Cualquier estudiante universitario o trabajador por turnos puede dar fe de que quedarse despierto toda la noche, o incluso sólo escatimar en horas de sueño, puede llevar a una persona a buscar satisfacción en alimentos llenos de calorías.
Un organismo de investigación emergente sugiere que la ansiedad relacionada con el sueño, el hambre y las comidas (que pueden contribuir al aumento de peso), es alimentada en parte por las hormonas intestinales involucradas en el apetito. Pero nuestro cerebro puede jugar también un papel importante.
Según dos pequeños estudios presentados en una reciente reunión de investigadores del sueño en Boston, la falta de sueño parecería aumentar la actividad en áreas del cerebro que buscan el placer, incluyendo el proporcionado por la comida chatarra. Para empeorar las cosas, la somnolencia también pueden frenar la actividad en otras regiones del cerebro que normalmente sirven como moderadores de este tipo de deseo.
En uno de los estudios, investigadores de la Universidad de Columbia utilizaron resonancias magnéticas funcionales (fMRI), rastreando el flujo sanguíneo en el cerebro, para comparar la actividad cerebral de 25 voluntarios después de una noche de sueño normal (unas ocho horas) y otranoche en la que el sueño fue limitado a sólo cuatro horas.
Varios estudios recientes han encontrado que las personas que restringen las horas de sueño tienden a picar más y consumir más calorías
En cada caso, los investigadores llevaron a cabo las exploraciones mientras se le mostraba a los voluntarios imágenes de alimentos no saludables mezclados con alimentos saludables, como frutas, verduras y avena. Redes cerebrales asociadas con la ansiedad y la recompensa eran más activas cuando los participantes fueron privados de sueño que cuando estaban bien descansados, sobre todo cuando veían las imágenes de alimentos poco saludables.
“Las partes del cerebro que buscan el placer fueron estimuladas después de que el individuo fue privado de sueño”, dice la investigadora principal, Dra. Marie-Pierre St-Onge, investigadora asociada en el Centro de Estudios de Obesidad, de la Universidad de Nueva York. “Los participantes se decidieron por alimentos como pizza de pepperoni, hamburguesas con queso y tortas.”
St-Onge y otros investigadores que trabajan en este campo sospechan que las personas cansadas se ven atraídas por alimentos altos en calorías debido a que sus cuerpos y cerebros están buscando un impulso de energía extra para ayudarlos a llegar al final del día.
“Nuestra hipótesis es que cuando se restringe el sueño, el cerebro (ante el estímulo de la comida) reacciona como si hubiese sido restringido de los alimentos,” explica, St-Onge.
Estudios previos han establecido un vínculo entre la privación del sueño y la obesidad, aunque no queda claro cómo el sueño puede influir en el aumento de peso (o viceversa). En un esfuerzo por desentrañar la relación, los investigadores han comenzado a explorar cómo las insuficiencias de sueño influyen en las hormonas y en el apetito. Varios estudios recientes (incluyendo uno liderado por St-Onge) han encontrado que las personas que restringen las horas de sueño tienden a picar más y consumir más calorías.
Sin embargo, el hambre y los antojos pueden no ser los únicos factores. Un segundo estudio sugiere que las llamadas funciones de orden superior del cerebro (las que ayudan a balancear los pros y los contras, y a tomar decisiones complejas, incluyendo las que conciernen a nuestra alimentación) pueden verse comprometidas por la falta de sueño.
En un artículo publicado por la revista Time, el doctor Frank Hu, profesor de nutrición y epidemiología en la Escuela de Salud Pública de Harvard presenta un estudio en el que se hace notar que el simple hecho de no dormir, o de no hacerlo en los horarios en que se debería, puede causar estragos en el metabolismo, elevando los niveles de la hormona ghrelina (la cual estimula el apetito) y suprimiendo la hormono leptina (inhibidora del apetito).
Nuestros relojes circadianos también regulan el peso corporal indirectamente, mediante el control de la temperatura corporal y los niveles de glucosa en sangre. “La conclusión es que hay probablemente varios mecanismos a través de los cuales los patrones de sueño interrumpido o trabajos nocturnos a largo plazo pueden influir en el riesgo de contraer diabetes de tipo 2“, dijo el Dr. Hu.
Fuente: Health
Imagen: Kindolalento
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A dormir temprano se ha dicho!
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