Como sabemos, uno de los valores más importantes en la sociedad actual es el del cuidado de la salud. Cuántas veces hemos escuchado esa frase de “lo importante es tener salud”, y cierto es, que cuidarse es muy importante. El problema es que en algunas personas llega a ser una preocupación que les genera un gran malestar y que llega a ser demasiado recurrente.
La hipocondría o ansiedad por la salud consiste en una” preocupación y miedo a tener, o la convicción de padecer, una enfermedad grave a partir de la interpretación personal de síntomas somáticos”.
Además, esta preocupación persiste a pesar de las exploraciones y explicaciones médicas apropiadas.
Las personas que sufren este problema centran la atención continuamente en los diferentes síntomas que todo cuerpo humano percibe sobre su propio funcionamiento. Por poco que nos prestemos a ello, captamos latidos del corazón, ruido intestinal, movimientos reflejos, sudoración, calor, frío, tensión, eccemas, protuberancias y un largo etcétera. Para el hipocondriaco son síntomas que interpreta como el desarrollo de una patología grave, que seguramente tendrá un desenlace dramático.
Una secuencia típica sería: notar un dolor en el brazo, pensar “seguro que es cáncer”, “tendrán que operarme”, “seguro que la operación sale mal”. Evidentemente, estos pensamientos generan gran malestar y ansiedad. Para calmar esa ansiedad y mitigar los pensamientos la persona realiza una serie de conductas como por ejemplo buscar en internet sus “síntomas” o tomar un ansiolítico.
ORÍGEN (sensación física= peligro)
Como la mayor parte de los problemas emocionales, la hipocondría tiene un origen aprendido. Es decir, en algún momento de su vida la persona empezó a ver sus dolores o sensaciones como síntomas. Poco a poco, fue asociando las sensaciones físicas con peligro. Es lo que en psicología llamamos condicionamiento clásico o aprendizaje por asociación.
Este tipo de aprendizaje aparece en situaciones de nuestra vida cotidiana, tanto positivas como negativas. Por ejemplo cuando escucho una canción y me aporta emociones agradables porque la asocio a un momento en el que estaba feliz. O si a una persona le ha atacado un perro y cada vez que ve uno se aleja porque ha aprendido que son peligrosos a raíz de esa experiencia.
Este aprendizaje, que nos lleva a presentar ansiedad por la salud, puede surgir por diferentes motivos:
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Enfermedad prematura: personas que han padecido enfermedades a edades tempranas o durante un largo periodo de tiempo.
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Modelos: casos en los que alguna persona significativa presentaba gran preocupación por la salud.
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Negligencias médicas: personas que han sufrido algún error médico.
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Información médica: diagnósticos comunicados de manera brusca o campañas de salud demasiado efectivas
En todos los ejemplos anteriores, se aprende que la enfermedad es algo real y muy peligrosa. Normalmente se generaliza la enfermedad a cualquier sensación física que presente nuestro cuerpo, por lo que el resultado final es:
MANTENIMIENTO
Cuándo nos preocupa algo, se presentan pensamientos negativos y recurrentes respecto a ese tema. Estos pensamientos nos llevan a sentir sensaciones físicas desagradables. Normalmente, si aguantamos un tiempo ese malestar, éste tiende a bajar. Si es algo importante para nosotros, tardaremos más tiempo en sentir alivio, pero la intensidad de esas sensaciones siempre baja.
Una persona con una excesiva preocupación por la salud, presenta los pensamientos y sensaciones anteriormente comentados. Para cortar esa ansiedad o malestar realiza una serie de conductas que llamamos escapes o evitaciones. Éstas pueden ser mirar en internet, ir al médico, pregunta a su madre, tomar ansiolíticos, no hablar de enfermedades…
A corto plazo, esas conductas generan un alivio. A largo plazo están siendo lo que mantiene el problema. Si las realizamos nuestro cerebro no puede desconectar sensación física=peligro y además no comprobamos que lo que tememos no sucede. A este proceso lo llamamos “trampa de la ansiedad”.
