Por Lic. Carmela Rivadeneira y la Lic. Marcela Collia.
En los últimos tiempos, hemos notado que una fuente de sufrimiento en los pacientes cuando hablan de sus problemas de pareja, es el hecho de que les cuesta mucho relacionarse con el otro y comunicarse de forma asertiva; notamos que esto iba más allá del modo de comunicar. Cuando en la terapia se trabaja la asertividad, algo empieza a surgir respecto a que hay algo más que el entrenamiento asertivo, algo más de base.
La asertividad no solo tiene que ver con la comunicación funcional, y eficaz a la hora de expresar lo que sentimos, sino también con un conocimiento previo de ‘qué quiero’ o ‘qué busco al comunicar esto’. Creo que acá es clave hacerse preguntas, previo a la comunicación, relacionadas a los conceptos teóricos y prácticos que manejan las parejas cuando quieren comunicar algo a otro.
Las ideas, creencias y supuestos aprendidos socialmente, con las que algunas personas se manejan, de hecho basadas en la educación que hemos recibido respecto de la vida en pareja, han traído algunos comportamientos disfuncionales. Esta disfunción genera una fuente importante de sufrimiento, que suele ser un frecuente motivo de consulta en nuestros consultorios psicológicos.
En los tiempos actuales, se observa que esta disfunción en las parejas heterosexuales se incrementó con el empoderamiento de las mujeres y la deconstrucción que han hecho algunos varones. Aunque estos cambios eran realmente necesarios para una mejor sociedad, debo confesar que tengo dudas de que, por momentos, lejos de mejorar algunos conceptos sociales, estos trajeron nuevas maneras de mirar a las relaciones, no siempre con un efecto beneficioso. Era necesario hacer cambios (disminuyendo incluso el machismo imperante en la sociedad); no obstante, a la hora de observar la comunicación de parejas heterosexuales, se han pasado por alto variables fundamentales de origen biológico que considero, no deberían dejar de tenerse en cuenta a la hora de diseñar un buen tratamiento psicoterapéutico con este motivo de consulta.
¿Cómo funcionan nuestras emociones cuando tenemos ideas relacionadas al concepto de pareja, observando que la realidad no coincide por momentos con este concepto? Creemos que la clave reside en el hecho que tenemos corteza prefrontal y por lo tanto, en asuntos en los que se requiere pensamiento racional, estamos capacitados para hacer muchos avances y de hecho como sociedad los venimos haciendo. Si consideráramos sólo esto (sumado a que hoy en día mucha gente habla de la igualdad de los géneros en asuntos que no son necesariamente los de la ley) nadie haría terapia. De hecho, muchas veces hacemos terapia por conflictos de intereses ya sea propios o con otras personas.
Partamos de esta base: los hombres y mujeres somos iguales (o deberíamos ser iguales) ante la ley, ante los derechos y deberes sociales; sin embargo, creo que debemos recordar que hay diferencias biológicas esenciales y que estas habrían que ser tenidas en cuenta a la hora de tratar personas con problemas de pareja. Explicar estas diferencias a los pacientes, tanto hombres como mujeres, nos ha mostrado un resultado realmente significativo en cuanto a disminuir el sufrimiento de cada miembro en la pareja.
Para ello, tomo en cuenta a los estudios de Darwin de selección natural. La psicología evolucionista a estudiado fenómenos cotidianos, intentando extractar algunos supuestos observables en las especies; muchas han sobrevivido a la evolución con patrones seleccionados que hoy por hoy, siguen vigentes en nuestros genes y que se siguen expresando a pesar de las miles de capas de adoctrinamientos, educación y demás adquisiciones culturales. De hecho, la psicología evolucionista, suele dar explicaciones muy acertadas cuando explica por ejemplo, la base biológica en los trastornos de ansiedad; por ende, no debería ser una excepción tomar estas mismas hipótesis evolucionistas para explicar el devenir de la sexualidad humana.
