Tener un compañero de trabajo cuyo perfume y aroma nos recuerdan a un tío que cuidaba de nosotros en la niñez: una experiencia como ésta puede ocurrirle a cualquiera. La información que nuestros sentidos recolectan no sólo tiene una utilidad inmediata de contacto y reconocimiento del entorno que nos rodea, sino que sirven como disparadores de memorias, como evocadores de recuerdos que no estábamos intentando sacar a la superficie.
¿Por qué sucede esto? El hecho de que tanto las imágenes, los sonidos y los olores nos evoquen poderosas memorias, generalmente cargadas de emociones muy intensas, proviene quizás del hecho de que la misma parte del cerebro que está a cargo de procesar la información sensorial también es parcialmente responsable de almacenar recuerdos y memorias.
Anteriormente no se había considerado que las regiones “sensoriales” del cerebro jugasen un rol importante al albergar recuerdos emocionales, pero actualmente se explora mucho esta posibilidad (el estudio se realiza en el Instituto Nacional de Neurociencias en Turín, Italia).
A pesar de que los estudios aún no son concluyentes, sugieren que este cerebro sensorial también está involucrado en algunos miedos y desordenes de ansiedad. Esta parte del cerebro es el córtex sensorial y está encargado de recibir e interpretar señales de todos los órganos de los sentidos. El mismo está dividido en dos partes: córtex primario y secundario. El secundario juega un papel más minucioso, analizando los estímulos con mayor detalle. Diversos experimentos llevan al equipo de Turín a suponer que un impacto sensorial puede almacenarse junto con un significado emocional, de hecho el córtex secundario sólo almacena memorias si el estímulo está vinculado a una emoción. Las memorias sensoriales se almacenan en otra parte del cerebro.
Es curioso reflexionar sobre cómo los recuerdos con una fuerte carga emocional pueden estar tan relacionados con los órganos de los sentidos, pero es evidente que no nos parece algo absurdo o ajeno. Es absolutamente normal que una canción, una fotografía o un aroma nos transporten a otro momento de nuestra vida, y usualmente este momento será uno que nos marcó profundamente, quizá porque fue muy placentero o agradable, o todo lo contrario.
Entre más recuerdos tenemos, es decir, conforme nuestra edad aumenta, más fácil es que tengamos esta serie de “arrebatos” de memoria con algún estímulo sensorial. Para las personas mayores, sobre todo aquellas que están en riesgo de padecer algún tipo de demencia senil, repetir algunos estímulos fuertemente vinculados con memorias intensamente emocionales puede ser un mecanismo para mantener vivos estos recuerdos.
Y no sólo eso, mantener los sentidos bien estimulados, ya sea participando de talleres artísticos o culinarios, escuchando música o cantando, paseando, recorriendo, tocando cosas (como se hace al bordar o tejer), ayuda a seguir construyendo recuerdos y mantener activa la memoria.
De ese olor de la tarta de manzanas con canela que hacía la abuela en nuestra niñez y que nos remite a emociones intensas de ternura, a la construcción de nuevos recuerdos emotivos que nos permitan mantener la memoria activa y lúcida, los sentidos son una forma de asimilar nuestro entorno, que marca nuestros recuerdos y nos permite ir creando una especie de diario íntimo relacionado con lo que vemos, sentimos, olemos, escuchamos y probamos.
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