Los líderes que demuestran empatía en medio de la crisis de COVID-19 están experimentando aumentos repentinos de popularidad. Y es que la empatía es una de las cualidades comunes de los buenos líderes, junto con la resiliencia, las habilidades de comunicación, la apertura y el control de los impulsos, según explica la historiadora presidencial Doris Kearns Goodwin, quien examinó las vidas y los estilos de liderazgo de cuatro presidentes estadounidenses: Abraham Lincoln, Theodore Roosevelt, Franklin Delano Roosevelt y Lyndon B. Johnson, en un esfuerzo por descubrir lo que los caracterizaba.
“La empatía implica tener los sentimientos de otro (involuntariamente) despertados en nosotros mismos, como cuando vemos a otro con dolor,” escribe Michael Slote, y la compara con contagiar “sentimientos de una persona a otra,” en tono con la situación que vivimos actualmente.
Estados Unidos y Brasil son ejemplos de países que viven una situación particularmente difícil, si nos enfocamos en la empatía de sus presidentes.
“La empatía nunca ha sido considerada uno de los activos políticos de Trump”, escribe Peter Baker, corresponsal en jefe de la Casa Blanca para The New York Times. De hecho, en sus reuniones informativas, el presidente muestra “más emoción al llorar su historial económico perdido que sus electores perdidos,” escribe Baker. Gloria Borger, analista política principal de CNN, llama a esto la “brecha de empatía” de Trump. En el mejor de los casos, Trump parece ser capaz de reunir algo más parecido a la simpatía.
Pero la simpatía no es lo mismo que la empatía: en la primera, uno siente algo por los otros; en la segunda, siente con los otros. La simpatía ve lo que está pasando y reconoce que debe ser difícil. La empatía intenta atravesarlo con la persona que lo vive. En su caso particular, los representantes del partido opuesto utilizan esta aparente carencia como una falla crucial. En respaldo a de Biden, su antiguo segundo al mando, el ex presidente Barack Obama elogió su “empatía y gracia.” Tom Pérez, presidente de la Convención Nacional Demócrata, señaló que las tragedias que Biden ha experimentado en su propia vida, incluida la muerte en 1972 de su primera esposa y su hija de 13 meses en un accidente automovilístico y, más recientemente, en 2015, la muerte de su hijo por cáncer cerebral “le ha dado la empatía para llevarnos hacia adelante.”
El caso de Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, ha indignado al mundo entero. Desde un principio calificó al virus como un “resfriado miserable” y aún cuestiona las medidas de confinamiento para combatir la pandemia.
“Su manejo de la crisis ha generado consternación en todo el espectro político del país, a tal punto que los líderes del congreso, los comités editoriales y el líder del Supremo Tribunal Federal le han pedido a los brasileños que ignoren a su presidente. Un movimiento para destituir a Bolsonaro está ganando apoyo popular, y todas las noches los brasileños cacerolean desde sus ventanas para repudiar a su mandatario,” informa en New York Times.
La empatía como característica de los líderes efectivos
La empatía ha jugado un papel fundamental en la historia de los Estados Unidos cuando los presidentes sienten y actúan en respuesta a las necesidades de sus electores. De hecho, los líderes que simpatizan, se relacionan y sienten con su gente pueden pedirles que hagan cosas difíciles, explica Doris Kearns Goodwin.
Eso describe acertadamente a la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, quien recientemente apareció en la revista The Atlantic. El titular del artículo sugiere que debido a su habilidad para empatizar, Ardern puede ser “la líder más efectiva del planeta.” Uno de los precursores de Ardern lo resume: “Hay un alto nivel de confianza en ella debido a esa empatía.” Esta habilidad, junto con la confianza de los neozelandeses y el cumplimiento de medidas estrictas para abordar el COVID-19, han dado como resultado una importante reducción de la gravedad del brote en su país.
La empatía de un líder es mejor garantía que la débil simpatía de quien lamenta la pérdida de su propio poder sobre la pérdida de vidas. La mayoría de nosotros simplemente no podemos empatizar con una persona así.
Fuente: The Conversation