En la selva social de la adolescencia, el destierro duele de una manera singular. La exclusión, ese acto sutil pero brutal de ser dejado de lado, corta de un modo que los adultos a menudo olvidan. Los pasillos escolares, los grupos de amigos cerrados, las respuestas vacías en los chats colectivos: en cada una de estas situaciones se cocina una lección silenciosa sobre pertenencia y abandono. Ahora, un nuevo estudio publicado en el Journal of Personality sugiere que esas primeras experiencias de rechazo pueden marcar una huella mucho más profunda de lo que imaginamos, fomentando el desarrollo de lo que los psicólogos llaman la “Tríada Oscura” de la personalidad: maquiavelismo, narcisismo y psicopatía.
Los investigadores, liderados por Junwei Pu de la Universidad de Yangtzé, siguieron a 294 adolescentes chinos durante más de un año, rastreando la relación entre el ostracismo social y la aparición de rasgos de la Tríada Oscura. A lo largo de tres periodos de evaluación, midieron cuán rechazados se sentían los participantes, cuánta soledad experimentaban y cómo se desarrollaban en ellos estos rasgos de personalidad.
El hallazgo central del estudio es tan inquietante como revelador: el rechazo social no transforma directamente a un adolescente en un manipulador o en un individuo frío e implacable. En cambio, el efecto ocurre a través de un intermediario poderoso: la soledad. Aquellos jóvenes que fueron más excluidos en la primera fase del estudio mostraron mayores niveles de soledad en la segunda. Y aquellos que se sintieron más solos en la segunda fase, desarrollaron más rasgos oscuros de personalidad en la tercera. En otras palabras, el abandono social crea un vacío emocional que, con el tiempo, puede llenarse con un conjunto de estrategias psicológicas que incluyen la manipulación, la insensibilidad y una autoestima inflada pero frágil.
La imagen es la de un joven que aprende, a través de la dureza del rechazo, que las reglas del juego social no son justas. Que quienes son demasiado vulnerables son descartados. Que los códigos de la empatía pueden ser opcionales en una lucha por la pertenencia. Este hallazgo, aunque inquietante, abre una vía para entender cómo algunos rasgos que tradicionalmente hemos considerado como innatos pueden ser, al menos en parte, el resultado de experiencias sociales tempranas.
El estudio también reveló matices entre los tres rasgos de la Tríada Oscura. Mientras que el maquiavelismo parece desarrollarse sin depender tanto de la soledad, la psicopatía (entendida aquí como impulsividad y falta de empatía) está fuertemente vinculada al aislamiento social. El narcisismo, por su parte, mostró una conexión con la soledad en las primeras fases del estudio, pero esta relación se diluyó con el tiempo, sugiriendo que otros factores podrían intervenir en su evolución.
Pu y su equipo señalan que estos hallazgos no solo iluminan los mecanismos del desarrollo de la personalidad, sino que también tienen implicaciones sociales importantes. “Desde una perspectiva cultural, nos impactó lo bien que un antiguo proverbio chino encapsula nuestras conclusiones: ‘Aquellos que son vistos como despreciables suelen tener un lado digno de compasión, y aquellos que merecen compasión pueden también evocar desprecio’”, comentó Pu. Es decir, la frialdad, la manipulación y la arrogancia pueden ser, en algunos casos, respuestas aprendidas a un mundo que primero los abandonó.
Pero, ¿significa esto que el ostracismo adolescente es un laboratorio para futuros narcisistas o psicópatas? No exactamente. Si bien el estudio demuestra una correlación entre rechazo, soledad y el desarrollo de la Tríada Oscura, no establece una relación causal directa. Otros factores, como predisposiciones genéticas o experiencias previas de socialización, podrían también influir en la ecuación.
Sin embargo, estos hallazgos pueden tener consecuencias prácticas en la educación y la psicología del desarrollo. Si la soledad es la vía de acceso a la Tríada Oscura, entonces las intervenciones que refuercen las redes de apoyo en la adolescencia podrían prevenir la aparición de estos rasgos en algunos individuos. Estudios futuros podrían explorar qué factores pueden amortiguar este proceso: ¿el apoyo familiar? ¿Un maestro atento? ¿Una amistad clave? ¿La participación en comunidades alternativas?
Mientras tanto, el estudio de Pu nos invita a reconsiderar las narrativas con las que solemos categorizar a las personas. La próxima vez que nos encontremos con alguien que exhiba rasgos de la Tríada Oscura, podría valer la pena preguntarnos: ¿fue siempre así? ¿O hubo un momento en su historia en el que simplemente fue dejado atrás?
Referencia: Pu, J., & Gan, X. (2025). The potential roles of social ostracism and loneliness in the development of Dark Triad traits in adolescents: A longitudinal study. Journal of Personality. Advance online publication. https://doi.org/10.1111/jopy.13018