Los niños con autismo se despiertan más seguido durante la noche y tienen menos horas de sueño, lo cual podría afectar su desarrollo neuronal. Este fue el descubrimiento de un reciente estudio longitudinal inglés, publicado en el número de Septiembre de la revista Archives of Disease in Childhood.
En la literatura científica se encuentran otras investigaciones que hallaron un vínculo entre el autismo y los problemas de sueño. Sin embargo, se les criticaba la poca cantidad de participantes, falta de definiciones consensuadas y pobre comparabilidad entre los participantes de los estudios.
Para resolver estas limitaciones, un grupo de investigadores de la Universidad de Bristol diseñó su estudio con una muestra longitudinal denominada Avon Longitudinal Study of Parents (ALSPAC ), que evaluó la salud y desarrollo de más de 14.000 niños nacidos en el suroeste inglés, entre los años 1991 y 1992.
En esta muestra se les preguntó a los padres sobre los patrones de sueño de sus hijos (hora en la que iban a dormir, hora en la que se despertaban y cuánto tiempo pasaban durmiendo durante el día), a las edades de 6, 8, 18, 30, 42, 81, 115 y 140 meses de edad. Los investigadores también tomaron en cuenta información clave que provenía de cuestionarios validados de Habilidades Sociales (SCDC) y de inteligencia (WISC-III).
La pérdida de sueño podría repercutir en el desarrollo neuronal.
El estudio contó con los datos de 73 niños con TEA y 10.704 del grupo control a los 18 meses de edad, pero estos números, como se esperaba, disminuyeron con el tiempo a causa del desgaste de la cohorte. A los 140 meses de edad (11 años) se contó con 39 niños con TEA y 7.043 niños del grupo control.
Los análisis arrojaron los siguientes datos: antes de los 30 meses de edad, no había diferencias en los patrones del sueño entre los dos grupos. Pero desde los 30 meses en adelante, los niños con TEA tendían a dormir menos, con una gran discrepancia de 43 minutos que se mantuvo hasta los 140 meses de edad. Aunque pasada esta edad la diferencia disminuyó, los niños con TEA seguían durmiendo cerca de 20 minutos menos por día que el grupo control.
Estas diferencias se mantuvieron incluso luego de tomar en cuenta factores que podrían influir en las horas de sueño, como por ejemplo: nacimiento prematuro, bajo peso al nacer, educación materna y clase social. Según los autores, los frecuentes despertares durante la noche podrían haber disminuido la duración total del sueño.
Desde la edad de 30 meses en adelante, los niños con TEA fueron significamente más propensos a despertarse tres o más veces durante la noche en comparación con sus pares del grupo control. Esta diferencia se hizo incluso más notable mientras los niños crecían. En el momento en que los niños tenían 81 meses de edad, más de 1 de cada 10 de los niños con TEA se despertaron tres o más veces, comparados con sólo el 0.5% de sus pares.
¿Cual es la implicación de estos resultados?
Existe un cuerpo creciente de datos que sugieren que la producción de melatonina (hormona del sueño) puede estar afectada en algunos niños con TEA, siendo esta una posible explicación de los patrones de alteración durante el sueño. Otros autores sostienen que la pérdida de sueño podría repercutir en el desarrollo neuronal. Sin embargo estas son hipótesis sin confirmar.
Los autores creen que, si se logra confirmar que la reducción acumulativa de sueño provoca pérdida neuronal, entonces los niños con TEA podrían beneficiarse incluso de un pequeño incremento de sus horas de sueño. Y también enfatizan la importancia de evaluaciones tempranas del sueño en los niños con TEA, ya que esto permitiría ofrecer apoyo y guía anticipatoria a los padres.