Según las investigaciones psicológicas, el nivel de ingresos influye de manera importante en la forma en que las personas ven las experiencias más rutinarias y ordinarias.
En las personas pobres, “los pensamientos sobre el costo y el dinero son provocados por circunstancias mundanas, son difíciles de suprimir, cambian las asociaciones mentales e interfieren con otras experiencias” (Shah, Zhao, Mullainathan, & Shafir, 2018).
En el primero de cuatro experimentos, se pidió a los participantes de una encuesta online que leyeran algunos escenarios hipotéticos y luego respondieran preguntas sobre sus pensamientos respecto de ellos. Los escenarios fueron bastante mundanos:
- Estás en tu lugar de reunión local con un par de buenos amigos viendo deportes en la televisión. Es el cumpleaños de un amigo y el grupo comprar entre todos una buena botella de vino para celebrar. ¿Qué piensas en ese momento?
Con una lista de opciones para que los participantes califiquen, de 1 (“No pensaría en eso en absoluto”) a 10 (“Pensaría mucho en eso”). Los participantes con ingresos más bajos fueron más propensos a calificar alto en la categoría “cuánto necesitaré para obtener el vino” que aquellos con altos ingresos.
Estas calificaciones mostraron cómo las personas más pobres reaccionaban a situaciones cotidianas que, si bien involucraban algunos aspectos financieros, no eran de naturaleza abiertamente económica.
“Los eventos diarios simples como reunirse con amigos, tomar una cerveza o tomar un taxi toman una dimensión adicional para los pobres: no se trata solo de la experiencia en sí, sino también de los costos subyacentes,” concluyen los autores.
Experimentos similares con diferentes grupos de sujetos de estudio mostraron además que los pensamientos relacionados con el costo y el dinero surgen de manera involuntaria en las personas más pobres y que esos pensamientos son persistentes y difíciles de ignorar. Además, las personas pobres asocian más ideas con costos que las personas más ricas y esos pensamientos interfieren con otras experiencias.
“Los pobres son percibidos consistentemente como uno de los grupos menos competentes” y son constantemente deshumanizados y se supone que tienen una capacidad mental más baja que los adinerados, señalan Shah y sus colegas. Hay una suposición de que el trabajo duro y la inteligencia te hacen ganar dinero, y si alguien es pobre, sus circunstancias son su culpa.
Investigación sobre la escasez sugiere que este es un factor poderoso en la configuración de la toma de decisiones y los enfoques cognitivos (Shah, Shafir, & Mullainathan, 2015). La escasez cambia la forma en que las personas juzgan el valor. Los investigadores organizaron experimentos, dividiendo a las personas en grupos con recursos escasos y con reservas suficientes. Los participantes en grupos preparados para pensar en una escasez de dinero, tiempo e incluso alimentos desarrollaron patrones similares de toma de decisiones: una “mentalidad de escasez”. Esto sugiere que las condiciones de ser pobre pueden crear esta mentalidad, en lugar de una mentalidad diferente que lleve a las personas a la pobreza. Aquellos con mentalidad de escasez tenían más probabilidades de comparar los valores de dos opciones y sopesar los costos de oportunidad de una acción. Se comportaron de manera más racional, desde un punto de vista económico, dijeron los autores. “En condiciones de escasez, las personas se centran en las necesidades apremiantes y reconocen las compensaciones que se deben hacer frente a esas necesidades.”
Si bien los investigadores han descubierto que algunas habilidades mejoran en personas pobres, también han encontrado evidencia de que los bajos ingresos afectan negativamente la cognición. Si bien las personas pobres realmente toman decisiones sensatas al comprar alimentos, por ejemplo, otra investigación ha encontrado que, durante los períodos en que el dinero es escaso, las personas obtienen un peor desempeño en las medidas de inteligencia fluida (la capacidad de pensar de manera abstracta, identificar patrones y resolver problemas) y control cognitivo.
En una presentación en la Convención Internacional de Ciencias Psicológicas en 2015 en Amsterdam, Shafir relató un experimento realizado en un centro comercial de Nueva Jersey donde se les pidió a los participantes completar las pruebas después de imaginar uno de dos escenarios. En un escenario, el automóvil del participante se descompuso y necesitó reparaciones, a un costo de $ 100. En el otro, las reparaciones costarían $ 1500. Entre aquellos en la mitad superior de las medidas de ingresos, no hubo diferencia en los puntajes de las pruebas para las dos situaciones de costos. Sin embargo, entre la mitad inferior de los participantes, imaginar un costo de $ 1500 hizo que los puntajes de inteligencia fluida bajaran el equivalente a 13 puntos de coeficiente intelectual .
En situación de pobreza las personas deben funcionar con mayores requerimientos en un sistema que es menos capaz de hacer frente a estos requerimientos y donde las consecuencias por cometer un error son mucho mayores.
Referencias bibliográficas:
Shah, A. K., Shafir, E., & Mullainathan, S. (2015). Scarcity frames value. Psychological Science, 26(4), 402-412. https://doi.org/10.1177/0956797614563958
Shah, A. K., Zhao, J., Mullainathan, S., & Shafir, E. (2018). Money in the Mental Lives of the Poor. Social Cognition, Vol. 36, pp. 4-19. https://doi.org/10.1521/soco.2018.36.1.4
Shafir, E. (2015) The Psychology of Scarcity and Its Consequences. Lecture presented at the Integrative Science Symposium: Psychology in an Economic World in the Netherlands, Amsterdam. Recuperado de https://youtu.be/T7DZQsxbnhQ
Fuente: Psychological Science