El pasado 18 de mayo el diario Página 12, en su sección de Psicología, publicó un artículo con el título La felicidad al alcance de cualquier cerebro, en el que la autora da su opinión sobre el desarrollo de las neurociencias y la dirección en la que avanza la psicología desde hace algunos años. Voy a transcribir algunos fragmentos del mismo, ya que ayudará a ilustrar sus ideas y responder a continuación por mi parte.
Hay un tono de euforia casi megalómana que impregna la redacción de estos libros de divulgación. Si no apelaran a las ciencias, creería que por momentos se deslizan a un discurso religioso. ¿Cuál es la buena nueva tan bien recibida por tantos adeptos?
Si la promesa de vivir mejor se sigue justificando en el equilibrio químico del cerebro y los niveles de neurotransmisores, esa revolución “científica” ya se produjo a finales de los 80 de la mano de la psicofarmacología, que pasó de una medicación al servicio de curar la enfermedad mental a un consumo masivo precisamente con la promesa de “la felicidad” garantizada, el famoso “garomboll” de ChaChaCha.
La Licenciada en realidad, se está refiriendo a una visión neurocentrista sobre las neurociencias. Esa postura que hace del cerebro un altar al cual adorar. Hoy en día encontramos todo tipo de explicaciones de la conducta humana a través de lo que sucede en este órgano, como si tuviera suficiente poder explicativo, e ignorando otro tipo de determinantes ambientales. Y si los encontramos presentes, su importancia se reduce a los efectos que producen en el cerebro y no al revés. Nunca la importancia que del sujeto se imprime en el ambiente, y como nos influimos recíprocamente. Hay también toda una nueva serie de disciplinas pseudocientíficas que parecen estar surgiendo, aprovechando el uso legitimado del prefijo “neuro”, para popularizarse entre la gente.
Comparto la postura de la colega en cuanto a este movimiento por ser reduccionista y no poseer (al menos en la actualidad), el suficiente poder ni explicativo ni de intervención. El ser humano es mucho más que su cerebro, realizar una explicación de nuestra conducta solo a partir de nuestro lóbulo frontal, por mucho que difiera del de lo animales, es quedarse en un ámbito de análisis muy reducido. Sin embargo debo remarcar dos cosas, la primera es la relacionada a la diferenciación de los términos. Lo que se señala en los párrafos citados es lo que denominamos neurocentrismo, del que ya hablé levemente. Las neurociencias son algo mucho más amplio, no teñido de fanatismo, y que incluye a científicos y profesionales que trabajan y entienden los límites de su disciplina.
realizar una explicación de nuestra conducta solo a partir de nuestro lóbulo frontal, es quedarse en un ámbito de análisis muy reducido
La segunda aclaración y relacionada con la primera, es que desde dentro mismo de la ciencia podemos ser críticos y estudiar este tipo de fenómenos. Aquí por ejemplo, pueden leer sobre como los programas de neurociencia aplicados a la educación no aportan buenos resultados actualmente. Y en el siguiente artículo, se habla de un movimiento conformado por psicólogos, filósofos y científicos, que cuestionan el avance desmesurado de las neurociencias. Es decir, se puede adherir al paradigma de la ciencia y ser crítico de la misma. No obstante, como ya afirmé, comparto sus críticas.
Voy a citar a continuación otros fragmentos, muy importantes en lo que es su argumentación.
Quizás lo más perturbador de estas alianzas del poder político-económico-científico sea que la población infantil devino en el sector más atractivo para los mercados. Nuevas enfermedades se inventaron para satisfacer el ritmo de producción de los grandes laboratorios, lo confirmó Leon Eisenberg, el inventor del ADDH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad), quien confesó meses antes de morir su connivencia con los laboratorios a la hora de pretender lanzar la Ritalina al mercado. Y el resultado es hoy una infancia hipermedicalizada, equipos de terapeutas repartiéndose una cantidad indiscriminada de sesiones, el crecimiento desmedido de certificados de discapacidad, las demandas abusivas de integraciones escolares.