Analicemos algunos errores y supuestos en pareja que provocan sufrimiento:
Los comportamientos de los hombres y las mujeres son simétricos:
En general no es lo que se observa. Si una mujer que está buscando pareja en alguna aplicación y concertó una cita con cierto varón, suele suceder, al enterarse que él está -a la vez- conociendo a varias mujeres, hay enojo y congoja: yo me había enganchado, dice ella. Frente al sufrimiento de esta mujer, hay que poder explicarle algún fenómeno que aclare este comportamiento estadístico, y tener en cuenta que en general, los varones buscan sólo tener sexo, sin importar enamorarse o formar pareja estable. Al menos en los primeros momentos. Puede que luego se entusiasme y se enamore, pero en el período de búsqueda, sólo quiere tener sexo. Este comportamiento se observa en varias especies de homínidos y si nos ponemos a ver comportamientos de animales domésticos como perros y gatos (digo domésticos porque ya en sí, los patrones del animal doméstico, se encuentran alterados); sin embargo, este comportamiento sexual en el macho es altamente observable. Cuando esta simple explicación se le da a la paciente mujer, ésta logra entender que ese comportamiento está en la naturaleza del varón y que no necesariamente es que ella fallara en todos sus intentos de conquista. El sufrimiento en estos casos, es la interpretación de la persona sobre su “mala” performance y no en un patrón y una tendencia que se observa a nivel evolutivo. Distanciar la explicación autorreferencial y de autojuzgamiento, de ser inadecuada, y adoptar una hipótesis explicativa en base a patrones observables, disminuye objetivamente el padecer de esta persona, generando incluso, ser paciente y persistir con su búsqueda de pareja, teniendo en cuenta estos detalles.
Tratemos de pensar que la conducta, no siempre es un acto voluntario, hay muchísimos comportamientos que realizamos sin darnos cuenta, sin ser conscientes, incluso sin siquiera a veces saber que lo estamos haciendo. Hablamos de tendencias, de maneras de actuar a las que se tiende de manera sesgada, teniendo en cuenta que somos parte de una especie animal (sólo que con mucho aprendizaje cortical de siglos que nos convierte en seres distintos de los animales en un punto). Pero no dejamos de serlo. Analicemos esta tendencia como un tema de costos.
Un hombre tiene muy pocos motivos para no tener sexo con alguien cuando se le presenta la oportunidad. Primero podría verse más como un tema de oferta y demanda. La estadística lo dice claramente. Los hombres le dan like al 60% de perfiles de Tinder, las mujeres al 4%. Se estima que un tercio de los consumidores de porno son hombres pero que cuando es paga son un 98% y los hombres constituyen un 99% de la gente que paga por sexo. Entonces no es que son máquinas sexuales, sino que tienen muy poco para perder y pocas inhibiciones en términos de deseo; es un patrón evolutivo y no se puede modificar al menos en primera instancia. Por el contrario, las mujeres se enfrentan con demasiada oferta. Tienen todos los motivos evolutivos para ser más selectivas y en esto sí se juega el deseo. El deseo es parte de la selección sexual que hace que estemos hoy donde estamos; el deseo, de algún modo, aporta también a la supervivencia, a poder procrear y que la evolución lo haya dejado como un elemento que genera atracción y dicho encuentro sexual con el hombre para -en definitiva- dejar descendencia (conservando a la vez esos detalles atávicos que en ocasiones, en el mundo moderno parecen sin utilidad pero siguen estando presentes). A veces es difícil entender la evolución; este señor Darwin observó muchas cosas pero es difícil seguirlo. Para entender algo de genes atávicos, posiblemente lo entendamos con un ejemplo diferente al sexual. Por ejemplo, pensemos en nuestros antecesores millones de años atrás. El hombre más parecido a un homínido de lo que hoy es, seguramente fue predado por muchos depredadores; el estar alerta y correr, seguramente fue lo más necesario. Trepar a los árboles también. Aquellos humanoides que tenían más sudor en las manos cuando se asustaban, son seguramente los que trepaban más rápido a los árboles y se aferraban con más destreza que aquellos a los que no les sudaban las manos; a esos que se resbalaron, se los comieron impidiendo su descendencia.