Como podemos ver, la solución pasaría por no realizar esas conductas. El problema es que si tengo pensamientos tan dramáticos es normal que me preocupe e intente cortar esa ansiedad.
Sentir ansiedad es algo adaptativo ya que nos protege de situaciones peligrosas. Por este motivo, nuestro organismo la activará cuando “salte la alarma”. Por ello, cuando tenemos pensamientos tan negativos sobre los “síntomas” es muy difícil no realizar las conductas de seguridad.
PENSAMIENTOS EN HIPOCONDRÍA
Los pensamientos que aparecen en la hipocondría suelen ser: “seguro que es una enfermedad grave”, “seguro que es un tumor”, “seguro que es un infarto”, “seguro que los resultados médicos son negativos”, “seguro que el médico se equivoca”…
Evidentemente, cualquier persona que tenga este tipo de pensamientos sentiría una gran ansiedad.
En general, los pensamientos irracionales o que nos hacen daño vienen de manera muy extrema, en términos de todo-nada, siempre-nunca.. o es blanco o es negro. Por ello nos generan emociones muy fuertes y difíciles de controlar.
Si la persona con este problema es capaz de identificar estos pensamientos ya tiene mucho ganado. El siguiente paso será ver que estamos dando una probabilidad del 100% a que el “síntoma” sea algo grave, y esa gravedad también será del 100%. Por ejemplo, asumimos que el dolor de cabeza es algo malo, ese “algo malo” es un tumor y ese tumor será mortal.
En la consulta, mediante la terapia cognitiva, te enseñaremos una manera sistemática de ir quitándole fuerza a esos pensamientos.
Parece muy difícil porque llevan mucho tiempo contigo y son muy intensos pero con constancia conseguirás poco a poco ver las cosas de una manera más objetiva.
CONDUCTAS EN HIPOCONDRÍA
Los pensamientos que hemos comentado anteriormente nos aportan ansiedad y, como hemos explicado, si aparece la señal de alarma, nuestro cuerpo pondrá en marcha una serie de conductas para “ponernos a salvo” y cortar esa ansiedad.
En el momento en el que los pensamientos tengan un grado de credibilidad más bajo, podremos empezar a dejar de hacer esas acciones que como hemos visto son las que están manteniendo el problema.
En hipocondría estas conductas suelen ser:
Anticipación: El temor ante la incertidumbre, enfermar de gravedad en el caso del hipocondríaco acaba resolviéndose a menudo anticipando los escenarios posibles. Piensan que si preveen el “peligro” podrán solucionarlo. El problema es que, de esa manera, estaremos constantemente adivinando el futuro y temiendo algo que tiene una probabilidad muy baja de ocurrencia.
Atención focalizada: La persona con hipocondría centra su atención en las sensaciones de su cuerpo. Esto puede hacer que aparezcan “síntomas” nuevos. Por ejemplo, ahora mismo no estás notando tu pie derecho, pero si te pido que le prestes atención, empezarás a notar cosquilleo, que te aprieta el zapato, alguna herida…
Comprobación: una de las conductas que alivia la ansiedad que producen las sensaciones es la de comprobar “que no es nada”. De este modo, la persona con hipocondría se mirará en el espejo, se tocará la zona que piensa que está afectada, revisará partes de su cuerpo para cerciorarse de que siguen igual, etc.
Reaseguración: por los motivos anteriores, una conducta típica es la de preguntar a algún familiar sobre los “síntomas”, buscarlos en Internet, llamar al médico o ir al hospital.
En conclusión, la terapia se va a centrar en trabajar los pensamientos para que podamos dejar de realizar las acciones. Cuando bajemos la credibilidad de esos pensamientos será mucho más fácil quitar las conductas.
De esta manera, la persona volverá a aprender que las sensaciones no son síntomas y que los síntomas no tienen por qué ser igual a enfermedad o muerte. ¡Ánimo!