Es impresionante el incremento de ciertos trastornos entre los niños en los últimos años, como por ejemplo el TEA y el TDAH. Las proyecciones a futuro no son muy alentadoras tampoco. No se ha establecido un único origen de estos aumentos, aunque en general los trastornos parecen ser causa de factores genéticos, en combinación con ambientales. Pero existe otro factor en el aumento y es lo que denuncia la colega: una abrumadora cantidad de sobrediagnósticos. A veces escucho por ejemplo situaciones áulicas y pareciera por como se refieren a los alumnos, que la mitad de los chicos padeciera TDAH, cuando la prevalencia ronda (según las zonas) en torno al 5%. Claramente estamos hablando de sobrediagnósticos. Con respecto al poder de la industria farmacéutica, estoy de acuerdo en sus intereses y en el lobby que hacen para colocar sus productos. Sin embargo, hablar de una alianza de éstas y los científicos es delicado en ausencia de pruebas, como veremos en el siguiente párrafo.
Con respecto a la supuesta confesión del descubridor del TDAH, debo dar una mala noticia: la misma no es otra cosa más que un clásico bulo de internet, una de esas noticias falsas y espectaculares diseñadas intencionalmente para reproducirse de forma viral, como sucedió con esta. Como diría Carl Sagan: Afirmaciones extraordinarias, requieren evidencias extraordinarias. Si justo previo a morir un médico realiza una confesión increíble solo a un medio, no tiene repercusiones mientras permanece con vida, y aparte utilizan una foto con una extraña cara de perverso en el artículo; es necesario chequear varias fuentes porque puede que haya gato encerrado. En realidad, Leon Eisenberg habló de sobrediagnósticos. El resto fueron una serie de tergiversaciones intencionalmente creadas.
No podemos hablar entonces de que un solo señor, cómplice de las compañías farmacéuticas, haya creado el TDAH y que nadie en la comunidad científica haya notado algo extraño
Las cosas no funcionan de forma tan simple en la comunidad psicológica. Uno no descubre un trastorno y de golpe todos comienzan a verlo sin cuestionar. A partir de determinadas configuraciones comportamentales, se busca un consenso sobre cuales son las más representativas del trastorno, cuales secundarias y cuales no estarán presentes en los criterios diagnósticos. Se discute e hipotetiza sobre los factores etiológicos, y en general, el acuerdo no suele ser total sobre estos elementos. Nadie decide por sí mismo incluir o no un trastorno en el DSM, no existe un comité formado por una sola persona.
Si indagamos un poco en la historia, encontramos que si bien con otros nombres, las manifestaciones conductuales del TDAH estaban descritas en la literatura psiquiátrica desde hace unos 200 años, y que incluso la preocupación por las causas neurológicas del mismo, también. Ya en 1845, un psiquiatra llamado Heinrich Hoffman, por medio de “La historia de Felipe el inquieto”, describió (con otro nombre, claro) las características conductuales propias del trastorno por déficit de atención e hiperactividad. No podemos hablar entonces de que un solo señor, cómplice de las compañías farmacéuticas, haya creado el TDAH y que nadie en la comunidad científica haya notado algo extraño.
A continuación cito la forma en la que concluye su exposición:
Pero en el mientras tanto, cuidemos a nuestros niños y jóvenes, preservándolos de la perversa maquinaria de evaluar, expender psicofármacos y consumir terapias conductistas.
La colega cierra su artículo estableciendo un complot que incluye a científicos, las neurociencias, las compañías farmacéuticas y al sistema capitalista en general, para vender medicamentos. La única evidencia que aportó de sus dichos es una nota falsa. Es una pena que no se haya tomado el trabajo de explicar porque evaluar es malo, porque las terapias conductistas lo son, y que relación tienen estas dos entre sí y con la medicación.
