Desde su más tierna infancia, la amenaza de la muerte marcó profundamente a Gustav Mahler y actuó como catalizadora de gran parte de sus vivencias y sentimientos ya que mucho antes de que llegara a la adolescencia fue testigo presencial de la muerte de seis de sus hermanos y el suicidio de otro de ellos.
No resulta descabellado afirmar que Mahler vivió las dos primeras décadas de su vida en medio de una sucesión de duelos interminables de entre los cuales el que más llegó a afectarle fue el que siguió a la muerte de su hermano Ernst, el más próximo a él en edad, un acontecimiento que le afectó profundamente y le inspiró en su labor de composición musical hasta el extremo de llegar a impregnar la temática de muchas de sus obras.
Como respuesta a la adversidad el pequeño Gustav optó por sumergirse en su propio mundo como mecanismo de evasión de la triste realidad que le rodeaba no solo ya por la impronta de la sempiterna muerte de sus seres queridos sino también por las consecuencias del carácter violento y dictatorial de su padre que con su comportamiento neurótico marcó de dolor la vida de su resignada esposa y de todos y cada uno de sus hijos.
Prologómeno de la entrevista de Mahler y Freud
A comienzos del verano de 1907, cuando Mahler estaba a punto de cumplir cuarenta y siete años, el destino quiso que se enfrentara de nuevo con el fantasma de la muerte que siempre le acompañó y tanto le hizo sufrir.
Como consecuencia de una difteria complicada y tras una desesperada traqueotomía de urgencia, la pequeña María (a quien todos llamaban Putzi), hija de Gustav Mahler y Alma Schindler, falleció cuando estaba a punto de cumplir sus primeros cinco años.de vida. Así fue como dio comienzo el principio del fin de la vida de un hombre cuya salud mental, y hasta física (cuarenta y ocho horas después de la muerte de Putzi un médico reconoció a Mahler y le diagnosticó una grave cardiopatia que pocos años después acabaría con su vida), entraron en un franco y extenuante declive.
Alma Mahler con sus hijas Ana y María
De nuevo la muerte de los niños (primero sus hermanos y ahora su propia hija) se erigía como hito y referencia psicobiográfica en la vida de un hombre que entre 1901 y 1904 se había dedicado a ponerle música a una colección de poemas de Friedrich Rükert que hoy conocemos como el ciclo de canciones Kindertotenlieder(Las canciones de los niños muertos).
Alma Schindler siempre le censuró a su marido que compusiera esos tristes lieder (en alemán, canciones):
“… en vida de las niñas me costaba tolerar y entender el interés de Gustav por esos lieder. Mientras nuestras dos hijas correteaban por el jardín y gritaban de alegría a mi me embargaba una sensación de horror al ver como su padre era capaz de cantar a la muerte de los niños”
Alma siempre estuvo convencida de que con los Kindertotenlieder Mahler había tentado a la muerte permitiéndole que entrara en su casa. En cierto modo consideraba a su marido culpable de la muerte de la pequeña Putzi.
Desde hacía años. el matrimonio Mahler atravesaba una seria crisis de convivencia que se vio sensiblemente agravada con la muerte de su hija.
Tal y como aprendió a hacer en su infancia, el compositor se refugió en su propio mundo y se centró por completo a la composición. Aquel verano Mahler trabajaba en su octava sinfonía, una obra que había inciado el verano anterior.
A la tragedia de la muerte de la niña siguieron una serie de acontecimientos que se cebaron tanto en el compositor como en su esposa con lacerante e inoportuna crueldad.
Al diagnóstico de la enfermedad cardiaca de Mahler a la que antes hacíamos mención, siguió un aborto de Alma (quien se encontraba en estado de gestación cuando perdieron a Putzi).
En el terreno profesional, Mahler sufrió también un duro golpe ya que, como consecuencia del furibundo antisemitismo que imperaba en la sociedad vienesa, se vio forzado a dimitir como director de la Ópera de Viena.
También la frágil e inestable convivencia entre Alma y Gustav se vio afectada por un inesperado acontecimiento que hizo tambalear los cimientos de un matrimonio ya de por si bastante deteriorado a priori. Gustav Mahler descubrió una carta en la que el joven arquitecto Walter Gropius (el mismo que años después fundaría Bauhaus) detallaba con todo lujo de detalles los momentos de intimidad vividos en la relación sentimental que sin duda mantenía con Alma Schindler. Se trataba de una carta que por error llevaba como destinatario al señor Mahler en lugar de la señora Mahler, tal vez un desliz freudiano de Gropius que el compositor interpretó como una petición de mano de su esposa que le lanzaba el arquitecto.
A partir de este infortunado descubrimiento Mahler se sintió aterrado ante la posibilidad de que su esposa pudiera abandonarlo.
La melancolía marcó inexorablemente cada uno de los días de la vida del compositor y fue entonces cuando su amigo y discípulo Bruno Walter le sugirió la idea de que consultara profesionalmente con un afamado psicoanalista vienés de orígen judío (como Mahler) llamado Sigmund Freud.
Gustav Mahler pidió cita al eminente neurólogo a través de un telegrama al que siguió otro en el que le manifestaba un cambio de opinión y cancelaba la consulta. Lo mismo ocurrió en un segundo intento (nueva cita, nueva cancelación) hasta que, cuando corría el mes de agosto de 1910, y mientras el psicoanalista disfrutaba de unas vacaciones en el Mar del Norte, recibió un tercer telegrama (esta vez con carácter urgente) en el que el compositor y director de orquesta le pedía desesperadamente su ayuda.
