El uso sin receta de estimulantes es un problema creciente entre los jóvenes, ya que conlleva no solo un riesgo de sobredosis y adicción, sino también daños en el sueño.
Entre 2008 y 2012, el uso no médico de estimulantes en personas de 18 a 25 años aumentó de 5.7% a 9.3% (McCabe, West, Teter, & Boyd, 2014). Y en las últimas dos décadas esto aumentó 10 veces. Los adultos universitarios mostraron la mayor prevalencia (Arria & Wish, 2006), reportando experiencia anterior con el uso no médico de medicamentos recetados, lo que indica que el desvío de estos medicamentos para uso no médico comienza en la escuela intermedia y secundaria.
El rol del sueño para el funcionamiento del cerebro y la salud en general ha sido ampliamente estudiado. La siesta es capaz de contrarrestar la fatiga y es un poderoso vehículo para impulsar la memoria a largo plazo, la creatividad, la función ejecutiva y los procesos restaurativos (S. C. Mednick et al., 2002) (S. Mednick, Nakayama, & Stickgold, 2003) (S. C. Mednick, Cai, Kanady, & Drummond, 2008). Estudios recientes encontraron que el uso no médico de estimulantes por parte de estudiantes universitarios no les da la ventaja académica que desean al consumirlos y además podría estar interfiriendo en su tiempo de descanso a través del sueño (Tselha, Whitehurst, Yetton, Vo, & Mednick, 2019) (Whitehurst, Agosta, Castaños, Battelli, & Mednick, 2019).
En comparación con los usuarios médicos y los no usuarios, los adolescentes que informan el uso no médico de medicamentos recetados también participan en el consumo excesivo de alcohol con mayor frecuencia (McCabe, Veliz, & Patrick, 2017). También tienen un rendimiento académico más bajo y una mayor probabilidad de abusar de otras sustancias.
Los estimulantes no médicos se usan principalmente para aumentar la vigilia, habiendo sido utilizado durante décadas por individuos cuya descripción del trabajo incluye la interrupción del sueño. Para los trabajadores de emergencia, militares y trabajadores por turnos, los períodos prolongados sin dormir pueden causar fallas de atención que ponen en peligro la vida. Pero estos escenarios extremos tienen poca semejanza con los beneficios deseados por los estudiantes universitarios, que informan que toman las píldoras para “mejorar el rendimiento intelectual” o “festejar y beber más” (Arria & Wish, 2006).
Dadas estas diferencias, una pregunta crítica es si los estimulantes realmente producen mejora cognitiva en personas sanas y bien descansadas. Sorprendentemente, la respuesta es: a veces, y solo un poco: durante las dos o cuatro horas que el medicamento está activo, algunos estudios en adultos sanos y bien descansados han mostrado aumentos a corto plazo en la atención y la memoria de trabajo (Tselha et al., 2019). Algunos, sin embargo, no han mostrado ningún beneficio (Whitehurst et al., 2019).
De hecho, algunos estudios sugieren que los estimulantes pueden simplemente servir para hacer que las tareas aburridas sean más interesantes al actuar sobre el sistema de dopamina (Volkow et al., 2004). Esta emoción extraordinaria permite a los estudiantes cumplir con una tarea particularmente ardua durante períodos de tiempo más largos de lo que normalmente harían, lo que puede promover la sensación de ser más inteligente, mientras aumenta el potencial de adicción (Ashok, Mizuno, Volkow, & Howes, 2017).
Existen importantes compensaciones de insomnio a largo plazo por este pequeño aumento en la atención. Incluso una dosis matutina, o a las 9 a.m., perjudica el sueño nocturno. Esto es particularmente cierto para el sueño profundo, que es importante para el pensamiento complejo, la memoria a largo plazo, la función inmune y la restauración física (Tselha et al., 2019) (Whitehurst et al., 2019).
Además, los estimulantes reducen las mejoras de rendimiento en las tareas cognitivas que confiere el sueño nocturno, como la mejora en la memoria de trabajo y la memoria a largo plazo. Esta reducción está directamente relacionada con la disminución del sueño profundo (Whitehurst et al., 2019). Por lo tanto, incluso cuando los estimulantes se toman más temprano en el día, interrumpen el sueño nocturno y el rendimiento cognitivo posterior.
Referencias bibliográficas:
Arria, A. M., & Wish, E. D. (2006). Nonmedical use of prescription stimulants among students. Pediatric Annals, 35(8), 565-571. https://doi.org/10.3928/0090-4481-20060801-09
Ashok, A. H., Mizuno, Y., Volkow, N. D., & Howes, O. D. (2017). Association of Stimulant Use With Dopaminergic Alterations in Users of Cocaine, Amphetamine, or Methamphetamine: A Systematic Review and Meta-analysis. JAMA Psychiatry , 74(5), 511-519. https://doi.org/10.1001/jamapsychiatry.2017.0135
McCabe, S. E., Veliz, P., & Patrick, M. E. (2017). High-intensity drinking and nonmedical use of prescription drugs: Results from a national survey of 12th grade students. Drug and Alcohol Dependence, 178, 372-379. https://doi.org/10.1016/j.drugalcdep.2017.05.038
McCabe, S. E., West, B. T., Teter, C. J., & Boyd, C. J. (2014). Trends in medical use, diversion, and nonmedical use of prescription medications among college students from 2003 to 2013: Connecting the dots. Addictive Behaviors, 39(7), 1176-1182. https://doi.org/10.1016/j.addbeh.2014.03.008
Mednick, S. C., Cai, D. J., Kanady, J., & Drummond, S. P. A. (2008). Comparing the benefits of caffeine, naps and placebo on verbal, motor and perceptual memory. Behavioural Brain Research, 193(1), 79-86. https://doi.org/10.1016/j.bbr.2008.04.028
Mednick, S. C., Nakayama, K., Cantero, J. L., Atienza, M., Levin, A. A., Pathak, N., & Stickgold, R. (2002). The restorative effect of naps on perceptual deterioration. Nature Neuroscience, 5(7), 677-681. https://doi.org/10.1038/nn864
Mednick, S., Nakayama, K., & Stickgold, R. (2003). Sleep-dependent learning: a nap is as good as a night. Nature Neuroscience, 6(7), 697-698. https://doi.org/10.1038/nn1078
Tselha, T., Whitehurst, L. N., Yetton, B. D., Vo, T. T., & Mednick, S. C. (2019). Morning stimulant administration reduces sleep and overnight working memory improvement. Behavioural Brain Research, 370, 111940. https://doi.org/10.1016/j.bbr.2019.111940
Volkow, N. D., Wang, G.-J., Fowler, J. S., Telang, F., Maynard, L., Logan, J., … Swanson, J. M. (2004). Evidence that methylphenidate enhances the saliency of a mathematical task by increasing dopamine in the human brain. The American Journal of Psychiatry, 161(7), 1173-1180. https://doi.org/10.1176/appi.ajp.161.7.1173
Whitehurst, L. N., Agosta, S., Castaños, R., Battelli, L., & Mednick, S. C. (2019). The impact of psychostimulants on sustained attention over a 24-h period. Cognition, Vol. 193, p. 104015. https://doi.org/10.1016/j.cognition.2019.104015
Fuente: The Conversation