Recuerdo que estaba viendo el canal de música cuando empecé a pensar en el asunto por primera vez.
Me llamó la atención que todos los videos de algunos géneros musicales, como el rap y el hip hop, eran iguales, parecían clonados: El vocalista situado en el centro de la escena, cantando con cara de recio, y rodeado de una multitud de chicas jóvenes, ligeras de ropa, que se contoneaban en una danza de cortejo sobreactuada mientras se autoerotizaban tocándose a sí mismas y pasándose la lengua por los labios en un frenesí de sugerente desparpajo; como si la sola presencia del rapero en cuestión fuera suficiente para excitarlas hasta el paroxismo.
Lo que me preguntaba era: ¿Por qué la formula? ¿Por qué la misma receta repetida una y otra vez? ¿Acaso a los raperos en particular se les estaba empezando a apagar la llama de la creatividad?
La predilección de las hembras por los machos se encuentra predeterminada genéticamente en todas las especies animales, incluso en los seres humanos.
Así dadas las cosas, la hembra del pavo real siente mayor atracción por los machos que tienen la cola más grande, colorida y brillante. Entre los cangrejos, importa el tamaño, la altura, y la ostentación de fortaleza física que pueda hacer con las pinzas.
En el caso de los seres humanos, es importante la contextura del hombre: Las mujeres de todas las culturas, lo acepten conscientemente o no, los prefieren más altos que ellas; de espalda, frente y mandíbula ancha, cintura estrecha, trasero enjuto y firme, y piernas atléticas.
La predilección de las hembras por los machos se encuentra predeterminada genéticamente en todas las especies animales, incluso en los seres humanos.
Los héroes del comic, como Batman o Superman, representan muy bien el conjunto de características físicas en las que ponen atención las mujeres cuando se fijan en un hombre.
Pero como quedó claro en mi artículo anterior sobre el tema, titulado EL EFECTO GIGOLÓ, la cosa no termina ahí; en los seres humanos el cortejo parece ser un poco más complejo. Las mujeres también ponen atención a indicadores indirectos, como cierta actitud positiva; y culturales, como la profesión, el estilo para vestir, o que tengan los zapatos bien lustrados.
En cierta clase de peces y otros animales se ha observado (Withfield, 2011), bajo rigurosas condiciones experimentales, que si por alguna razón, a la hora de elegir pareja para aparearse, una hembra se inclina por un macho de segunda o tercera categoría en cuanto a atractivo físico, es mucho más probable que otras hembras hagan la misma elección, aún cuando la oferta sea más amplia y otros machos de mejor porte y más ostentosos se muestren en exhibición y con disponibilidad.
Las hembras siguen su instinto, por supuesto, a la hora de formar familia, pero todo parece indicar que también se fijan en lo que hacen otras hembras y muchas veces terminan por imitarlas. Es como si pensaran “bueno, este Fulano me parece espantoso, pero si Mengana lo eligió, es porque algo bueno debe tener”
Si esto es válido para algunos peces, ¿podría ser válido también para las hembras humanas?.
¿Acaso los raperos polígamos del canal de música, o quienes los asesoran, han captado esto intuitivamente, y por eso se rodean de mujeres atractivas en sus videos o cuando tienen que acudir a una fiesta o a una entrega de premios multitudinaria en donde van a estar expuestos ante los ojos de todo el mundo?
Esto también podría ser una buena forma de aumentar el estatus personal, como el guardapolvo de médico o el auto caro al que hacía referencia anteriormente.
Rodearse de mujeres bellas que juegan el rol de seducidas por el sujeto en cuestión crea la ilusión entre la fauna femenina de que se encuentran ante el macho más macho de todos.
Hace algunos años, un amigo fue a ver un recital de una banda de rock cuyo vocalista es, desde un punto de vista biológico, un macho pusilánime y deslucido, la clase de hombre en la que ninguna mujer se fijaría si se lo cruzara caminando por la calle: extremadamente bajito, flacucho, desgarbado, y porque no decirlo… muy pero muy poco agraciado. En condiciones normales, la clase de hombre que estaría condenado a no dejar descendencia.
Y no, no voy a decir cuál es la banda de rock de la que estoy hablando porque es bastante exitosa y me metería sin dudas en problemas legales.
Pero lo que si importa de la historia es que mi amigo estaba indignado: no había podido escuchar prácticamente nada en aquel recital por la enorme cantidad de mujeres que colmaban el predio con gritos furibundos, alaridos ensordecedores y toda una catarata de variadas propuestas de connotación sexual lanzadas al aire sin ningún tipo de vergüenza ni censura moral.
Como si esto fuera poco, también tuvo que ver volar bombachas y corpiños de todos los colores, que las descontroladas fanáticas le arrojaban al insignificante vocalista de prosodia gangosa devenido en macho alfa.
Rodearse de mujeres bellas que juegan el rol de seducidas por el sujeto en cuestión crea la ilusión entre la fauna femenina de que se encuentran ante el macho más macho de todos.
“El tren que me lleva todos los días a trabajar va repleto de tipos como este, que pasan por esta vida sin pena ni gloria”, me dijo mi amigo, visiblemente enojado, tal vez porque en algún punto, sentía que él también formaba parte de ese desgraciado grupo.
Quise contar aquí la anécdota como ejemplo extremo de lo que en psicología se denomina contagio social (Myers, 2004). Si un pequeño grupo de mujeres se siente atraída por un hombre en particular, parece probable que las demás la imiten.