Analicemos el asunto. En cualquier área de la vida en la que uno se desempeñe, la evaluación de la propia actividad es indispensable para hacer un trabajo más o menos aceptable. Sinceramente no veo la razón de porque en salud mental, donde se trabaja con el sufrimiento de las personas, las cosas deberían ser distintas. Diseñar terapias eficaces es una consecuencia directa de evaluar. ¿Acaso las personas no merecen que les ofrezcamos los mejores tratamientos disponibles? ¿Cómo podemos hacerlo si no los sometemos a prueba?
En realidad, Leon Eisenberg habló de sobrediagnósticos. El resto fueron una serie de tergiversaciones intencionalmente creadas
Evaluando a los niños con TDAH y no negando su trastorno, es que por ejemplo sabemos que son más proclives a tener accidentes como peatones o en bicicleta, que tienen niveles mayores de ansiedad y depresión en la adolescencia, o que también en esta delicada etapa, suelen tener mayores índices de consumo de drogas. Parece entonces que evaluar deja de ser un término negativo, para permitir salvar vidas, evitar accidentes y mejorar la calidad de vida de nuestros pequeños.
No llego a entender como las terapias conductistas se transforman en las malas de la película. Pareciera como si al enfoque conductual se le pidiera luchar contra el capitalismo, y su mayor pecado fuera que algunos de sus tratamientos sean de corta duración. Confundir un tratamiento breve con un tratamiento afín al sistema capitalista, tal vez no sea el mejor enfoque. Quienes acuden a nuestros consultorios deben conocer que existen tales opciones eficaces y que muestran consistencia en el tiempo. Luego decidirán ellos si realizar una lucha contra el sistema padeciendo durante años, o asistir a una terapia breve. Pero aparte, el psicoanálisis, que según la colega no está dentro de los abordajes colaborativos con el capitalismo, ¿de qué manera lo ha desafiado?
Hablando ya de la relación entre estos tres términos (evaluar- psicofármacos- terapias conductistas), un adecuado estudio de los diversos tratamientos nos permite llegar a la conclusión de que para el TDAH, la primera recomendación es la terapia de conducta. Para la depresión, la activación conductual junto con la tcc tradicional, se incluyen entre la primer línea de abordaje. Para trastorno de pánico y Trastorno del Espectro Autista, también encontramos estos tratamientos. Estos datos parecen ir bastante en contra de la hipótesis conspirativa.
Para despedirme, me gustaría cerrar planteando algunas preguntas al lector que se desprenden tanto del artículo de Página 12, como del presente.
¿Manejaría un auto cuyos frenos jamás fueron sometidos a prueba?
¿Es justificado hacer de las neurociencias un enemigo al cual combatir y desechar los conocimientos que nos provee, o más bien debemos tomar una postura crítica frente a ellas, seleccionando cuidadosamente que conocimientos son útiles de los que no?
¿No sería mejor en lugar de negar la existencia de trastornos (y poner en peligro la vida de nuestros niños), tomar una postura consciente de los sobrediagnósticos y abogar por solucionar este problema?
¿Usted se operaría por medio de procedimientos no probados? ¿Manejaría un auto cuyos frenos jamás fueron sometidos a prueba? ¿Por qué actuar distinto en psicoterapia, donde el no tratar un trastorno eficazmente puede devenir en problemas comórbidos a futuro, e incluso en la muerte?
Si existe una alianza del poder político-económico-científico para medicalizar la infancia, ¿cómo es posible que los tratamientos más eficaces para los trastornos que la autora menciona sean justamente los que refutan su hipótesis? ¿No deberían los científicos primero recomendar los abordajes farmacológicos?
16 comentarios
Muchas gracias y Franco por sus apreciaciones positivas!