Hoy, a nosotros, cuando estamos muy ansiosos, nos sudan las manos; esto lo conservamos desde hace millones de años, sólo que hoy es un comportamiento atávico que no nos sirve de nada. En esto se ven claramente los mecanismos vetustos que conservamos los humanos sin ser conscientes de ello. Lo mismo nos pasa con los comportamientos sexuales y de búsqueda de pareja. Conservamos tendencias viejas y saber de ellas, nos cambiará la visión de lo que nos pasa. Un ejemplo de esta tendencia, es cómo actuamos las mujeres casi sin darnos cuenta a la hora de buscar pareja; y no tiene que ver con priorizar señores musculosos o características físicas (únicamente), ni con seguridad (únicamente), aunque en general no buscamos que el señor sea un indigente. Pero las mujeres solemos tener muchos más requisitos. Cuando se habla de pareja a largo plazo tanto hombres como mujeres, no están dispuestos a que sus parejas tengan bajo IQ (nivel de inteligencia); esto significa que importa que la otra persona sea inteligente. Pero cuando se habla de sólo sexo, los hombres no tienen molestia con que el IQ de la persona sea casi nulo. Las mujeres no, en general a la mujer le atrae el hombre simpático, gracioso, inteligente, incluso si no es estéticamente agradable; en ocasiones le atribuyen inteligencia sin evidencia de la existencia de la misma. También algo que se observa es que los hombres tienen umbrales de asco mucho más altos, es decir, son menos selectivos a la hora de tener sexo.
En general el varón busca tener sexo. Desde el punto de vista de Richard Dawkins, diría que intenta esparcir sus genes donde más pueda. Las mujeres también buscamos tener sexo, pero como primer paso para lograr otros elementos muy importantes: seguridad y protección. Es por esta razón, que como observamos en muchas especies de mamíferos, la hembra tiene la capacidad de embarazarse, mantener un embarazo de un tiempo importante (meses en general, dependiendo de la especie), parir, amamantar y proteger a su cría; en tanto, es esencial un macho que la proteja y le garantice comida para sobrevivir. Entiendo que actualmente somos muchas las mujeres que ni necesitamos protección y que incluso podemos mantener económicamente a un señor si este no tiene trabajo; no obstante, a la hora de enamorarnos, se activan todas nuestras variables atávicas y esto se pone en juego sin siquiera darnos cuenta, e incluso sin querer que suceda. No es voluntario, se activan de modo autónomo. Cuando este hecho se le comunica al paciente, deja de sentirse “usado/a” ante la conducta del otro en conquista y puede entonces dejar de sufrir buscando otras maneras menos iatrogénicas de relacionarse.
Querer igualar la performance sexual en las conquistas es otro ítem equivocado que notamos en los relatos de los pacientes en la terapia. En una consulta, una paciente me comentó que ve como injusto que el chico con quien sale hace un tiempo, en ocasiones, tiene sexo con otras chicas e igual le dice que la elige a ella. La chica intentó hacer lo mismo procurando de equiparar la situación, y trató de tener sexo con varios chicos para demostrarle a él que también podía hacerlo. Buscaba de algún modo equidad en esa performance, acaso como modo de mostrarle que ella también era capaz de lo mismo. Cuando lo hablamos en el espacio de terapia, y ante mi pregunta de si la pasó bien teniendo sexo con otros hombres, me contestó que no, que más bien se sintió muy mal y que no entiende porqué su novio hace eso (y se siente bien de hacerlo y ella no), que no es justo. Lo que observamos en general, es que hay una diferencia entre la mujer y el varón cuando tienen sexo con varias personas: él se sentía muy bien teniendo sexo con varias chicas y ella se sintió muy mal cuando intentó igualar este patrón. Y no… Es muy diferente lo que busca un varón teniendo sexo con varias: placer. Es muy diferente lo que siente una chica teniendo sexo con varios: vacío, o al menos falta de placer. Incluso hasta podríamos decir que una chica que tiene sexo con varios hombres, no se siente bien seguramente, o está buscando algo que no va a encontrar de esa manera. Está tratando de llenar un vacío (de esto tratamos justamente a las pacientes borderline cuya búsqueda es así pero en forma sistemática y no sólo en la búsqueda de pareja); sin embargo, este comportamiento en varones sólo se ve como una manera de satisfacer su sexualidad y notar que no se engancha con ninguna, sino que su comportamiento lo deja satisfecho, le agrada, le da placer. A largo plazo puede que esto lo lleve a buscar una pareja estable, pero no en el período de búsqueda. Igualmente, los tiempos han cambiado mucho y esta tendencia a tener varios partenaires sexuales también se ve bastante en mujeres, pero disminuye con la edad de la mujer; y en el hombre se mantiene como un patrón más estable en edades incluso de adultos mayores. Nuevamente reiteramos que la conducta y la voluntad no siempre van de la mano. Hablamos de tendencias. Incluso, la sociedad ha hecho y aún hace hoy un juicio de valor diferente entre la sexualidad del varón y de la mujer; y en esto, no estamos de acuerdo, pero sí destacamos la tendencia biológica en la diferencia de la sexualidad entre hombre y mujer.
