“Los antidepresivos no deben usarse para adultos con trastorno depresivo mayor antes de que haya evidencia válida que demuestre que los posibles efectos beneficiosos superan a los efectos nocivos,” sostuvieron en un reciente artículo Irving Kirsch (Universidad de Harvard, un experto en antidepresivos y el efecto placebo), Janus Jakobsen y Christian Gluud (Centro de Investigación de Intervención Clínica de Dinamarca) (Jakobsen, Gluud, & Kirsch, 2019).
Basan esta conclusión en una revisión exhaustiva de los estudios existentes. Estos investigadores explican que los análisis de los ensayos clínicos encuentran consistentemente que los antidepresivos tienen una ligera ventaja estadística sobre el placebo. Sin embargo, este efecto es mínimo y es probable que ni siquiera sea notablemente diferente del placebo para médicos o pacientes. Aunque hay una ligera diferencia estadística, se asocia con una calificación “sin cambio”. Se estima que la diferencia es equivalente a menos de 2 puntos en una escala de 52 puntos, y otra investigación ha encontrado que se necesita una diferencia de, al menos, 7 puntos para ser clínicamente relevante.
A pesar de estos resultados, el uso de antidepresivos es muy extendido y está en crecimiento.
Una percepción común es que los antidepresivos son necesarios en los casos más severos de depresión, incluso si no son efectivos para la depresión leve a moderada. Sin embargo, estudios actuales no han podido apoyar esta hipótesis (Lewis et al., 2019). Los investigadores escriben que “no hay evidencia clara para apoyar la noción de que los antidepresivos serían más beneficiosos en la depresión severa en comparación con la depresión leve o moderada.”
Otro punto clave es que los antidepresivos a menudo se recetan para el tratamiento a largo plazo, a pesar de la falta de estudios rigurosos a largo plazo, y la evidencia de que los síntomas depresivos pueden empeorar con el uso de antidepresivos a largo plazo (Hengartner, Angst, & Rössler, 2018), (Vittengl, 2017). Los investigadores escriben que “no hay evidencia que respalde el tratamiento a largo plazo con antidepresivos.”
También criticaron los altos niveles de sesgo en los ensayos clínicos existentes, lo que resulta en una sobreestimación de los beneficios y la minimización de los daños.
Los investigadores escriben que los ensayos independientes no vinculados a la industria farmacéutica no encontraron “ningún efecto significativo de los ISRS,” pero los ensayos con un “sesgo con fines de lucro” probablemente encontrarían un efecto estadísticamente significativo para los antidepresivos. Los estudios, donde un autor era empleado de la compañía farmacéutica, “tenían 22 veces menos probabilidades de tener declaraciones negativas sobre el medicamento.”
Los investigadores también señalan que el diagnóstico de depresión es un juicio subjetivo basado en la interpretación o de una serie de criterios por parte del médico tratante. No se basa en ningún marco causal o biológico, y “no hay pruebas objetivas ni pruebas de laboratorio (por ejemplo, análisis de sangre, resonancias magnéticas) para la depresión o para validar el diagnóstico”.
El estudio también revisa investigaciones sobre los efectos adversos de los antidepresivos. Destacan el riesgo de problemas gastrointestinales, disfunción del sueño y disfunción sexual, que pueden continuar incluso después de suspender los medicamentos. También señalan que gran parte de los datos sobre daños provienen únicamente de estudios a corto plazo, y que los efectos a largo plazo son probablemente más graves. También destacan que los efectos de la abstinencia pueden ser graves y durar varios meses, o más.
Los investigadores concluyen que cualquier recomendación para recetar antidepresivos debe evaluar los beneficios y los daños del medicamento pues esta revisión sugiere que los beneficios potenciales son mínimos en el mejor de los casos, mientras que el riesgo de daño es mayor.
Finalmente, sugieren reformas estructurales, abordar temas como el desempleo y la pobreza, que están sustancialmente correlacionados con la experiencia de la depresión. También citan pautas internacionales para el tratamiento de la depresión, que se centran en el ejercicio, la higiene del sueño y la alimentación saludable como intervenciones de primera línea.
Referencias:
Hengartner, M. P., Angst, J., & Rössler, W. (2018). Antidepressant Use Prospectively Relates to a Poorer Long-Term Outcome of Depression: Results from a Prospective Community Cohort Study over 30 Years. Psychotherapy and Psychosomatics, 87(3), 181-183. https://doi.org/10.1159/000488802
Jakobsen, J. C., Gluud, C., & Kirsch, I. (2019). Should antidepressants be used for major depressive disorder? BMJ Evidence-Based Medicine. https://doi.org/10.1136/bmjebm-2019-111238
Lewis, G., Duffy, L., Ades, A., Amos, R., Araya, R., Brabyn, S., … Lewis, G. (2019). The clinical effectiveness of sertraline in primary care and the role of depression severity and duration (PANDA): a pragmatic, double-blind, placebo-controlled randomised trial. The Lancet. Psychiatry. https://doi.org/10.1016/S2215-0366(19)30366-9
Vittengl, J. R. (2017). Poorer Long-Term Outcomes among Persons with Major Depressive Disorder Treated with Medication. Psychotherapy and Psychosomatics, 86(5), 302-304. https://doi.org/10.1159/000479162
Fuente: Mad in America