Felicito al autor del artículo, fundamentalmente, porque deja en claro algo que se le escapa a muchas personas, estudiantes, y lamentablemente, profesionales; y es el hecho de poner la ideología (sea cual fuere) antes que a los pacientes. Esto es importante de destacar por el hecho de que si bien, el artículo explica las tendencias actuales, como ser, el surgimiento de los neuromitos y las cuestiones supuestamente “conspirativas”, no se queda ahí, sino que también deja en claro la comparación entre la dependencia a una terapia, la duración de las terapias conductuales, y también, nociones sobre psicología basada en evidencia, o intervenciones basadas en la evidencia, con sustento estadístico.
Excelente articulo que va revelando una gran verdad que lamentablemente muchos colegas y profesionales de la salud no quieren ver, como profesionales de la conducta el punto es lograr el mayor bienestar, esto seria mediante la mejor optimización posible de los tratamientos y no centrarnos en un solo tipo de factores (como los neurológicos solamente) la cuestión es que el ser humano no es solo su cerebro, hay muchos factores como bien se mencionan en el articulo, el ser mas efectivos a la hora de hacer presunciones diagnosticas, generar mas factores sobre la causa de una conducta, todo esto ayuda a que el margen de error sea mínimo y no tengamos que recurrir casi siempre a la medicación como respuesta definitiva, de verdad que este articulo trae muchas verdades incomodas para los profesionales que intentan cambiar el panorama de la salud mental. Muchas gracias por compartirlo colega!
Buenas tardes Carlos, gracias por tus palabras. No desestimo el poder de la industria farmacéutica ni el lobby que realizan para colocar sus productos en el mercado, es más, lo reconozco y muestro mi acuerdo al respecto con el artículo de Página 12. Tampoco creo que todos los diagnósticos realizados sean correctos, indudablemente estamos frente a sobrediagnósticos. Tengamos en cuenta que la prevalencia del TDAH por ejemplo es cerca del 5%, y pareciera que hay muchos más niños con el trastorno. Estamos claramente hablando de cifras infladas.
Sin embargo, plantear una lucha contra las neurociencias, cuando desde la misma psicología científica se reconoce que excesivo reconocimiento que se le da a ésta, hablar (sin dejar a nadie fuera) de una alianza perversa, y desconocer todos los avances hechos en materia “neuro” en los últimos años, es un grave error por parte de la autora. Más grave aún, no chequear la info. Como expuse en el artículo, los déficits conductuales presentes en el TDAH llaman la atención desde hace más de 200 años. La hipótesis etiológica sobre un problema del SNC está presente desde la misma época. Todo esto es mucho antes de la medicina moderna.
Pero además, como si no fuera poco, meter a las TCC en el mismo conglomerado, cuando como también dejé expuesto, justamente mediante su énfasis en la eficacia y medición de resultados, permite saber que es mucho más eficaz que los medicamentos, constituye el tercer error grosero de todo su argumento.
¿Encontramos sobrediagnósticos en salud mental? Si, sin duda.
¿Podemos afirmar que el TDAH no existe? NO, en lo más mínimo. Es más, todo apunta a causas biológicas?
¿Tenemos herramientas para hablar de una alianza de las tcc, laboratorios y el poder político? La evidencia la debería presentar ella, claro está, pero no lo hace… Por mi parte, demostré con varios artículos previamente escritos, que no es así.
Como sostuve, pero extrañamente, las cosas parecen funcionar en la dirección contraria a la que ella denuncia…
Saludos.
Licenciado, muy buena nota pero me permito disentir o quizás aclarar un punto que entiendo ud minimiza. Transcribo: ¨La colega cierra su artículo estableciendo un complot que incluye a científicos, las neurociencias, las compañías farmacéuticas y al sistema capitalista en general, para vender medicamentos. La única evidencia que aportó de sus dichos es una nota falsa.¨ Me parece que lo que Ud indica como ¨el complot¨ no es un invento de la colega. Se conoce en cualquier rubro de la medicina el dinero que reparten los laboratorios, importadores y fabricantes de prótesis, y todo aquel proveedor de insumos especiales en cualquier rama de la medicina para con los profesionales que puedan influir en el uso de los mismos. Por ejemplo es conocido el caso de las cesareas que en el mundo es del 5% (promedio) sobre el universo de las embarazadas y en la Capital federal en muchos nosocomios privados asciende al 15% o más. Eso también pertenece a la industria del negocio de la medicina y no sólo por un fin terapéutico.