Para no caer en un psicologismo diagnóstico al mencionar a las pacientes borderline, que nada tiene que ver con este artículo (es un tema muy complejo y tratable, obviamente), es importante destacar la correlación de la desregulación emocional y la promiscuidad. Aquí estamos dentro de la psicopatología, en donde el comportamiento desregulado incluye conductas altamente riesgosas y no sólo relacionadas a la cantidad de compañeros sexuales, sino a la falta de cuidados en un amplio espectro (con desconocidos, con varios al mismo tiempo sin utilizar preservativos, con gente violenta, etc). En este artículo, estamos tratando de destacar la tendencia biológica que dispara conductas diferenciadas entre hombres y mujeres a la hora de iniciar y mantener relaciones de parejas; la conducta patológica de los pacientes con Trastorno límite de la personalidad (borderline) sería un extremo patológico de un patrón distorsionado de búsqueda.
Son interesantes, por ejemplo, algunas encuestas respecto a opiniones masculinas y femeninas y sus diferencias. Si a un hombre se le pregunta con cuántas personas (al menos), quiere tener sexo antes de morirse, los números siempre van a ser significativamente elevados a diferencia de las mujeres. Es mucho más probable que ellas pongan una cláusula de calidad y que la cantidad no les importe tanto, lo cual disminuye significativamente la cifra.
Un dato no menor y clave en esas diferencias, se relaciona a la frecuencia orgásmica, porque tiene que ver directamente con las chances de experimentar placer en un encuentro sexual, y la mayoría de mujeres saben (o sospechan) que eso es difícil en un primer encuentro. Si a las mujeres les preguntamos por el deseo sexual, la gran mayoría nos dirán que es eso lo que privilegian más que la cantidad de varones con los que quieren tener sexo.
El conocido Efecto Rooster también entra aquí como una diferencia entre sexos con mucho basamento biológico, que se da en muchas especies, y nos incluye como especie humana. En general, a un varón le cuesta tener varias veces sexo con la misma mujer en una noche; sin embargo, si en una noche tiene varias mujeres, no se cansará de satisfacer a ninguna. Esto tiene una explicación biológica justamente basada en la variabilidad de la motivación sexual del macho ante diferentes estímulos. En las mujeres sucede al revés; la motivación sexual es muy significativa cuando tiene sexo con el mismo hombre. De hecho, un observable en las parejas heterosexuales al inicio es: hombre teniendo muy buen sexo y frecuente con su mujer y ésta sintiendo menos excitación sexual. A medida que pasa el tiempo y la relación se afianza, notamos que la mujer mejora su calidad y frecuencia de los orgasmos mientras que el hombre baja la motivación sexual. A medida que ella mejora su performance, él va disminuyendo en la suya. Muchas veces, esta explicación por ejemplo en mujeres a las que les cuesta llegar al orgasmo en las primeras relaciones con alguien nuevo, mejora con este tipo de explicaciones evolutivas, generando paciencia y ver cómo a medida que aumenta la confianza, aumenta la capacidad orgásmica.
