Desde los primeros años en que se implementó en Argentina la utilización del acompañante terapéutico (AT) como agente esencial de los equipos de tratamientos para numerosas patologías mentales, distintos autores buscaron definir y especificar su función, acorde al paradigma teórico de referencia. En este sentido, siguiendo el modelo cognitivo integrativo propuesto por Tolosa (2015) se considera que el AT será un auxiliar que adoptará una función activa en el dispositivo terapéutico, el cual será diseñado por un equipo de profesionales afines, que lo incluirán como un recurso esencial en el establecimiento de los medios y metas pactadas con el paciente (Tolosa, 2015).
AT será un auxiliar que adoptará una función activa en el dispositivo terapéutico, el cual será diseñado por un equipo de profesionales afines
En el abordaje de los TCA, dada la complejidad y multiplicidad de factores implicados, se requiere de un abordaje complejo, llevado a cabo por equipos interdisciplinarios en los cuales participan diversos profesionales: Psicólogos, psiquiatras, coordinadores de talleres, médicos nutricionistas y acompañantes terapéuticos. Esta modalidad de abordaje implica que, si bien el equipo se constituye por diversos profesionales, los mismos conforman un todo, debiéndose establecer conjuntamente objetivos desde el inicio del proceso, y trabajar e intervenir en pos de su cumplimiento (Tolosa & Ferraris Mukdise, 2016). Siguiendo a los autores, cada uno de los integrantes, aportará e informará a los demás acerca de posibles avances, mejoras, recaídas o cualquier otra conducta relevante, de manera que se lleven a cabo las modificaciones necesarias en el diseño y se fijen los objetivos de manera secuencial. Los mismos, serán establecidos luego de que el equipo haya tomado “conjuntamente” una decisión con respecto a cómo se continuará el tratamiento. Se requiere que el equipo mantenga COORDINACIÓN, COMUNICACIÓN Y COMPLEMENTARIEDAD a lo largo del proceso, persiguiendo objetivos comunes y privilegiando reuniones de equipo de las que el AT formará parte substancial.
El modelo cognitivo propone que el cambio que se busca en todo plan terapéutico deberá ocurrir en los procesos cognitivos. Tolosa (2015), basado en las conceptualizaciones de Fernández Álvarez (2008), establece que estos procesos son mecanismos representacionales involucrados en la perturbación y en la generación de alternativas en el sistema de procesamiento de las experiencias vividas. En lo que respecta a la denominación “integrativo”, se concibe que el abordaje terapéutico debe estar basado en principios generales, donde la organización de los diseños de intervención no se ajustan a un cuerpo teórico hermético, sino que se sostienen en hipótesis que atienden al conjunto de variables genéricas que componen la demanda y que pueden adaptarse de forma particular a cada paciente (Tolosa, 2015).
Los principios generales de intervención del proceso relacional terapéutico entre el AT y el paciente en el abordaje de los trastornos de la conducta alimentaria refieren a:
1) Alianza Terapéutica: teniendo en cuenta las características generales de estos pacientes (elevada egosintonía, reactancia, escasa motivación y disponibilidad para el cambio) el trabajo en la conformación de la alianza es una de las tareas esenciales para que se pueda sostener el plan de intervención.
2) Estilo personal del AT: alude a los rasgos, actitudes y disposiciones que influirán significativamente en el vínculo terapéutico, es por ello que se deberá evaluar si se ajustan a las demandas de los pacientes con TCA. Tolosa (2016) se encuentra desarrollando un cuestionario denominado EPAT (Estilo Personal del Acompañante Terapéutico) en el que incluye la Función Contextual, la cual se refiere a las acciones que ejecuta el AT en relación al contexto significativo de la persona que asiste. El AT, debe valerse del registro de los factores regulares como irregulares del ambiente, ya que, de esa forma puede brindar información valiosa al dispositivo terapéutico para futuras intervenciones y/o modificaciones. El AT tiene como tarea focalizarse en los aspectos expansivos de quien padece TCA, como lo son las reglas y exigencias del contexto, con el objetivo de apreciar las estrategias y estilos de afrontamiento a la alimentación, las respuestas a estímulos facilitadores y el empleo del lenguaje organizador en relación a la imagen corporal. El registro diario de alimentación que llevará a cabo el AT, será clave en el proceso terapéutico. A partir de él, quien dirige el proceso tendrá conocimiento de las conductas que los pacientes pueden estar ejecutando en su contexto cotidiano y omitiendo de comunicarlo en sesión, o bien, pueden no estarlas registrando.
El abordaje terapéutico debe estar basado en principios generales, donde la organización de los diseños de intervención no se ajustan a un cuerpo teórico hermético
3) Teoría de la Mente: alude a un proceso cognitivo que permite a las personas ser capaces de predecir estados mentales de uno mismo y de los demás, lo que permite anticipar y modificar comportamientos propios y ajenos. En este sentido, el AT deberá identificar y predecir las características de los procesos atribucionales de las personas que padecen TCA, detectando el sistema de inferencias y predicciones erróneas acerca de la figura, peso y comida, que se conformarán como la tríada nuclear de la intervención.