En verdad no podemos hablar de un complot abarcativo de todos los laboratorios con todos los profesionales pero tampoco debemos pecar de ingenuos pensando que todos los profesionales hacen lo que hacen sólo por mejorar la salud de sus pacientes. Hay y habrá sobrediagnósticos no por error sino sólo por afán mercantilista. Agradecido por su paciencia.
Saludos nuevamente Abel, y gracias por tomarse el tiempo de leer mi respuesta.
Buenas,
Puede que no me explicara bien en lo que se refiere al cerebro como responsable de nuestra conducta: no pretendía hablar de una conducta “innata” e independiente del entorno, a mi entender, de forma innata tenemos unos genes que facilitan, pero el ambiente es el encargado de “modificarnos”, de la misma forma, nosotros, modificamos el ambiente. Así que, como puede, ver estoy totalmente deacuerdo con usted en este punto: Tan solo indicaba que todos esos cambios que el ambiente realiza sobre nuestra conducta se reflejan a nivel, no solo conductual, si no también estructural en el cerebro.
Muchas gracias por su razonada respuesta.
Un saludo.
Muchas gracias Abel por sus palabras. Efectivamente, como bien dice, nuestro cerebro en conjunto difiere sustancialmente del de animales no humanos. No intentaba “desmerecer” otras partes del mismo, sino solo hacer énfasis en lo que se considera exclusivamente humano, que es el lóbulo frontal. De todas formas, su aclaración es correcta.
Es verdad también lo que habla con respecto al no conocer como algo funciona. En nuestra vida constantemente nos enfrentamos a eventos que no sabemos exactamente como funcionan, pero por cuestiones pragmáticas, los usamos o planificamos en base a ellos. No obstante no me refería a ese en el artículo, sino al hecho de que, si desconozco el funcionamiento de algo, no me es lícito negar su existencia o negar algún aspecto de su funcionamiento. En todo caso deberé investigar más antes de emitir un juicio.
Con respecto a lo que dice del cerebro como último encargado de la conducta, entiendo su posición, pero apuntaba mediante al artículo a otra cosa. Sí, en tanto organismo es el determinante último de nosotros en tanto seres vivos. Básicamente sin él no vivimos. No obstante, nuestra conducta no está solo determinada por él. Por ejemplo, el hecho de que yo esté respondiendo sus muy acertadas palabras, no se da solo por la mediación del cerebro en mis procesos ejecutivos y motores al presionar las teclas de mi computadora, sino por varios eventos ambientales antecedentes (escribir el artículo y que usted respondiera por ejemplo), los cuales a su vez llevan a eventos ambientales aun anteriores, los cuales modifican mi comportamiento y me llevan a hacer algo que no tenía pensado hoy a la mañana realizar (responder un comentario). Entonces, a nivel organismo sí el cerebro es parte nuestra, y sin él no podríamos intercambiar estas palabras. No obstante, sin la conducta del otro y sin un ambiente mediador, tampoco podríamos hacerlo. A esta interacción me refería que nuestro aprendizaje, tanto a nivel individual como a nivel evolutivo (como especie), no puede explicarse sin la interacción sujeto- ambiente. Nosotros operamos sobre el ambiente, éste nos modifica (y a nuestros cerebros), lo que nos posibilita volver a operar en el ambiente y así sucesivamente.
Espero que haya sido claro, le mando saludos cordiales.
¡Excelente aclaración!
