El concepto de la esquizofrenia está muriendo. Acosado durante décadas por la psicología, ahora parece haber sido fatalmente herido por la psiquiatría, la misma profesión que una vez lo sostenía. Su muerte no será llorada.
Hoy en día, tener un diagnóstico de esquizofrenia está asociado con una reducción de la esperanza de vida de casi dos décadas. Algunos criterios sugieren que sólo una de cada siete personas se recuperará. A pesar de los avances en los tratamientos, el porcentaje de las personas que se recuperan no ha aumentado con el tiempo. Algo está muy mal.
Parte del problema yace en el concepto de la esquizofrenia en sí. Los argumentos de que la esquizofrenia es una enfermedad distinta han sido fuertemente cuestionados.
Así como ahora tenemos el concepto del trastorno del espectro autista, también se ha argumentado que la psicosis (típicamente caracterizada por alucinaciones angustiantes, delirios y pensamientos confusos) es un trastorno que existe a lo largo de un continuo y con distintos grados.
La esquizofrenia es el extremo severo en un espectro o continuo de experiencias.
Jim van Os, profesor de la Universidad de Maastricht, ha argumentado que no podemos cambiar nuestra concepción de la esquizofrenia si no cambiamos primero nuestro lenguaje.
Es así que él propone que el término esquizofrenia “debería ser abolido”. En su lugar, sugiere el concepto de trastorno del espectro de psicosis.
Otro problema es que la esquizofrenia es presentada como una “enfermedad crónica del cerebro sin esperanza”. Como resultado, se les ha dicho a algunos pacientes con este diagnóstico y a algunos padres que sería preferible que los hubieran diagnosticado con cáncer, porque es más fácil de curar.
Sin embargo, esta visión de la esquizofrenia es solo posible cuando se excluye a las personas que han tenido resultados positivos. Por ejemplo, es muy probable que se le diga a una persona que se recuperó que tal vez no tenía esquizofrenía después de todo. Según explica van Os, la esquizofrenia no es una enfermedad deteriorante del cerebro y sin esperanza.
En cambio la esquizofrenia podría ser muchas cosas diferentes. El eminente psiquiatra Sir Robin Murray lo describe así:
“Espero ver pronto el fin del concepto de la esquizofrenia… el síndrome se está empezando a desmoronar, por ejemplo, en aquellos casos que se deben a las variaciones genéticas, el abuso de drogas, la adversidad social, etc. Presumiblemente este proceso se acelerará y el término de esquizofrenia pasará a la historia(…).”
Las investigaciones están explorando diferentes formas en que las personas adquieren experiencias características de la esquizofrenia como: alucinaciones, delirios, pensamiento y comportamiento desorganizado, apatía y aplanamiento emocional.
Algunas posibles causas
Ciertas investigaciones han encontrado que el parásito Toxoplasma gondii, transmitido a los humanos a través de los gatos, podría incrementar la probabilidad de diagnóstico de esquizofrenia. Sin embargo, el tamaño del efecto es muy pequeño, y solo comparable a otros factores de riesgo e incluso es probable que su efecto sea más bajo que el de los otros factores. Por ejemplo, sufrir de adversidades durante la infancia, el uso de marihuana y las infecciones virales del sistema nervioso central durante la infancia incrementan de dos a tres veces el riesgo de diagnóstico de esquizofrenia. Otros estudios sugieren números más grandes.
Las personas que consumen marihuana diariamente tienen un riesgo casi cinco veces mayor de desarrollar psicosis, en comparación con aquellas personas que no consumen. Por otro lado, los individuos que sufrieron de algún tipo de trauma durante su infancia (abuso sexual y psicológico) tienen hasta 50 veces más riesgos de sufrir de psicosis, en comparación con aquellas personas que no experimentaron trauma.
Alrededor del 1% de los casos de esquizofrenia se derivan de la supresión de un pequeño tramo de ADN en el cromosoma 22, conocido como el síndrome de deleción 22q11.2.
También es posible que un pequeño porcentaje de las experiencias relacionadas con la esquizofrenia sean causadas por una inflamación del cerebro relacionada a trastornos autoinmunes, tales como encefalitis anti-receptor de NMDA, aunque esto sigue siendo controvertido.
Todos los factores anteriores podrían dar lugar a experiencias similares, que hemos encasillado como esquizofrenia.
La experiencia de ciertas personas puede ser el resultado de un trastorno cerebral con una fuerte base genética, potencialmente impulsada por una exageración del proceso normal de las conexiones de poda entre las células cerebrales que ocurren durante la adolescencia.
Sin embargo, la experiencia de otros individuos puede deberse a la complejidad de una reacción post-traumática. Dichos factores internos y externos también podrían funcionar en combinación.
