Si algo producen los temores infantiles dentro de la familia -y más específicamente, al interior de la cultura adulta-, es un alto grado de seriedad que produce rigidez y aumenta el tamaño y la fuerza –seriedad, nuevamente- del problema, legitimando su discurso: “Yo soy más fuerte que ustedes”, parece repetir el miedo.
Esta seriedad pasa a colaborar inminentemente con la trama del problema, debilitando a la familia y especialmente al niño, que con una imaginación desbordante bien podría provocar y aumentar una contratrama que debilite la capa gruesa de la trama del problema. Situaciones especiales – “raras”-, juegos y estrategias creativas pueden ayudar a vencer el miedo.
Rescatando la imaginación podemos construir una contratrama efectiva, como la que nos creó en consulta Daniela. Con una imaginación visual sorprendente, me cuenta a mí y a su familia que si cierra los ojos puede ver con absoluta claridad a la bruja que habita debajo de su cama y el duende que se esconde en el cesto de ropa del baño: personajes que impiden que ella, a sus 6 años, pueda quedarse sola en estos espacios de la casa.
Los miedos viven en los rincones oscuros; inversamente, no pueden sobrevivir si se los exhibe.
Para usar este recurso, decidimos reunirnos nuevamente en unas horas con Daniela y sus padres, mientras esperamos que Alejandra, la hermana de mi esposa, que tiene un talento tan especial como el de Daniela para dibujar estos seres, llegue al estudio y ayude a Daniela con los dibujos que ella no se atrevía a dibujar sola.
El resultado, 4 dibujos increíbles, copias fieles de la imaginación de Daniela, a la que decidimos someter durante las próximas dos semanas a las más crueles burlas, bromas y alteraciones con la ayuda de toda la familia, que llegando a casa armaría una “Galería de monstruos” en el espacio más transitado de la casa, con una obligación para todos los que transiten por allí: burlarse de los miedos, atendiendo a dos de las 5 leyes de los miedos creadas por David Epston, que compartí con la familia:
– Los miedos viven en los rincones oscuros; inversamente, no pueden sobrevivir si se los exhibe.
– Los temores carecen de sentido del humor; no pueden soportar una broma a costa suya; el niño y sus padres pueden ridiculizar a los miedos haciendo bromas sobre ellos.
Luego de dos semanas, Daniela fue premiada por su madre: le compraron un cachorro que la acompañaría en casa. Luego de exhibir los miedos y de que toda la familia se burlara de ellos, Daniela se había armado de valor: iba al baño sola y podía tomar la siesta tranquila en su habitación. Había soñado con un cuento que leyó en la escuela, donde una pequeña se armaba de valor y coraje con la compañía de un valeroso perro. Así que la madre premió su esfuerzo y valentía con un cachorro, y Daniela pasaría la más dura prueba: su madre había olvidado el collar del perro en el veterinario y tuvo que regresar por el a la veterinaria, dejando por 30 minutos sola a Daniela, muy tranquila junto a sus mascota.
Cuando volvieron a consulta Daniela tenía una conclusión: “el perro no puede enseñarme a ser valiente, primero que tengo enseñárselo yo para para poder aprender algo de él”. “¿Estás preparada para eso Daniela?”, pregunté. “Sí, claro, esos miedos ahora solo me provocan risa”. “¿Te has olvidado de ellos?”, vuelvo a preguntar. “No, quiero conservarlos todavía allí, en las paredes. No puedo deshacerme de ellos tan rápidamente. La diferencia es que sé que están allí, pero no me fastidian ni creo que lo hagan después. Además, ahora mi familia ríe mucho más y estamos más unidos.”
Cuando la imaginación juega en contra de los niños debido a nuestra racionalidad adulta –el convencimiento de que los monstruos no existen- la familia se ve atrapada en un callejón sin salida.
Hace poco otro niño me contaba que vencía “el deseo de la pis de mojarme” –tal como se nombró el problema en la externalización-, trasladándose a la biblioteca a dormir, ya que se sentía seguro y protegido por los libros, las enciclopedias y los cuentos que leía durante el día.
“¿Por qué no sigues usando esa estrategia mientras te vas volviendo cada más fuerte?”, le pregunto. Y me dice que sus padres consideran esto como una locura y le exigen cada noche volver a la cama.
Los temores carecen de sentido del humor; no pueden soportar una broma a costa suya
“No es normal que un niño duerma en la biblioteca”, me dicen sus padres. “Pero esta habilidad suya de protegerse con los libros es fabulosa, a mi no se me hubiese ocurrido, e imagino que a otros niños tampoco. La idea es genial, deberían patentarla. Ha llegado a una solución efectiva para dejar que la pis los haga sufrir a todos ¿Qué creen ustedes, tienen un hijo con ideas fabulosas?”
Los padres sonríen, nunca habían percatado el gesto de imaginación y la voluntad del pequeño por resolver el problema solo para que sus padres dejaran de sufrir, sino que se habían amparado, aconsejados incluso por algunos profesionales, en que el niño debía enfrentar esto en su dormitorio, sino le provocarían grandes dependencias en su crecimiento.
La creatividad, cargada con estos increíbles actos de imaginación infantil, conocer al niño al margen del problema, otorgar un espacio para hablar de sus habilidades y descubrirlas, son actos que contradicen las versiones dominantes del problema y se convierten en maravillosos recursos, fortalezas y habilidades para el niño. Son estas “habilidades raras”, como las llama David Epston, las que sacan adelante a la familia y las une en un propósito, creando fabulosas contratramas a la trama del problema.
Artículo previamente publicado en El Terapeuta Estupido, un blog especializado sobre Terapia Centrada en Soluciones y escrito por Jorge Ayala.