Hola,
Interesante articulo y excelentemente planteado.
Sin embargo, y sin animo de desmerecer lo encontrado en el texto, hay una comparación sobre la que me gustaría opinar, si me lo permite:
Cuando usted dice “El ser humano es mucho más que su cerebro, realizar una explicación de nuestra conducta solo a partir de nuestro lóbulo frontal por mucho que difiera del de lo animales, es quedarse en un ámbito de análisis muy reducido”.
Me parece reduccionista equiparar el cerebro al lóbulo frontal, o la conducta del mismo, si mas no el cerebro no consiste únicamente en la “razón” o procesos llevados a cabo por el lóbulo frontal. No es la única zona que difiere entre los cerebros de los animales, e incluso, congéneres.
El cerebro realiza mas funciones que las encontradas en el lóbulo frontal, no podemos desmerecer a estructuras tan determinantes como el hipotálamo, amígdala, cerebelo o hipocampo, por citar algunos…. Y las interacciones entre ellas, es más, algo tan característico del humano como el lenguaje se cree que no nace del lóbulo frontal. Estas estructuras también forman parte del cerebro y se deben tener en cuenta cuando se hable de él, o de los efectos de la farmacología.
Pienso, por tanto, que los fracasos o la falta de resultados en psicofarmacología no nos deberian hacer pensar que existe “algo fuera” de la “materia orgánica” que es lo que determina nuestra conducta, más bien, debería plantearnos el porqué de esta falta de éxitos.
Al respecto, pienso, en primer lugar hay que tener en cuenta que, a diferencia de otros ámbitos, los pacientes de psicología/psiquiatría muchas veces abandonan el tratamiento cuando creen que no obtienen el resultado, o cuando ya lo han obtenido, sin finalizar ni seguir correctamente dicho tratamiento. Esto produce recaída o la comentada falta de resultados y, en este punto, se tiende a culpar al fármaco o tratamiento de manera incorrecta.
En segundo lugar, creo que el no conocer algo, no quiere decir que no exista: Bajo esta premisa pienso que en farmacología no esta “todo descubierto”, pienso que es posible que haya muchos factores que, todavía, no conozcamos y que puedan los responsables de los éxitos/fracasos de ciertas terapias.
Con esto no quiero desmerecer la interacción sujeto-ambiente, la reciprocidad es constante, no pretendo mantener una postura innatista, pero sí creo que es el cerebro, con lo que conocemos y lo que no, el encargado último de nuestra conducta, y pensar que no es así nos podría llevar por derroteros semi-religiosos dualistas alejados del monismo determinista de las neurociencias.
Un cordial saludo, y felicidades por tan buen articulo.
Abel.
Muchas gracias Oscar por tus palabras. Efectivamente, en la práctica pareciera (una vez más) que las cosas se dieran en forma opuesta a como la autora del artículo original manifiesta, en cuanto al apego que se tiene por determinados autores, independientemente de los avances científicos del último siglo.
Saludos.
Felicito al Lic. Colombo por clarificar el tema. Leí el artículo de página y me quedé con la sensación de que el párrafo “Si no apelaran a las ciencias, creería que por momentos se deslizan a un discurso religioso” ben podría aplicarse a la autora
Muchas gracias Javier por tu palabras! Estoy de acuerdo contigo.
Excelente articulo del Lic. Colombo, solo voy a referime a esta nueva tendencia de entronizar el Maniqueismo…no en el sentido estricto de la palabra sino que me refiero al neuromediatico. La historia dicen, se repite, el los noventas, se hizo de la “new age” un dogma de fe y se nos quizo vender la felicidad con cuanto curso de insight-coaching-piedras-angeles y demas inventos de los manochantas y curranderos de turno, hoy dia lamentablemente se difunde el neuro-marketing de un profesional que intuyo usa la ciencia como trampolin para un cargo politico, tal como el mismo reconocio. Felicitaciones.
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