Adam Grant explica en The New York Times por qué es un error enfocarse sólo en sacar notas muy altas en la universidad:
Las pruebas son claras: la excelencia académica no es un factor determinante de excelencia en la trayectoria profesional. Las investigaciones demuestran que, en todas las industrias, es moderada la correlación entre las calificaciones y el desempeño laboral durante el primer año después de la universidad e insignificante después de unos cuantos años. Por ejemplo, en Google, después de que los empleados pasan dos o tres años fuera de la universidad, sus calificaciones ya no influyen en su desempeño. (Desde luego, hay que decir que si obtuviste notas apenas suficientes para aprobar, probablemente no terminarás trabajando en Google).
Las calificaciones académicas pocas veces evalúan cualidades como la creatividad, el liderazgo y la capacidad de trabajar en equipo, o la inteligencia social, emocional y política. Es verdad que los alumnos que siempre obtienen las notas más altas son capaces de atiborrarse de información y vaciarla en los exámenes. Sin embargo, el éxito profesional a menudo no tiene que ver con encontrar la solución adecuada para un problema, sino con encontrar el problema adecuado para darle una solución.
Obtener siempre la calificación más alta requiere adecuarse a las normas. Ser un profesional prestigioso exige originalidad. En un estudio sobre un grupo de alumnos que se graduaron con las mejores calificaciones de su clase, la investigadora en educación Karen Arnold descubrió que a pesar de que por lo general tuvieron carreras profesionales exitosas, pocas veces alcanzaron las jerarquías más altas. “No es probable que los mejores estudiantes sean los visionarios del futuro”, explicó Arnold. “Normalmente se adecuan al sistema en vez de revolucionarlo”.
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Los alumnos con las calificaciones más altas también se aíslan socialmente. Pasar más tiempo estudiando en la biblioteca significa tener menos tiempo para cultivar amistades, integrarse a nuevos clubes o hacer trabajo voluntario. Lo sé por experiencia. No alcancé mi meta de 100; me gradué con 93. (Esta es la primera vez que comparto mis calificaciones desde que postulé al posgrado hace dieciséis años. En realidad, a nadie le importa). En retrospectiva, no quisiera que mis calificaciones hubieran sido más altas. Si volviera a vivirlo, estudiaría menos. Las horas que pasé memorizando el funcionamiento interno del ojo habrían sido más provechosas si las hubiera dedicado a ensayos de comedia en vivo y a más conversaciones nocturnas sobre el significado de la vida.
1 comentario
El árticulo además es una forma de resaltar las habilidades blandas que multiples CEOs ratifican como destrezas que el mundo empresarial cada día les da más importancia. Me encantaría ver más articulos de opinión sobre psicología organizacional y creo que un buen enlace entre los árticulos de psyciencia es la psicología positiva, ya que toma en cuenta rubros que tocaría la psicología clínica y los aplica a las organizaciones
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