Oliver Whang para The New York Times:
Como lo ha descubierto la mayoría de los humanos, tras un par de noches de mal sueño a menudo vienen el aturdimiento, la dificultad para concentrarse, la irritabilidad, los cambios de humor y la somnolencia. Durante años, se pensó que estos efectos, acompañados de una deficiencia cognitiva como un pésimo desempeño en pruebas de memoria a corto plazo, se le podían atribuir en su mayor parte a un químico llamado adenosina, un neurotransmisor que inhibe los impulsos eléctricos en el cerebro. Se habían observado de manera constante picos de adenosina en ratas y humanos a los que les faltaba dormir más.
Sin embargo, los niveles de adenosina se pueden corregir con rapidez tras un par de noches de buen sueño. Esto dio lugar a un consenso científico: la deuda de sueño se podía saldar con un par de siestas de calidad, así lo reflejan frases casuales como “Debo poner al corriente mis horas de sueño” o “Estaré más despierto mañana”.
No obstante, una nueva revisión en un artículo publicado hace poco en la revista Trends in Neurosciences sostiene que la sabiduría pop del sueño como algo que se puede ahorrar y compensar son patrañas. Según el estudio, en el cual se analizó el último par de décadas de investigación sobre los efectos neuronales a largo plazo de la privación del sueño tanto en animales como humanos, cada vez hay más evidencias de que, si se duerme demasiado poco, es muy probable que se produzca un daño cerebral de larga duración y aumente el riesgo de trastornos neurodegenerativos como la enfermedad de Alzheimer.