Otra diferencia entre géneros:
En general los hombres infieles no tienen por qué estar infelices con sus parejas cuando lo son y en mujeres infieles suele haber insatisfacción sexual con la pareja.
En parejas de varios años de casados, la mujer deja de tener motivación sexual en un tiempo medianamente corto, más aún luego de tener hijos. La caída hormonal se relaciona también a perder la alerta de búsqueda de un macho; ya lo consiguió, ya está protegida y segura (recordemos que son sensaciones atávicas, no necesariamente representativas de la vida que lleva). En cambio, el varón se convierte en un buscador de sexo dentro de la pareja. Las consultas típicas en nuestro consultorio, implican mujeres que nos dicen que no tienen ganas de tener sexo y que el marido busca, se pone insistente, lo cual les provoca menos ganas. Por otro lado, en terapia los hombres que nos dicen que su mujer nunca tiene ganas y que si le proponen al menos tener sexo oral los miran aterradas. Si el varón no lo encuentra, a largo plazo buscará afuera. Las abuelas tenían una frase interesante: “Atendelo a tu marido o se va a ir a buscar afuera”. En nuestros tiempos actuales, esta frase nos parece detestable. Cuando los terapeutas atendemos mujeres de mediana edad que no quieren tener sexo con el marido o que quieren pero no están motivadas (el deseo sexual hipoactivo es una consulta muy frecuente en nuestros consultorios), intentamos dar algunas explicaciones biológicas e con el objetivo de reactivar ese deseo para poder mejorar la performance sexual en la pareja; por otro lado, mitigar el sentimiento doloroso de encontrar una infidelidad por parte del marido en esta situación de no tener sexo en pareja.
Respecto al tema de la satisfacción, un estudio reciente habla de un análisis de satisfacción sexual en lo que ahora llaman ‘parejas de sexo mixto’, o sea parejas heterosexuales. Decía que en los hombres, lo más central en la pareja es la satisfacción sexual, mientras que en mujeres es el deseo sexual. Tengamos en cuenta lo siguiente a nivel de respuestas estadísticas: Si a un varón se le plantea una situación en la que puede reducir los intermediarios entre el deseo y el sexo (por ejemplo, estar en pareja), el señor probablemente diría que tiene muchas ganas de que esto pase. Si a la mujer se le plantea lo mismo (no en términos de tiempo), pero si en términos de lo que le atrae, creo que es bastante distinta la respuesta. Entonces la monotonía no tiene por qué reducir la satisfacción pero aniquila el deseo. Aquí, entonces, se expondría la categoría diagnóstica de Deseo Sexual Hipoactivo y su sobrerepresentación en mujeres en parejas monógamas.
En un punto, nos damos cuenta que el deseo funciona diferente en mujeres y hombres; los hombres buscan más activamente. Las mujeres muchas veces no tienen deseo sexual espontáneo sino más asociado a algo en particular, no como acción pura. Y ese algo muchas veces es la seducción y el sentirse deseadas. Cuando una pareja (o alguno de los dos) llega a terapia porque no tienen sexo y citan el bajo deseo sexual de ella como motivo, es importante también explorar el contexto. Comportamentalmente hablando, las acciones tienen más chances de ocurrir cuando están programadas de alguna forma; de hecho, agendar un día para que la pareja tenga sexo, es una de las técnicas de primera elección en los tratamientos de baja conducta sexual en parejas, tanto heterosexuales como homosexuales. Pese a que los pacientes al comienzo no les agrada la programación de tener sexo porque consideran que debería ser una conducta espontánea, la realidad es que no se está produciendo y al programarla aumenta significativamente la acción, mejorando sustancialmente la relación de pareja. Paradójicamente, la conducta sexual ocurre espontáneamente cuando las personas tienen citas (en este caso lo que se programa es la cita). Cuando dos personas conviven es otra historia y este factor es muy escuchado en las consultas, de ahí que, hoy por hoy, muchas parejas funcionan mejor fuera de la convivencia. La convivencia es muy preciada en los primeros tiempos, pero sexualmente genera una sensación de que el sexo está disponible las 24 horas, por lo tanto, sino tenemos sexo hoy, podemos tenerlo mañana, y si no podemos mañana, podemos pasado y el sexo pasa a ser uno de las acciones más postergadas en las parejas convivientes. El deseo sexual hipoactivo es una de las consecuencias a mediano plazo.