Aunque Sigmund Freud era sumamente reacio a interrumpir sus vacaciones, se sintió incapaz de rechazar la angustiosa petición de ayuda reflejada en aquel último telegrama (años después declararía que le resultó imposible decir que no a la posibilidad de psicoanalizar a un hombre tan importante) y respondió al compositor citándolo en un hotel de la ciudad holandesa de Leiden el día 26 de agosto.
No deja de resultar llamativo el detalle (para muchos biógrafos no casual) que el psicoanalista escogiera para el encuentro una ciudad con un nombre que traducido al alemán significa sufrimiento.
Una sesión singular psicoanálitica
Freud manifestaría a posteriori que nunca había encontrado a un paciente que asimilara tan rápidamente la esencia del psicoanálisis.
En una carta dirigida a Theodor Reik (discípulo de Freud y ferviente mahleriano) el psicoanalista declararía varios años después:
“… si doy crédito a las noticias que tengo, conseguí hacer mucho por él en aquel momento. E interesantes expediciones por la historia de su vida descubrimos sus condiciones personales para el amor … tuve muchas oportunidades de admirar la capacidad psicológica de aquel hombre genial ”
Como consecuencia de aquella maratoniana y nada ortodoxa sesión psicoanalítica Mahler llegó a la conclusión de que siempre había buscado en su esposa Alma una mujer que se pareciera a su madre.
Freud dijo al respecto:
“… con una madre tan agobiada por inquietudes como por un gran dolor, usted desea que su esposa sea igual a ella ”
Según conclusiones de Freud, Alma Mahler mantenía una fijación complementaria a la de su marido:
“… ella ama a su padre hasta el extremo de que solo fue capaz de elegir y amar a un hombre como usted ”
Gustav Mahler era casi veinte años mayor que Alma y ella siempre mostró tendencia a mantener relaciones sentimentales con hombres que la aventajaban considerablemente en edad.
A lo largo de las cuatro horas de sesión, Mahler reconoció sin tapujos sodos sus complejos y todos sus miedos (sobre todo su miedo a la muerte), así como también su compresión ante el hecho de que su esposa hubiera buscado en otro hombre algo que él, por sus episodios de impotencia, rara vez podía ofrecerle.
Sigmund Freud declararía pasado el tiempo que ningún compositor había llegado a expresar de un modo tan conmovedor como Gustav Mahler la lucha entre el Eros y el Tanatos.
Freud especuló acerca de que ciertas experiencias infantiles vividas por Mahler tuvieran una significativa importancia en la génesis de su neurosis y en la inspiración de sus composiciones.
Reseñemos una de estas experiencias
Cuando el pequeño Gustav contaba poco más de diez años fue testigo presencial de una violenta discusión entre sus padres en la que su progenitor actuóde un modo especialmente cruel y hostigador con su esposa.
Incapaz de soportar el drama, el niño Mahler escapó corriendo hacia la calle y justo cuando salió del edificio escuchó el sonido de un organillo con el que un músico callejero interpretaba la popular tonadilla austríaca “Aus du lieber Augustin”.
La cancioncilla provocó en el pequeño Gustav una súbita reacción de desconcierto:
” ¿como puede sonar esta alegre melodía al mismo tiempo que en mi casa ocurre un drama tan horrible? ”
Durante la sesión psicoanalítica, el compositor interpretó esta experiencia como la razón de que en sus sinfonías se intercalaran ciertas melodías de apariencia banal e intrascendentes en medio de pasajes de rotunda y severa solemnidad.
A través de aquella música de organillo callejero, Mahler fijó una conjunción entre lo trágico y lo frívolo como dos elementos complementarios e inseparables.
Ciertamente, en toda la obra de Mahler encontramos múltiples ejemplos de contrastantes polifonías que emanan de lo que fue su permanente y fluctuante estado anímico alterado. Lo alegre y lo dramático. Lo banal y lo trascendente. La euforia y la depresión. Ciclos que indeflectiblemente se alternaban en la mente del compositor y que hoy, desde la perspectiva de la moderna psiquiatría, nos inducen al diagnóstico restrospectivo de un más que probable trastorno bipolar.
Tras su sesión con Freud, una sesión que para Mahler resultó francamente beneficiosa, el compositor fue capaz de reincorporarse a sus tareas como director y aceptar un contrato para llevar a cabo una extenuante gira por los Estados Unidos a pesar de su precario estado de salud.
Epilogo
Cuando aun no había transcurrido un año desde su sesión terapeutica con Freud, Gustav Mahler sufrió un empeoramiento de su enfermedad cardíaca mientras dirigía un concierto tras otro en tierras americanas, motivo por el que decidió interrumpir la gira y regresar de inmediato a Europa.
Durante su viaje en tren por el viejo continente, ya de camino a Viena, muchos admiradores del compositor acudieron a las estaciones donde el convoy tenía paradas previstas para rendierle muestras de aprecio y, en cierto modo, despedirse de él.
Gustav Mahler murió el 18 de mayo de 1911 y, dando claras muestras de hipocresía , aquellos quienes más le criticaron y presionaron para que abandonase la Ópera de Viena fueron quienes le rindieron el más pomposo y solemne homenaje póstumo.
Una curiosa anécdota como colofon
Apenas Sigmund Freud supo por la prensa que Mahler había fallecido, escribió a su viuda una breve carta en la que le reclamó los honorarios por la sesión mantenida en Leiden con su esposo.
Desde entonces, Alma Schlinder (que sobrevivió a su esposo más de cincuenta años) manifestó un despreciativo odio hacia el psicoanalista y siempre que hablaba de él lo hacía describiéndolo como “el idiota de Freud”.
Agradecimientos a Alberto Soler Montagud por ofrecerme esta maravillosa publicación.
Clotilde Sarrió es una terapeuta especializada en Terapia Gestalt, puedes seguir leyendo sus artículos en su famoso blog Gestalt-Terapia.es
Imagen: BostonHerald