Por más de un siglo, la figura del psicópata ha habitado los márgenes de la ciencia, el crimen y la cultura popular: el asesino frío, encantador, que no siente culpa ni remordimiento. Pero más allá del estereotipo cinematográfico, la psicopatía como constructo clínico y de investigación sigue evolucionando. Un nuevo estudio publicado en Scientific Reports sugiere que el origen de la insensibilidad emocional en personas con rasgos psicopáticos podría estar, al menos en parte, en su relación con el dolor físico: sienten menos, y por eso entienden menos lo que sienten los demás.
El trabajo fue realizado en los Países Bajos por Dimana V. Atanassova y su equipo. Reclutaron a 74 personas sanas —con un promedio de edad de 32 años y en su mayoría mujeres— para explorar el vínculo entre la sensibilidad al dolor propio y la capacidad de empatizar con el dolor ajeno. Usaron distintos tipos de estímulos físicos (choques eléctricos, presión en el cuerpo y agua fría a 2 °C), junto con pruebas psicológicas que miden empatía, miedo al dolor y rasgos psicopáticos.
Lo que encontraron fue claro: las personas que mostraban puntuaciones más altas en rasgos psicopáticos eran menos sensibles al dolor eléctrico y reportaban menor miedo al dolor en general. A su vez, esas mismas personas tendían a subestimar cuánto dolor sentían otros al observar imágenes de escenas dolorosas. En términos simples: si te duele menos, es probable que creas que a los demás también.
No es que estas personas no puedan identificar el sufrimiento ajeno; lo hacen, pero tienden a minimizarlo. Y esa minimización no necesariamente es parte de una estrategia manipuladora, como muchas veces se asume. Puede ser una proyección directa de cómo procesan sus propias sensaciones físicas. El hallazgo clave del estudio es que esta cadena —menos dolor personal, menos miedo, menos empatía— parece ser especialmente relevante en el caso del dolor eléctrico. Curiosamente, la insensibilidad al frío o a la presión no mostró la misma asociación.
Los autores también dividieron los rasgos psicopáticos en dos dimensiones: los de estilo de vida (impulsividad, búsqueda de estimulación, irresponsabilidad) y los interpersonales (manipulación, grandiosidad, superficialidad emocional). Solo los primeros se asociaron con menos empatía al ver imágenes dolorosas desde una perspectiva personal, mientras que los rasgos interpersonales mostraron una relación contraria. Esto sugiere que no todos los caminos hacia la psicopatía son iguales ni conducen al mismo tipo de desconexión emocional.
Aunque los resultados son estadísticamente modestos y se basan en una muestra pequeña, abren un espacio para repensar el vínculo entre la experiencia corporal y la vida moral. La empatía no es solo una construcción cognitiva o cultural: también tiene raíces sensoriales. Sentir tu propio dolor —reconocerlo, temerlo, tolerarlo— parece ser un componente importante para comprender el de los demás.
¿Y si parte del problema con las personas más crueles, frías o peligrosamente indiferentes no es que ignoran el dolor ajeno, sino que simplemente no lo sienten en su propia piel?
Como siempre en ciencia, faltan piezas. No sabemos si una menor sensibilidad al dolor es una causa, una consecuencia o simplemente un rasgo asociado con la psicopatía. Tampoco está claro si entrenar la conciencia del dolor propio podría aumentar la empatía en quienes carecen de ella. Pero sí sabemos que este tipo de investigaciones nos obliga a mirar más allá de las etiquetas clínicas o las narrativas simplificadas.
Quizás, en última instancia, entender a los demás comienza con entender lo que sentimos nosotros. Incluso —y especialmente— cuando duele.
Referencia: Atanassova, D.V., Brazil, I.A., Tomassen, C.E.A. et al. Pain sensitivity mediates the relationship between empathy for pain and psychopathic traits. Sci Rep 15, 3729 (2025). https://doi.org/10.1038/s41598-025-87892-x