La soledad ha sido vinculada a una pobre salud física y mental, además de predecir la muerte temprana con más precisión que la obesidad. Para entender mejor quién está en riesgo, un grupo de investigadores condujeron el primer estudio de asociación de todo el genoma en relación a la soledad (como rasgo estable, no como estado temporal). Descubrieron que el riesgo de sentirse solo se debe parcialmente a la genética, pero el ambiente juega un rol más grande. El estudio contó con una muestra de 10760 sujetos y fue publicado el 15 de Septiembre en Neuropsychopharmacology. En la investigación también se observó que el riesgo genético para la soledad está asociado con el neuroticismo y los síntomas depresivos.
El estudio fue dirigido por el Dr. Abraham Palmer y su equipo, quienes explican que así como el dolor físico nos alerta de posible daño en los tejidos y nos motiva a encargarnos de nuestro cuerpo físico, la soledad (que surge por una discrepancia entre las preferencias sobre relaciones sociales y la realidad de éstas relaciones en la vida del sujeto) es parte de un sistema de aviso biológico que ha evolucionado para alertarnos sobre las amenazas y daño que sufre nuestro cuerpo social.
Pero no todos perciben la soledad de la misma manera.
“Para dos personas con el mismo número de amigos cercanos y familia, uno puede ver su estructura social como adecuada y el otro no. Y a eso llamamos predisposición genética a la soledad – queremos saber por qué, genéticamente hablando, una persona es más propensa que otra a sentir soledad, incluso en la misma situación”, explica Palmer.
La heredabilidad de la soledad ha sido examinada antes, en gemelos y otros estudios realizados tanto en niños como en adultos (1,2,3,4,5,6). A partir de esos datos, los científicos estimaron que entre el 37% y el 55% de la soledad está determinado por la genética. Estudios previos también trataron de encontrar genes específicos que contribuyen a la soledad, enfocándose en genes relacionados con neurotransmisores, como la dopamina y la serotonina, u otros sistemas celulares asociados con el apego humano, como la oxitocina. Pero según el equipo, estas investigaciones se basaron en muestras pequeñas.
La soledad tiende a ser co-heredada con el neuroticismo y una escala de síntomas depresivos
Palmer y su equipo utilizaron una muestra más grande: examinaron información de salud y genética de 10,760 personas de 50 años o más. La información fue recolectada por el Health and Retirement Study, un estudio longitudinal de salud, jubilación y envejecimiento. Como parte del estudio antes mencionado, los sujetos debían responder tres preguntas que medían soledad. El cuestionario no utiliza la palabra “soledad” ya que muchas personas no quieren reportar sentirse así. En su lugar, las preguntas fueron:
- ¿Cuán a menudo sientes falta de compañía?
- ¿Cuán a menudo sientes que te dejan afuera?
- ¿Cuán a menudo te sientes aislado de otros?
En el estudio se consideraron también el género, la edad y el estatus matrimonial, ya que las personas casadas tienden a sentirse menos solas.
El equipo de Palmer encontró que la soledad (como rasgo) es una característica modestamente heredable (14% a 27%, comparada con los estimados de 37% a 55%). Esta nueva estimación de la contribución genética a la soledad puede ser más baja debido a que el equipo se basó en un método que solo captura variaciones genéticas comunes y no considera las variaciones raras.
Los investigadores también determinaron que la soledad tiende a ser co-heredada con el neuroticismo y una escala de síntomas depresivos. Contrario a estudios previos, no se encontró asociación con genes candidatos como los que codifican la dopamina o la oxitocina.
De acuerdo con Palmer, los resultados pueden diferir con hallazgos previos sobre la soledad, en parte porque el equipo encuestó exclusivamente a adultos mayores de los Estados Unidos, mientras que otros estudios contaron con sujetos jóvenes de Europa.
Los científicos trabajan ahora para encontrar un predictor genético, es decir, una variación genética que permitiría a los investigadores comprender mejor los mecanismos moleculares que influyen sobre la soledad.
Fuente: UC San Diego