En las consultas de psicología y psiquiatría es frecuente que alguien –por lo general una mujer– acuda a nosotros con la queja de que su pareja se comporta como un niño y le resulta difícil conseguir que se responsabilice de las tareas que le corresponden en la dinámica doméstica, una situación que la hace sentir más como madre que como una verdadera esposa o pareja.
Su pareja se comporta como un niño y le resulta difícil conseguir que se responsabilice
Cuando esto sucede, es muy probable que nos encontremos ante lo que el psicólogo norteamericano Dan Kiley denominó Síndrome de Peter Pan, un término con el que describía ciertos rasgos comunes a unas personas que no quieren dejar de ser niños y no saben –o no pueden– dejar de ser hijos, ni por tanto convertirse en padres, lo que produce un desfase entre su edad cronológica y la escasa madurez afectiva que les caracteriza y repercute en el rol que de ellos se espera en una relación de pareja, pues son incapaces de asumir sus obligaciones y se comportan como un niño que habitara en el cuerpo de un adulto y se resistiera a crecer, no aportando por tanto seguridad ni protección a su núcleo familiar.
El término Síndrome de Peter Pan comenzó a utilizarse después de que Dan Kiley publicara en 1983 del libro «El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece». Si bien a este síndrome no se le reconoce como una enfermedad propiamente dicha, pues no aparece codificada como tal en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), es un hecho que los profesionales constatamos su existencia en la práctica psiquiátrica y psicológica diaria.
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Imagen: Salud 180