Nos preparamos para un examen: ponemos toda nuestra atención en cada palabra, estudiamos largas horas ―inclusive hasta la madrugada― y comemos cualquier comida al paso con tal de tener más tiempo para estudiar. A medida que se acerca la fecha de la evaluación, aumenta nuestro estrés, pero confiamos en que tantas horas de lectura tienen que dar sus frutos. Sin embrago, llegado el día, frente a la hoja con las preguntas… “Plop”, todo lo que aprendimos desapareció; ¿adónde se fue? ¿Por qué nuestra memoria es tan endeble? La historia descripta en el inicio del artículo puede que sea ―en gran medida― la respuesta. Lo desarrollaremos a lo largo de esta nota.
La atención
Si hay algo vital para poder memorizar cierta información, es estar atentos. Nuestra capacidad de mantener la atención selectiva y sostenida en el tiempo es muy baja: “usar la cabeza” nos cansa rápidamente y tenemos una gran facilidad para distraernos con otras cosas más divertidas que una pila de libros.
Veamos el porqué:
Nuestra especie, el homo sapiens sapiens, se desarrolló en un mundo de escasez de alimento, en donde priorizar el ahorro energético era vital para aumentar nuestra posibilidad de supervivencia. Nuestro cerebro es un gran consumidor de recursos, y esto llevó a que la mayoría de nuestras conductas fueran guiadas por vías de “ahorro de energía” (destacando las estructuras del sistema límbico), que nos permiten resolver situaciones de modo “automático” y a un bajo costo de “combustible”.
La capacidad de atención que tenemos reside en la corteza prefrontal ―un lujo que tenemos como especie― que nos permite concentrarnos en un objetivo, pensar a futuro y fijarnos metas. No obstante, estar a la vanguardia evolutiva tiene su precio: nuestra corteza prefrontal, para funcionar plenamente, necesita de altos niveles de glucosa, oxígeno y flujo sanguíneo por lo que, como las reservas de nuestro cuerpo son limitadas, es lógico que se agoten velozmente. Por esta razón, el cerebro desistirá rápidamente de tal acto “consumista” e intentará que nuestra atención sea captada por algo que requiera menos consciencia y sea más fácil de procesar. Sin dudas, una publicación de Facebook es más sencilla de comprender que un algoritmo matemático o un manual de anatomía clínica.
¿Qué podemos hacer para no distraernos?
Como estudiantes: Intentar buscar y generar ambientes donde la capacidad de atención encuentre pocas cosas con las que pueda ser disuadida. Una idea interesante (aunque un “poco” extremista) es la de George R.R. Martin, autor de la saga Juego de Tronos (Game of Thrones), quien escribe en una computadora con sistema operativo DOS ―desarrollado en 1981―, desconectada de internet y utilizando como procesador de texto el WordStar 4.0.
La atención es fluctuante por lo que es ideal realizar resúmenes breves de forma continua: la memoria trabaja en red, y un pequeño “detonante” puede activar una red neuronal que inicie la reacción en cadena de otras, llevándonos a recordar el resto del material.
Como docentes: Utilizar los primeros diez minutos de la clase (donde el nivel de atención es más alto) para enseñar los contenidos más complejos y teóricos. Luego, intentar llevar la clase hacia temas más prácticos, durante los cuales la atención no deba ser tan firme. Minutos antes de la finalización, dar aviso, haciendo que la atención vuelva a elevarse, y utilizarla para realizar un repaso de los conceptos brindados.
Estudiar largas horas, inclusive hasta la madrugada
El sobre exigirnos, al punto de no tener un correcto descanso, es muy perjudicial para el estudio. De hecho, diversas investigaciones de la Universidad de California, muestran una disminución de hasta el 40% de la capacidad de adquirir nuevos conocimientos cuando no dormimos lo suficiente.
Veamos el porqué:
Esta lucha entre mantenerse despierto o dormir altera lacorteza occipital (involucrada en el procesamiento visual) y el área frontoparietal (que media en el control cognitivo, disminuyendo las conexiones habituales de procesamiento). Asimismo, la falta de descanso también afecta al tálamo, una estructura que recibe y procesa la información de los sentidos (con excepción del olfativo) y determina las que son relevantes de las que no.
¿Qué podemos hacer para intentar sobrellevar al cansancio?
Como estudiantes: Tener como objetivo principal dormir un mínimo de 7 horas diarias y, en el caso de no poder hacerlo, intentar tomar pequeñas siestas previas al estudio, las cuales nos darán una pequeña, pero muy útil carga de energía.
Como docentes: Es casi imposible evitar que nuestros alumnos lleguen muy cansados a clase, por lo cual, al inicio de ésta, podemos intentar llevar adelante actividades que los “despierten”. Por ejemplo, realizar una introducción divertida a través del humor o desarrollar actividades físicas leves. Estos ejercicios elevarán el estado de ánimo y la atención del aula, algo que estimulará el aprendizaje.