Creo que más allá de las discrepancias entre hombres y mujeres (que quedan más en evidencia en este contexto), es relevante cuál es la concepción del deseo y del sexo que tiene la gente. Una de las consecuencias de hablar tanto de empoderamiento es que hoy mucha gente piensa que tener sexo es algo que uno hace con una motivación intrínseca muy fuerte, y que siempre tienen que tener muchísimas ganas y disfrutarlo un montón. Esa sobrevaloración del sexo ha sido generadora de grandes frustraciones para las parejas y casi un motivo frecuente para acudir a consultas psicológicas y porque no, también un motivo de separación. Sabemos en clínica que las altas expectativas en el sexo generan muchos trastornos y disfunciones como la impotencia y la anorgasmia. Parte de nuestro trabajo es reestructurar la idea sobre el sexo “perfecto” y con un deseo y excitación casi de Hollywood; la realidad claramente, es otra. Y cuando se trabaja sobre este tema y basándonos en la realidad, es donde observamos una franca mejoría de nuestros pacientes. Parte de la terapéutica es, justamente, programar los encuentros sexuales, intentando que la activación conductual genere la motivación y las ganas; casi el camino inverso de lo que venía haciendo la pareja que convive y posterga el encuentro sexual. Si bien es muy importante que se haya empezado a hablar de consentimiento más explícitamente, en ocasiones en las que esto no es un problema, pensar que el sexo es algo que uno sólo hace cuando está altamente motivado, sin haberlo pensado o planificado o sin que el otro haya iniciado, es un grave error. La mayoría de cosas que hacemos no se hacen así. La espontaneidad no es algo frecuente en nuestro comportamiento cotidiano, lo mismo aplica a la mayoría de cosas que disfrutamos. Es usual en terapia, especialmente, que se plantee como intervención el hacer las cosas sin ganas para luego ver cómo se siente uno (una vez realizada la tarea, en vez de quedarse con la idea), antes que el seguir procrastinando la acción.
Como conclusión, la mayoría de acciones que hacemos eficazmente en el día, como levantarnos, asearnos, ir a trabajar, ir a entrenar al gym, ir a hacer las compras, etc., no las hacemos en ocasiones con ganas, ni motivación, sino que simplemente accionamos; las ganas, o incluso el placer, vendrán después o durante la acción. En el sexo (entendamos que la conducta sexual es también eso, una conducta) cumple los mismos principios. Pero recordemos, entonces, que las reglas del comportamiento son las mismas en los seres humanos y en muchos animales dotados de neocortex (la corteza cerebral más evolucionada): no obstante, hay diferencias biológicas entre los distintos sexos, lo cual genera que bajo esas mismas reglas comportamentales, el análisis funcional sea diferente y lo que a un hombre lo motiva, puede ser opuesto a lo que motiva a una mujer.
No es el objetivo de este artículo dejar deprimido al lector. La idea fundamental es que cuando nos consultan personas heterosexuales por asuntos de pareja, nosotros podamos darles un tratamiento con un amplio espectro de abordajes, uno que tenga en cuenta el contexto de esa pareja, sumado a aquellos elementos que son tendencias biológicas, (no sería procedente ignorarlas, generando en tal caso una igualdad distorsionada). Saber cómo funciona la biología deja a veces con mejores herramientas a los pacientes para poder accionar racionalmente, mitigando el sufrimiento.
Pasaron millones de años y el hombre actual difiere mucho del hombre primitivo, pero la fisiología de nuestros cuerpos, está casi intacta.
Referencias:
- Nagoski, Emily. 2015. Come as You Are. New York, NY: Simon & Schuster.
- Ogas, O., & Gaddam, S. (2011). A billion wicked thoughts: What the world’s largest experiment reveals about human desire.