De cualquier manera, resulta que estos dos extremos— los que ven a la esquizofrenia como un trastorno neurológico del desarrollo con base genética y los que la ven como una respuesta a factores psicosociales— tenían razón en parte.
Pero la idea de que la esquizofrenia era un único trastorno, producto de una única ruta contribuyó al desarrollo del conflicto.
Implicaciones para el tratamiento
Muchas afecciones médicas, como la diabetes y la hipertensión, pueden ser alcanzadas por múltiples vías que sin embargo impactan los mismos caminos biológicas y responden al mismo tratamiento.
La esquizofrenia podría ser igual. De hecho, se ha argumentado que las diversas causas de la esquizofrenia nombradas anteriormente pueden tener un efecto final común: el aumento de los niveles de dopamina.
De ser así, el debate sobre el desglose de la esquizofrenia en factores que llevan a ella sería sólo a fines académicos, ya que no guiaría el tratamiento.
Sin embargo, existe evidencia emergente de que diferentes rutas a las experiencias consideradas actualmente como indicativas de la esquizofrenia pueden necesitar distintoss tratamientos.
La evidencia preliminar sugiere que las personas con antecedentes de traumatismo infantil a quienes se les diagnostica esquizofrenia son menos propensas a ser ayudadas por los fármacos antipsicóticos.
Sin embargo, se necesita más investigación sobre esto y, por supuesto, cualquier persona que tome antipsicóticos no debe dejar de hacerlo sin el debido consejo médico.
También se ha sugerido que, si algunos casos de esquizofrenia son en realidad una forma de encefalitis autoinmune, entonces el tratamiento más efectivo podría ser la inmunoterapia (como los corticosteroides) y el intercambio plasmático (lavado de la sangre).
No obstante, el panorama emergente no está claro. Algunas intervenciones nuevas, como el enfoque de Diálogo Abierto basado en la terapia familiar, son prometedoras para una amplia gama de personas con diagnósticos de esquizofrenia.
Pueden ser necesarias tanto las intervenciones generales como las específicas, adaptadas a la ruta personal de alguien a las experiencias asociadas con la esquizofrenia. Esto hace que sea crucial realizar pruebas y preguntarles a la personas sobre todas las causas potencialmente relevantes.
Aquí se puede incluir abuso infantil, tema sobre el cual todavía no se pregunta ni se identifica de manera rutinaria.
El potencial de los distintos tratamientos para funcionar para diferentes personas explica aún más las guerras de la esquizofrenia. El psiquiatra, paciente o familia que ve dramáticos efectos beneficiosos de los medicamentos antipsicóticos naturalmente abogan evangelicamente por este enfoque.
El psiquiatra, el paciente o la familia que ven que los medicamentos no funcionan, pero los enfoques alternativos parecen ayudar, los elogian. Cada grupo ve al otro como negando un enfoque que ellos han experimentado que funciona.
Hay que aplaudir esta promoción apasionada, pero sin negarle la posibilidad a las personas de recibir un enfoque que puede ser eficaz para ellos.
¿Qué sigue ahora?
Esto no quiere decir que el concepto de esquizofrenia no sirva para nada. Muchos psiquiatras todavía lo ven como un síndrome clínico útil que ayuda a definir a un grupo de personas con necesidades de salud claras.
Aquí se considera que define una biología que aún no se entiende, pero que comparte una base genética común y sustancial entre muchos pacientes.
Algunas personas que reciben un diagnóstico de esquizofrenia lo encontrarán útil. Puede ayudarles a acceder al tratamiento. Puede aumentar el apoyo de la familia y los amigos.
Puede dar un nombre a los problemas que tienen. Puede indicar que están experimentando una enfermedad y no un fracaso personal. Por supuesto, muchos no encuentran este diagnóstico útil.
Necesitamos retener los beneficios y descartar los aspectos negativos del término esquizofrenia, a medida que avanzamos hacia una era post-esquizofrénica.
No está claro cómo será esto. Recientemente, Japón ha rebautizado a la esquizofrenia como “trastorno de integración”. Hemos visto la idea de un nuevo “trastorno del espectro psicótico“.
Sin embargo, históricamente se ha argumentado que la clasificación de los trastornos en psiquiatría se han definido como el resultado de la lucha que “ganó el profesor más famoso y más elocuente“.
El futuro debe basarse en la evidencia y en una conversación que incluya la perspectiva de las personas que sufren y sobrellevan bien estas experiencias.
Cualquiera que sea el resultado que emerja de las cenizas de la esquizofrenia, debe proporcionar mejores maneras de ayudar a aquellos que luchan con experiencias muy reales.
Por:Simon McCarthy-Jones, Profesor Asociado en la cátedra de Psicología Clínica y Neuropsicología en Trinity College Dublin y publicado originalmente en The Conversation.
Traducción y adaptación por: David Aparicio y Alejandra Alonso.