También es recomendable realizar pequeñas actividades físicas tras largos periodos de tiempo sentados, pues aumentan el flujo sanguíneo cerebral que se encontraba acumulado en los miembros inferiores.
Comer cualquier comida al paso
La alimentación es vital para nuestro cerebro, pero no cualquier comida es suficiente.
Veamos el porqué:
El cerebro, por su composición, es el órgano más graso del cuerpo. En promedio, contiene más células grasas que el estómago o el corazón. Por ende, no es lo mismo que su composición sea por grasas insaturadas (provenientes del pescado o los frutos secos), que por grasas saturadas, como el aceite de papas fritas.
Como mencionamos anteriormente, nuestro cerebro es un gran consumidor de recursos, y es muy importante para su funcionamiento que esa energía sea de buena calidad, ya que nuestras funciones cognitivas (atención, planificación, memoria de trabajo, flexibilidad, secuenciación, monitorización e inhibición de conductas) pueden verse afectadas por una mala alimentación, como así también potenciadas con una buena nutrición.
¿Qué podemos hacer para que nuestra alimentación sea beneficiosa para nuestro cerebro?
Como estudiantes: Sumar a nuestra dieta algunos alimentos como: harinas integrales, frutos secos, pescados, frutas y verduras frescas, aceite de oliva y huevos. Intentar disminuir el consumo de grasas saturadas, azúcar concentrado, café, alcohol y cigarrillo.
Como docentes: Dar a conocer los beneficios de una buena alimentación.
Aumenta nuestro estrés
Hoy en nuestra sociedad el hecho de estar estresados parecería una moda que, como toda tendencia, termina siendo aceptada y no ser parte de ella nos convertiría en sujetos “raros”.
Sin embargo, realmente el estrés no solo es contraproducente en nuestras emociones, sino que afecta en gran medida nuestro cuerpo, funciones cognitivas y memoria.
Veamos el porqué:
La función primordial del estrés es preparar nuestro cuerpo, a través delsistema nervioso simpático, para defendernos o atacar ante una situación de peligro. Principalmente, centra nuestros los recursos energéticos (oxígeno, glucosa, flujo sanguíneo, etc.) en los músculos, por lo cual toda demanda de energía que requiera nuestro cerebro para poder llevar adelante el proceso de aprendizaje será muy poco satisfecha.
Asimismo, la hormona corticotropina, liberada por el área posterior de la hipófisis y necesaria para preparar nuestro cuerpo en respuesta al estrés, afectaría el proceso por el cual el cerebro agrupa y almacena la información.
Investigaciones de la Universidad de California en ratones ―con un cerebro estructuralmente muy similar al del humano― pudieron observar cómo al poco tiempo de iniciado el estrés (inducido por corticotropina) las neuronas del hipocampo (estructura fundamental en los diferentes tipos de memorias) sufrían una rápida desintegración de las espinas dendríticas (áreas de las neuronas encargada de recibir los impulsos de otras neuronas), lo que limita la capacidad de almacenar nuevos recuerdos.
¿Qué podemos hacer para que reducir los efectos del estrés?
Como estudiantes: Realizar actividades previas al estudio que ayuden a liberar hormonas relacionadas a la sensación de bienestar, como la oxitocina y las endorfinas, o nos brinden mayor motivación, como la dopamina.
Estas actividades son: deportes, ejercicios que ayuden a bajar el ritmo respiratorio, escuchar música, ver videos divertidos, dedicar tiempo a charlas positivas con amigos, ver la foto de una situación que nos traiga buenos recuerdos, pasear o acariciar nuestra mascota, crear un listado con nuestros futuros proyectos, etc.
Como docentes: generar espacios en donde la cordialidad sea la regla a cumplir. Es importante crear contextos en los cuales no sea necesario contrarrestar los efectos nocivos del estrés, sino, por el contrario, no generarlos. Intentar decorar el aula con imágenes positivas o, si existe una ventana con luz natural, correr las cortinas y abrirla. También es útil sumar plantas al salón de estudio.
Muchas de las propuestas de este artículo son de fácil y rápida aplicación y otras no tanto, pero con solo implementar alguna de ellas notaremos una importante mejoría, lo que, sin dudas, nos impulsará a sumar más prácticas de este tipo.
Todos poseemos un cerebro, por lo que comprender su funcionamiento es vital para poder brindarle las características necesarias para desarrollarse y trabajar en su más alto rendimiento.
Autor: Dr. Nse. Carlos A. Logatt Grabner – Presidente de la Asociación Educar
Imagen: Judith Klein (Flickr)