Laura Camón para El País:
Conforme envejecemos procesamos las emociones de manera diferente. En concreto, a lo largo de nuestra vida adulta vamos experimentando las emociones negativas con menos frecuencia, hasta que se estabilizan en torno a los sesenta años de edad, mientras que las emociones positivas se mantienen constantes. Este fenómeno, conocido como efecto de positividad, ha sido ampliamente demostrado por la ciencia, sobre todo en aspectos como la memoria o la atención.