En el año 2014 me tocó trabajar en preescolar, en particular con niños de dos años cuyas familias tienen un estatus socioeconómico medio-alto. Al terminar el año, casi todos los niños habían cumplido 3 años, edad en la cual la mayoría de ellos ya podía mantener conversaciones con sus otros compañeros o las maestras. Sin embargo, de 25 niños, recuerdo a 4 que, a pesar de haber cumplido los 3 años en el transcurso del año escolar, no hablaban como sus compañeros. La frustración y enojo que les producía a veces provocaba problemas en el aula. Por eso me interesó compartirles este artículo y las conclusiones a las que llegaron los investigadores.
Penny Rol y Shula Chiat, llevaron a cabo un estudio con niños en edad preescolar de contextos socioeconómicos desfavorecidos y encontraron que existen deficiencias marcadas en las habilidades del lenguaje más básicas en éstos, comparados con sus pares de clase social media-alta. Pero los niños que asistían a las guarderías con regularidad se desempeñaron mejor en los tests que ellas administraron.
Instrumentos
Las autoras del artículo querían conocer si el lenguaje pobre asociado al crecer en circunstancias desventajosas difería de los déficits evidentes en la mayoría de los niños con impedimentos en el lenguaje, indistintamente de su contexto familiar.
Los puntajes del grupo socioeconómicamente desfavorecido estuvieron consistentemente por debajo de la media
Sin embargo, las investigadoras explican que las evaluaciones clínicas estándares que son utilizadas para identificar dificultades en el lenguaje están sesgadas socialmente, afectadas por el entorno y las experiencias de vida del niño. En el estudio, ellas las comparan con las medidas “nucleares” del lenguaje que derivan en las habilidades básicas: por ejemplo, repetir palabras acertadamente (como dinosaurio), palabras sin sentido (como sinodaurio) y oraciones simples (El gracioso hombre pone un punto en su nariz).
Según ellas, las medidas “nucleares” son mucho menos dependientes del conocimiento existente del lenguaje y relativamente libres de efectos socioeconómicos, al menos en niños en edad escolar. Las medidas “nucleares” que utilizaron además evaluaban la producción e inteligibilidad del discurso y la capacidad de los niños de aprender nuevas palabras.
Muestra
El estudio involucró a 208 niños de entre 3,6 y 5 años de edad. Todos tenían al inglés como primer idioma, asistían a una guardería y recibían clases en el London Borough de Barking y Dagenham, un área relativamente desaventajada. Un segundo grupo, compuesto por 168 niños en edad preescolar de zonas socioeconómicamente más favorecidas, del sur y el norte de Londres, también fueron incluidos en la investigación. Ambos grupos fueron evaluados según tests de lenguaje “estándar” y “nucleares”.
A los niños de 3,6 a 4 años de Barking and Dagenham se les hizo un seguimiento 18 meses después.
Los niños desfavorecidos se desempeñaron peor en los tests de lenguaje.
Resultados
El gráfico muestra el desempeño promedio de cada grupo en 3 medidas “estándar” y 3 medidas “nucleares”, donde el puntaje promedio para la población en general es de 100. Los puntajes del grupo socioeconómicamente poco favorecido (línea azul) estuvieron consistentemente por debajo de la media de la población, y los puntajes del grupo de niños de clase media-alta (la línea roja) en la media o por encima de esta.
Las autoras esperaban que los niños de estatus socioeconómico bajo se desempeñaran mejor en las medidas “nucleares” que no estarían afectadas por el estatus socioeconómico, sin embargo, como muestra el gráfico, la brecha entre los dos grupos fue similar para las 6 medidas.
Descubrieron además que alrededor de un tercio de los niños entraba a la guardería sin las más básicas habilidades de discurso, lenguaje y atención que se espera que ya estén en ese lugar a esa edad, comparados con menos de la décima parte del grupo de clase social media-alta.
Los niños desfavorecidos que asistían al preescolar regularmente, obtuvieron puntajes significativamente más altos que los que asistían poco
La educación preescolar puede hacer una diferencia
Las autoras se encontraron con otro dato interesante y esperanzador. Los niños de áreas desfavorecidas que asistían al preescolar regularmente (es decir, al menos el 75% de las clases) obtuvieron puntajes significativamente más altos que los que asistían poco. Los que asistían regularmente estaban en el rango promedio y los que asistían poco, bajo este rango. Esta diferencia continuó siendo evidente 18 meses después. Las autoras no contaron con las asistencias del grupo de clase social media-alta para hacer comparaciones.
Una proporción de niños más alta de lo esperado en el grupo menos favorecido presentó problemas de lenguaje clínicamente significativos. Pero la disponibilidad de servicios de salud clínica no igualó los diferentes niveles de necesidades clínicas encontradas en los dos grupos.
A pesar de los niveles más altos de problemas de lenguaje y discurso clínicamente significativos en los niños de áreas pobres comparados con sus pares de áreas más favorecidas, los grupos tuvieron oportunidades similares de contacto con servicios de terapia de lenguaje y discurso y el número de sesiones de terapia a las que asistieron.
Implicaciones
Las autoras creen que estos datos deben tomarse en cuenta en el entrenamiento y prácticas de los profesionales preocupados por reducir la brecha socioeconómica y por aquellos que trabajan con niños pequeños en áreas socioeconómicas desfavorecidas.
El estudio muestra el impacto y la necesidad del cuidado preescolar de calidad y apoya la extensión de provisión de la guardería escolar de 3 años de edad a 2 años de edad. Además resalta las dificultades que pasan las personas de estatus socioeconómico bajo en este aspecto y la necesidad de apoyar a los padres para que puedan llevar a los niños a preescolar.
Por último, Rol y Chiat destacan que es importante la capacitación y entrenamiento del personal que trabaja con estos niños para que puedan reconocer la presencia, naturaleza y significación de los problemas de lenguaje y cuál es la mejor manera de responder e intervenir. Las autoras creen que incluso pueden usar las mismas herramientas que ellas utilizaron en esta investigación (medidas “nucleares” del lenguaje) ya que son muy informativas y pueden ser administradas con entrenamiento mínimo.
Fuente: The Conversation