4) Modelo Transteórico del Cambio: la meta común y el dilema a desentrañar de todo dispositivo terapéutico, y de la función del AT en especial, es la búsqueda de un cambio en la persona que se asiste. De esta forma, cobra gran relevancia las investigaciones aportadas por Prochaska y DiClemente (1982) quienes consideraron que el cambio no ocurre de manera bidireccional, sino que las personas atraviesan por un conjunto de estadios sucesivos de disposición para el proceso de cambio, que determinan las posibilidades de que éste ocurra o no.
5) La entrevista motivacional: Miller y Rollnick (1999) señalan que las personas se encuentran atrapadas por la ambivalencia, lo cual se debe resolver para continuar en el camino del cambio. Si bien el AT trabajará incentivando y guiando al paciente en la ejecución de las tareas cotidianas, lo hará con un estilo persuasivo, siendo este último quien debe exponerse y ejecutarlas, asumiendo que es el responsable de lograr los objetivos a corto y largo plazo que se han propuesto en el plan terapéutico, como así también de mantenerlos y sostenerlos en el tiempo. Es decir, que se pretende que el paciente adopte un rol activo en su tratamiento, siendo él quien tenga el papel protagónico. Por ejemplo: el AT acompañará al paciente en los momentos críticos del día en los cuales atraviese por altos montos de ansiedad debido a la exposición a la comida brindando recursos de afrontamiento activos, pero evitará adoptar un rol dogmático o autoritario sobre cómo la persona debe afrontar dicha experiencia. De esta manera, es importante que el AT genere un atmósfera positiva para el cambio, validando el esfuerzo del paciente por lograr los objetivos.
Será quien se encargue de que el paciente ponga en práctica los principios y herramientas adquiridas en las sesiones, de manera que logre la habituación y aprendizaje en su contexto cotidiano
Discutir en qué momento es oportuna la inclusión de AT en el dispositivo, se evaluará según la gravedad del caso. Se deberá preparar al paciente, debido a que no suelen aceptar el trabajo con AT, al ser visto como un agente intrusivo que obligará al paciente a alimentarse (Tolosa & Ferraris Mukdise, 2016). Una vez aceptada su inclusión, se convierte en un facilitador del proceso que interviene en espacios más próximos al paciente, operando como un alojador de las dolencias y ayudando a la detección de dificultades, posibilitando el sostenimiento del tratamiento con mayor facilidad. Se debe buscar la vía de acceso más permeable, siendo la primera fase (reducción y mejoría de la conducta sintomática y normalización de los hábitos de alimentación), en la cual se hace sumamente necesaria su inclusión y se pretende que acompañe y haga un seguimiento regular y constante de las conductas, emociones y pensamientos de los pacientes. Asimismo, hará énfasis en la generación de habilidades para la resolución de problemas y en el entrenamiento de habilidades sociales y de comunicación, fuera del contexto de la sesión terapéutica. Será quien se encargue de que el paciente ponga en práctica los principios y herramientas adquiridas en las sesiones, de manera que logre la habituación y aprendizaje en su contexto cotidiano.
¿Cómo puede entonces el acompañante terapéutico ejercer su función cuando se involucra en el dispositivo terapéutico?
En principio, brindando al paciente un espacio de contención que puede, en numerosas ocasiones, evitar una internación. Favorecerá y monitoreará la adhesión a las otras modalidades de tratamiento, fundamentalmente a la medicación. Suministrará recursos a la familia para afrontar contextos que desborden su capacidad de respuesta, lo cual permitirá atenuar la carga familiar en el cuidado y contención del paciente. Fundamentalmente, el trabajo del AT se centrará en registrar información para la comprensión global del paciente, operando en el modelado de límites y actitudes funcionales tanto para el paciente como para la familia, reorganizando las rutinas cotidianas y favoreciendo el sostén de las actividades, que son tan importantes para fomentar el sentido de valoración personal del paciente. Es decir, que el AT trabajará en propiciar el modelado y sostén de rutinas productivas pero que también resulten placenteras, estimulando a que el paciente tenga un compromiso activo y una fuerte adherencia al tratamiento. Asimismo, procurará facilitar la integración social, laboral y familiar según los límites y posibilidades de cada paciente (Tolosa & Ferraris Mukdise, 2016).
Referencias Bibliográficas:
- Fernández-Álvarez, H. (2008). Integración y salud mental. El proyecto Aiglé 1977– 2008. Bilbao: Desclée de Brouwer.
- Miller W & Rollnick S. (1999) Entrevista Motivacional: preparando a la gente para cambiar conductas adictivas. Editorial Paidos. Barcelona.
- Prochaska, J.O & DiClemente, C.C. (1982). Transtheoretical therapy toward a more integrative model of change. Psychotherapy: Theory, Research and Practice, 19 (3), 276- 287.
- Tolosa, D. O (2015). Manual práctico: Del acompañamiento al auxiliar terapéutico. Editorial Akadia.
- Tolosa, D. O & Ferraris Mukdise, G. Guía práctica de los trastornos de la conducta alimentaria para acompañantes terapéuticos. Editorial Akadia.
- Tolosa (2016) Propiedades psicométricas del Cuestionario del Estilo Personal de Acompañante Terapéutico – EPAT- En prensa.
Imagen: Alimentación en Shutterstock
1 comentario
Me pareció medio flojo, muy aparatejo el artículo. Mucha formalidad y pocas herramientas concretas.
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