Si nos planteamos qué hace que una intervención sea buena, atendiendo a la opinión de los pacientes, la respuesta más habitual es que el elemento más importante para el éxito de la terapia es una buena relación con el/la terapeuta. Y entonces la duda es ¿cómo conseguimos esa buena relación con el/la paciente?
Según desarrollan en el libro la alianza terapéutica en la terapia familiar y de pareja de Myrna Friedlander, Valentín Escudero y Laurie Heatherington, la investigación en diferentes orientaciones terapéuticas (psicoanálisis, psicoterapia de proceso experiencial, terapia de pareja) ha demostrado que la alianza terapéutica, especialmente cuando se evalúa al principio del tratamiento, es un predicador significativo del éxito en el resultado de la terapia.
Existen importantes diferencias entre el establecimiento de la alianza terapéutica en intervención individual e intervención familiar.
En terapia individual la alianza terapéutica se establece única y exclusivamente entre el/la terapeuta y el/la paciente, por lo que es una relación bidireccional y conceptualmente hablando hace referencia a un estrecho lazo emocional entre paciente y terapeuta, así como un acuerdo mutuo entre las tareas y las metas terapéuticas.
En terapia familiar o de pareja el lazo tiene que ser estrecho con todos los miembros de la familia, si se produjeran diferencias muy fuertes entre el nivel de vinculación de uno de los miembros con respecto al resto, podríamos denominar a esta situación alianzas divididas. También podemos encontrar dificultades cuando las motivaciones para acudir a terapia de los distintos miembros de la familia son distintas e incluso, el hecho de que existan conflictos entre los propios miembros de la familia ya puede suponer una gran dificultad para el/la terapeuta, ya que el mostrar acuerdo con una parte de la familia puede suponer ponerse en contra con la otra parte. Para un buen trabajo a nivel familiar y de pareja es muy importante prestar atención a las necesidades del sistema vinculándolas de manera que tengan sentido para todos.
En terapia familiar uno de los momentos más delicados se produce cuando acuden por primera vez todos los miembros de la familia a la sesión. Es el momento de mayor vulnerabilidad para los/as pacientes, se disponen a contar lo que les va bien y lo que les va mal y el extra dificultad o “riesgo” lo pone el hecho de que no se controle la información que pueda surgir durante esta sesión. Lo que genera mas incertidumbre y posiblemente albergue miedos e inseguridades son las dudas sobre qué se va a contar, sobre quién, qué van a decir de mi, cómo van a reaccionar los demás, qué van a pensar de mi (tanto el resto de miembros de la familia como el/la terapeuta) etc.
uno de los momentos más delicados se produce cuando acuden por primera vez todos los miembros de la familia a la sesión
La precondición básica en el inicio de una intervención, independientemente de un trabajo a nivel individual o familiar, es crear un espacio de seguridad, es decir un espacio en el que todos los miembros de la familia se sientan con la suficiente confianza como para abrirse y hablar de lo que es difícil sin sentir que puede haber futuras represalias tanto por parte del/la terapeuta como por parte del resto de miembros de la familia. Algunos indicadores a los que podemos estar atentos para determinar si existe o no una buena seguridad serían: la existencia de señales de temor por parte de algún miembro, actitudes a la defensiva, explosiones en llano, que se produjeran escaladas simétricas o amenazas verbales entre varios miembros etc.
Otro elemento que puede poner en riesgo la seguridad en la familia es la existencia de secretos. El miedo a que un secreto se desvele en las sesiones familiares puede generar distintas reacciones a las que tenemos que estar alerta como por ejemplo, una ansiedad excesiva entre la familia o maniobras de evitación cuando se saca a relucir un tema.
Aunque al comienzo de la terapia solo sería necesaria la conexión con el/la terapeuta para comprometerse con el tratamiento, según avancemos en la intervención, la solidez de ese vínculo es lo que permitirá que la persona o las personas con las que estemos trabajando, se sientan con la suficiente confianza y fuerza como para asumir riesgos interpersonales, afrontar realidad difíciles y trazar nuevos caminos.
Por lo tanto, podríamos decir que manejar las alianzas entre los miembros de la familia representa transformar las metas individuales en las metas del grupo, y alimentar en la familia el Sentido de compartir el propósito con relación a la terapia.
Artículo previamente publicado en Aprende Viendo Terapia por Belén Garayoa Molpeceres y cedido para su publicación en Psyciencia.
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Bibliografía
Friedlander, M., Escudero, V & Heatherington, L. (2006), La alianza terapéutica en la terapia familiar y de pareja, Barcelona, España: Paidós.