Ahora bien, ¿es este un mecanismo inconsciente o consciente?
Cabe preguntarse si cuando una mujer elige a un caballero guiándose por la preferencia de otra, lo hace porque empieza a ver al hombre seleccionado como más bello de lo que en realidad es, o por el contrario, su percepción permanece inmutable, pero decide seguir adelante de todas formas confiando en las posibles razones de quien lo ha mirado con buenos ojos primero?
Para averiguarlo, decidí repetir el experimento que ya había realizado en EL EFECTO GIGOLÓ pero con una variante.
Para quien leyó el experimento anterior, repasemos el protocolo. Para quien no lo leyó, intentaré ser breve y conciso: Tomé una nueva muestra de 120 mujeres de edad comprendida entre los 20 y los 65 años, y la dividí azarosamente en dos grupos de 60 personas cada uno.
A las participantes del primer grupo les mostré en forma individual una foto tamaño carta y a color de un caballero posando en primer plano de la cintura hacia arriba. El sujeto, de alrededor de 35 años, lucía una camisa blanca y mostraba una expresión neutra estampada en su rostro. A esta condición del experimento la denominé “neutra”.
A las participantes del segundo grupo les presenté, de igual forma, una foto del mismo caballero, en condiciones contextuales y escenográficas idénticas a las de la imagen anterior, pero con una diferencia: lo mostré acompañado por una mujer que lo observaba con cierta dosis de enamoramiento manifiesto en su mirada. A esta nueva condición, la denominé “aprendizaje social” y en ella aparecía una bonita señorita rubia que, tomando al caballero por los hombros, lo miraba con devoción. El sentido que transmitía con su actitud era claramente que le pertenecía, como si estuviera diciendo: “este hombre es mío, ¡yo lo vi primero!”
Factores como la edad de las mujeres de ambos grupos, así como su nivel educativo, fueron debidamente bloqueados merced a las características del diseño experimental escogido. Soy consciente de que algunas variables como las mencionadas pueden influir sobre las elecciones personales en materia de gustos masculinos, de ahí que decidiera neutralizarlas convenientemente.
Una vez que las mujeres tenían en sus manos la foto que les correspondía, y habiéndola observado detenidamente, les formulaba tres preguntas consecutivas que detallo a continuación:
¿Cuán atractivo le parece este hombre? Es decir, ¿cuánto le gusta desde un punto de vista físico o estético?
(Puntuar de acuerdo a escala de “1” a “10”, donde “1” equivale a la menor calificación posible y “10” a la máxima calificación posible).
Si no existieran impedimentos morales, religiosos, de fidelidad a una pareja estable actual, o diferencia de edad… ¿Estaría dispuesta a tener una cita con él? (tomar un café, salir a cenar)
(SI / NO)
Si no existieran impedimentos morales, religiosos, de fidelidad a una pareja estable actual, o diferencia de edad… ¿Tendría relaciones sexuales con él?
(SI / NO)
La primera de las preguntas apuntaba a determinar el grado de atractivo físico que las mujeres le otorgaban al hombre de la foto. Las siguientes dos preguntas, procuraban averiguar, siempre ateniéndose a lo que las participantes podían percibir a través de los ojos, cuán lejos estaban dispuestas a llegar con el caballero en cuestión en un sentido romántico.
llegado el momento de la verdad, confían más en su propio criterio antes que el criterio ajeno
La idea final era comparar estadísticamente el resultado obtenido por ambos grupos.
En rigor a la verdad, aquí tampoco encontré diferencias significativas en el nivel de atractivo físico que las mujeres de ambos grupos le atribuían al hombre. En promedio, el caballero evaluado recibió un puntaje que oscilaba entre los 4.70 y los 5.55 puntos en la escala de belleza masculina; de lo cual se desprende claramente, que la sola valoración positiva de una señorita enamorada no hace más hermoso a nadie.
Las mujeres de las dos condiciones tenían plena consciencia de lo que se encontraba frente a sus ojos.
No obstante, las participantes del segundo grupo se mostraban mucho mejor predispuestas a tener una cita con él, aunque la cautela aumentaba a la hora de decidir si darían también el siguiente paso, y tener relaciones sexuales.
En resumen, no obstante que el puntaje en cuanto a atractivo físico del hombre seguía siendo el mismo, su probabilidad de tener una cita, aumentaba, aunque no tanto como cuando aparecía solo y vestido de médico. En cuanto a sus chances de tener relaciones sexuales, disminuía un poco, en relación a la condición neutra.
O tal vez, sea lícito decir, que permanecían en suspenso, supeditadas tal vez a lo que ocurriera o como se comportara el hombre durante esa primera cita.
Era como si las mujeres que hubieran visto al hombre, previamente elegido por otra mujer, estuvieran dispuestas a darle una oportunidad solo por ese mero hecho, reservándose el derecho de aceptar o no, un mayor grado de intimidad para una segunda instancia.
Todo parece indicar que las hembras de la especia humana, también ponen atención a la elección que hacen otras hembras y actúan por imitación, aunque llegado el momento de la verdad, confían más en su propio criterio antes que el criterio ajeno, y se orienten y tomen una decisión de acuerdo a su propia experiencia, en función de la vivencia personal y la valoración de primera mano que hagan del potencial candidato.
Referencias Bibliográficas:
Myers, D., (2004), Exploraciones de la Psicología Social, Madrid, España: McGraw-Hillinteramericana de España.
Withfield, J., (2011), People Will Talk: The Surprising Science of Reputation, London, UK: John Wiley & Sons