recordarlo después.” En otras palabras, prestar atención a lo que comes puede ayudarte a evitar comer en exceso, lo que podría terminar ayudando a tu cintura.
Fuente: Healthland.time.com; PLoS ONE.