Una escena clásica de las películas de terror es la del espejo, desde el vampiro que no se refleja, hasta el fantasma o la figura que aparece rápidamente detrás del protagonista. En psicología no nos quedamos atrás, la revista Neurocase reportó el caso de un hombre de 78 años (al que llaman Sr. B para proteger su privacidad) quien durante 10 días, cuando se miraba al espejo, veía a otra persona: un extraño que se veía igual a él y sabía todo sobre él, pero que sin embargo seguía siendo un extraño. Eventualmente, esta figura “se hizo agresiva“ y probablemente fue esto lo que llevó al Sr. B a ser admitido en el hospital.
El Sr. B., quién no tenía historial de enfermedad psiquiátrica, fue diagnosticado con una forma del síndrome de Capgras. Este síndrome se caracteriza por la creencia de que una persona (generalmente cercana al paciente) ha sido reemplazada por un impostor y ha sido descrita en enfermedades de tipo psiquiátrico y neurológico (degenerativas y no degenerativas). Es más comúnmente asociado con enfermedades neurodegenerativas, específicamente con la enfermedad de los cuerpos de Lewy, donde siempre coexisten alucinaciones visuales. En ausencia de enfermedades neurodegenerativas, el inició de la enfermedad ocurre a una edad más temprana y puede estar asociado con enfermedades psiquiátricas, eventos cerebrovasculares y uso de drogas ilícitas.
Es probable que los delirios involucren algún grado de discapacidad en el procesamiento de rostros, específicamente en la habilidad de procesar la familiaridad de los rostros de otros: en el Capgras, lo familiar de alguna forma no lo es.
Lo que es más interesante sobre el caso es que el juicio delirante es aplicado a su propio rostro
Se asume que el síndrome de Capgras es un fenómeno raro, inicialmente reportado solo con enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia paranoide y el trastorno esquizoafectivo. Sin embargo, recientemente se ha descrito el síndrome en condiciones neurológicas como la epilepsia, enfermedades cerebrovasculares, luego de traumas en la cabeza, con tumores hipofisarios y especialmente en enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y la enfermedad de los cuerpos de Lewy.
Lo que es más interesante sobre el caso es que el juicio delirante es aplicado a su propio rostro. Hay evidencia que sugiere que procesamos información sobre nuestra propia cara de forma especial, sugiriendo esto a su vez que esta experiencia particular refleja una discapacidad cerebral específica. Los autores del artículo sobre el Sr. B no dan muchos datos sobre los síntomas neurológicos del paciente, solo mencionan algunos indicadores proteínicos consistentes con la enfermedad de Alzheimer, y atrofia en las principales regiones cerebrales posteriores. También se esperaría que presentara daños en la corteza prefrontal dorsolateral, que es común en pacientes que experimentan tales alucinaciones. Este área está relacionada con la evaluación de creencias, interviniendo para cuestionar ideas extremas o incoherentes.
Al Sr. B se le administró medicación antidepresiva y antipsicótica en el hospital y, luego de tres meses, se había recuperado de sus alucinaciones. Menos mal, debe haber sido aterrador mirarse al espejo y que te pase lo que le pasó al Sr. B.
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Fuente: Research Digest
Imagen: Andrés Nieto Porras (Flickr)