Un análisis global de 149 países sugiere que la inseguridad alimentaria (escasez de alimentos o dificultad para obtenerlos) podría relacionarse estrechamente con el asentamiento de estresores psicosociales que desencadenan problemas de salud mental como la ansiedad y la depresión.
El estudio publicado en el diario American Journal of Preventive Medicine asegura que a mayor inseguridad alimentaria mayores probabilidades de experimentar una salud mental pobre o bien problemas de salud física como obesidad o un desarrollo retraído en la infancia.
Estos resultados sin duda generan gran preocupación tomando en cuenta los 795 millones de personas en el mundo que viven en situación de inseguridad alimentaria. De acuerdo con los autores de la investigación, en regiones donde la comida escasea o la situación económica da lugar a la obtención de alimentos por medio de la fuerza o métodos ilegales, las personas experimentan “sentimientos inducidos de alienación, falta de empoderamiento, vergüenza y culpa que se asocian con la depresión”.
En resumen, cuanto más experimenta un individuo inseguridad alimentaria, más probable es que experimente una salud mental pobre
La encuesta mundial de inseguridad alimentaria 2014, en la cual se basó el estudio citado, reporta las cifras de escasez de alimentos en un rango de 18.3% en Asia del Este y 76.1% en África Sub-Sahariana, siendo uno de los países más afectados Ghana, de acuerdo con un estudio donde se establece un vínculo directo entre el aumento en problemas de salud mental en la población y la inseguridad alimentaria en jefes del hogar.
“Si bien la inseguridad es un factor importante que contribuye a los pobres resultados de salud mental, las intervenciones para reducirla pueden tener impactos positivos no deseados”, explican los investigadores. Por lo tanto, es importante comprender mejor la conexión entre la inseguridad alimentaria y la salud mental.
Los autores llevaron a cabo el estudio informado con el fin de “determinar la asociación entre el nivel individual de inseguridad alimentaria y el estado de salud mental en todas las regiones globales”. Finalmente, se encontró que la relación entre la inseguridad alimentaria y la salud mental es más fuerte que la relación entre las variables socioeconómicas (por ejemplo, educación, empleo o ingresos) y la salud mental.
La consistencia en los resultados a lo largo de regiones globales distintas sugiere que la relación entre la inseguridad alimentaria y la salud mental se rige bajo parámetros universales y que no varía conforme a la cultura. También se encontró que los individuos mayores de 65 años son más vulnerables ante el impacto de la escasez de alimentos.
Los autores esperan que la evidencia impulse a los gobiernos a implementar mejores estrategias de intervención para disminuir la inseguridad alimentaria, si bien es importante que dichas intervenciones sean evaluadas y que se establezcan “mediciones explícitas de la salud mental y un examen de las vías de impacto a través de las cuales los componentes de seguridad alimentaria influyen en las condiciones y experiencias psicosociales”.
Fuente: Mad In America; American Journal of Preventive Medicine